Se trata de un hombre que un día abandonó la vida en
sociedad para refugiarse en la Montaña... sólo sabe hacer el bien y, además,
sin poner condiciones... Nadie ha oído jamás la voz del Musgoso... jamás se le
ha visto pararse con nadie... pero en los montes de Cantabria, todo el mundo lo
respeta... y... son muchos los pastores y vaqueros que le deben grandes
favores... incluso la vida... El Musgoso solo vive para hacer el bien en el
monte... para avisar de los peligros de la Naturaleza... del Ojáncano y de otros
seres malignos...
El Musgoso es un hombre alto y delgado, de cara pálida...
ojos pequeños y hundidos... y barba negra muy larga... Viste una larga zamarra
de musgo seco... calza escarpines de piel de lobo...
Se cubre con un sombrero de hojas verdes secas y... lleva a
la espalda un zurrón de cuero amarillo y brillante... en el que guarda una
flauta negra de madera desconocida...
Siempre está andando lentamente... como si estuviera
cansado... como si viniera de un largo viaje. Pero nunca se detiene... Siempre
se le ve de lejos, por los caminos que bajan al valle... por las veredas que
rodean los arroyos... por los empinados senderos que suben hasta las brañas más
altas... por los vericuetos de los peñascales donde se extravían las ovejas...
Sin pararse siempre
moviéndose con su amplio vaivén de hombros... y con las manos escondidas en el
pecho como si tuviera frío.
Algunas veces saca la flauta y... sin dejar de andar... toca
en ella una nota ronca seguida de otra más dulce... muy tristes... muy lentas...
inconfundibles... Por la noche nunca toca la flauta... durante la noche, silba.
Se trata de un silbido fuerte... largo... inconfundible también... A veces
pasan años sin que nadie vea al Musgoso... pero la flauta y el silbido siguen
oyéndose por los prados... los bosques... y los barrancos cuando algo malo va a
suceder.
El Musgoso es el mensajero de todas las calamidades que
amenazan a los pastores... esos hombres callados y enigmáticos que viven meses
enteros en el monte... Cuando oyen su flauta... cuando de la profundidad de las
tinieblas oyen su silbido misterioso... cuando la niebla espesa oculta
totalmente el paisaje dificultando la visión en los barrancos... aunque todo
parezca estar en la más profunda tranquilidad y calma... los pastores saben que
el Musgoso les está anunciando algún peligro...
Cuando llega el frío gris del otoño y los montes se quedan
solos... pues los pastores y vaqueros bajan con sus rebaños y manadas a pasar
el invierno en las aldeas del valle... dejando vacías las pobres cabañas... los
improvisados apriscos... las fuentes... los bosquecillos... y los riscos ya
familiares... el Musgosos permanece allí cual fiel guardián de esa casa
inmensa... abierta al cielo... sostenida por murallas de roca que es la alta
Montaña...
Los vendavales de Enero penetran en las cabañas llenándolas
de toda la inmundicia que arrastran... la furiosa ventisca arranca las
techumbres... el hielo agrieta las paredes... los aguaceros ciegan de barro las
fuentes... el paisaje entero se deteriora... Pero... el Musgoso,
pacientemente... lentamente... levanta las piedras caídas... tapa los
agujeros... repone las techumbres... las cubre de tierra para que crezca la
hierba... limpia el suelo... esparce ramitas aromáticas y sanea las fuentes...
de modo que... cuando al acercarse la primavera... el monte empieza a llenarse
de nueva luz... de voces recias... de ladridos... de mugidos... de olores de
establo que van subiendo poco a poco hacia las cimas... los pastores vuelven a
sus antiguas cabañas como si volvieran a casa...
Y la flauta o el silbo del Musgoso... eterno...
inalterable... incansable por caminos y senderos... vuelven a resonar en el
monte.
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