Se trata de brujas voladoras que tienen poder entre los
mortales durante el tiempo que transcurre alrededor de la media noche (también
llamada "hora bruja") y los primeros brillos del alba. Es decir,
hasta que el sol ahuyenta los malos espíritus o se rezan las primeras oraciones
del día.
Las brujas de la montaña no son hechiceras, ni encantadoras,
ni adivinas: se cree en estos tres fenómenos, pero no se las odia; al
contrario, se las respeta y se las consulta.,
Todos los sábados del año, por la noche, las brujas montañesas salen
volando chimenea arriba, montadas en escobas o transformadas en cárabos, rumbo
a Cernégula, pueblo de la provincia de Burgos, donde celebran sus reuniones y
sus ritos, las brujas allí reunidas se untan con un compuesto a base de hierbas
frías, hierba mora, mandrágora y otras hierbas que producen visiones
agradables. Cuando regresan de sus reuniones en Cernégula se reúnen en
cónclave; en él se exige a todas las brujas cántabras que relaten cuantas
maldades hayan cometido durante la semana. Tales encuentros no llegan a ser
akelarres, tan solo son pequeñas reuniones.
Pero las brujas montañesas también son curanderas: hacen
mezclas de hierbas a todos los enfermos que confían en ellas, hacen el mal por
las noches a los niños y a las embarazadas; atizan los incendios y sueltan el
ganado de los establos. Por ello algunas veces, el pueblo se beneficia de sus
artes.
Un elemento fundamental para ellas es la escoba, en la cual
se montan por la noche recorriendo todos los pueblos de Cantabria y sembrando
el mal en ellos y provocando el enojo de todos sus habitantes. También se les
atribuyen poderes sobre los cambios del clima, por eso, cuando cae una fuerte
tormenta y seguidamente sale el sol, es un presagio de que va a caer otra
tormenta. A ese sol se le llama "sol de brujas"
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