Hace muchísimos años vivía en Liérganes un muchacho muy
aficionado al agua ... Le encantaba zambullirse en el río de su pueblo... el
Miera, y coger pececillos, que llevaba a casa en una calabaza hueca.
Se pasaba las horas contemplándolos fascinado... echándoles
de comer... y maravillándose de que no se ahogaran... cuando él, con todo lo buen
buceador que era... no aguantaba bajo el agua mucho más de un minuto...
Empeñado en descubrir el misterio de los peces, imitaba sus movimientos y sus
hábitos alimenticios... y hacía todo tipo de experimentos en el agua...
Tantas horas se pasó este chavaluco metido en el agua que un
día se dio cuenta de que no necesitaba salir de nuevo a flote para poder
respirar y animado ante este descubrimiento, siguió buceando y buceando hasta
que, de pronto se encontró con una inmensidad... ¡había llegado a la bahía de
Santander!. Tanto le impresionó el espectáculo que sus ojos contemplaban que
siguió explorando la nueva "tierra" que se abría ante él.
Por fin... una Noche de San Juan, yéndose a bañar... como es
tradición en Cantabria... desapareció en la corriente y se convirtió en mitad
pez... mitad hombre.
Años más tarde, y dándole su familia por desaparecido y
ahogado, en la bahía de Cádiz, encontraron unos pescadores una especie marina
totalmente desconocida para ellos. El animal que surgía del agua tenía cabeza de
hombre y el cuerpo blanco y cubierto de escamas.
Le llevaron a un convento de frailes donde no pudieron
conseguir ninguna información, pues el hombre-pez no hablaba, sólo un día le
oyeron decir : "Liérganes", y un monje compadecido le llevó hasta su
casa, pero poco tiempo estuvo en ella, pues echaba de menos el mar, que tan
bien lo había acogido, así que volvió a él y nunca más se le volvió a ver.
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