Naturaleza de los ángeles
¿Quiénes son los ángeles? ¿Para qué los creó Dios? ¿Cómo
sabemos de su Existencia?
La existencia de los Ángeles es una verdad de fe
continuamente profesada por la Iglesia, que forma parte desde siempre del
tesoro de piedad y de doctrina del pueblo cristiano. La iglesia los venera, los
ama y son "motivo de dulzura y de ternura" (Juan XXIII, 9-VIII-1961).
Es de fe, además, que muchos ángeles, abusando de su
libertad, cayeron en pecado y se hicieron malos, quedando así perpetuamente
constituidos enemigos de Dios y condenados a la pena eterna. Estos ángeles
malos son llamados también demonios.
Los ángeles son seres espirituales, personales y libres;
dotados, por tanto, de inteligencia y voluntad, creados por Dios de la nada.
Dios creó a los ángeles para que le alaben, le obedezcan y
le sirvan; además, para hacerlos eternamente felices y para que ayuden y guíen
a cada persona, a cada familia, nación, institución y muy especialmente a la
Iglesia.
Conocemos de su existencia porque Dios la reveló. Así en el
Antiguo Testamento, se nos dice que:
• Cerraron el paraiso terrestre después del pecado de Adán y
Eva.
• Protegieron a Lot en Sodoma.
• Salvaron a Agar y a su hijo Ismael en el desierto.
• Anunciaron a Abraham y aSara que tendrían un hijo.
• Detuvieron la mano a Abraham cuando iba a sacrificar a su
hijo Isaac.
• Asistieron al profeta Elía.
En el Nuevo Testamento, se nos dice que
• Avisaron a Zacarías el nacimiento de San Juan el Bautista.
• San Gabriel anunció a la Virgen María que sería la Madre
dle Redentor.
• Alabaron a Dios por el nacimiento de Cristo.
• Revelaron a San José el misterio de la Encarnación.
• Confortaron a Jesús en su agonía en el Huerto de
Gethsemaní.
• Aparecieron en la Resurrección de Cristo.
Creer en la existencia de los ángeles es una verdad de fe.
Así lo definió el Magisterio de la Iglesia: "Dios creó de la nada a una y
a otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la ángelica y la mundana
(...)" (Concilio IV de Letrán y Concilio Vaticano I).
Quien niegue su existencia con pertinacia, sabiendo que es
dogma de fe, comete pecado mortal e incurre en excomunión (cfr. Código de
Derecho Canónico, canon 1364).
Durante la consagración como Papa de San Gregorio XV (1621),
una terrible peste estaba devastando Roma San Gregorio organizó a su pueblo en
torno de una gran procesión que estaba encabezada por una pintura de la
"Virgen Gloriosa" (obra atribuida a San Lucas Apóstol). Estando la procesión
en marcha, una densa nube de aire nauseabundo se detuvo ante la pintura. Los
presentes escucharon, entonces, a un coro angélico cantar con alegría.
"Regina Coeli, laetare, alleluja" El Papa San Gregorio relató luego
la visión que tuvo de un enorme ángel parado sobre el castillo, cerca de allí.
Desde ese día los romanos se refieren a él como Sant"Angelo en
conmemoración de la rauda purgación de la peste de Roma. San Gregorio murió el
8 de julio de 1623. El relato de su vida se encuentra en "Vida de los
Santos", de Edward Kinesman.
Dotados de una naturaleza más perfecta que la humana, esos
espíritus puros fueron creados para dar gloria a Dios, regir el mundo material
y ser potentes auxiliares de los hombres en vista su salvación eterna. En un
éxtasis, Santa María Magdalena de Pazzi vio a una religiosa de su Orden
(carmelita) ser sacada del Purgatorio y llevada al Cielo por su Ángel de la
Guarda. Y Santa Francisca Romana vio a su Ángel de la Guarda conducir al
Purgatorio, para ser purificada, a un alma a ella confiada. El espíritu celeste
permaneció fuera de aquel lugar de purgación, para presentar al Señor los
sufragios ofrecidos por aquella alma. Y, al ser aceptados por Dios, esa alma
era aliviada en sus penas. (1)
Después de nacer, el hombre recibe de Dios uno de esos
angélicos guardianes, que lo acompañará durante la vida, protegiéndolo y
comunicándole buenas inspiraciones, Si la persona hubiese vivido según la Ley
de Dios, al punto de santificarse e ir directamente al Cielo, el Ángel de la
Guarda la conducirá a ese lugar bendito. Si, en otro caso, y lo que es más
probable, ella precisa purificarse en el fuego del Purgatorio, el Ángel la
conducirá después al Paraíso Celestial. O, en caso contrario, si hubiese
rechazado sus inspiraciones y buenos movimientos, condenándose del todo para
siempre, lo abandonará a las puertas del infierno.
En nuestros días, a la par del materialismo y del ateísmo
reinantes en tantas almas y en incontables ambientes, se percibe una saludable
reacción - cada vez más intensa y generalizada - a esas llagas de la
civilización contemporánea. El sentimiento religioso, la creencia en Dios y en
el destino eterno ganan siempre más terreno, especialmente en el seno de la
juventud actual.
Un síntoma de este renacer de los valores espirituales es
precisamente el interés por los Ángeles, el aumento de la devoción a los
espíritus puros, así como los pedidos invocando su intercesión. Sin embargo tal
resurgimiento, infelizmente, se manifiesta en algunos casos mezclada de
supersticiones y hasta de manifestaciones de ocultismo. Para atender este
saludable movimiento de alma, nos proponemos hoy presentar a nuestros lectores
la atrayente y actualísima temática de los Ángeles.
El Ángel sólo pasa a custodiar en nuevo ser después que este
sale de las entrañas maternas. Esto porque, desde el momento de la concepción
hasta el nacimiento del nuevo ser, el Ángel de la Guarda de la madre cuida
también de la nueva criatura, así como quien guarda un árbol cargado de frutos,
junto con el árbol cuida también lo frutos (2)
Tenemos necesidad de la celestial protección angélica.
Nuestra alma inmortal está destinada a ser, en el futuro, compañera de los
Ángeles y de ocupar a su lado, en el Cielo, uno de los tronos que quedaron
vacíos por la caída de aquellos ángeles puros que se rebelaron contra Dios,
transformándose en demonios. Tal necesidad sobretodo proviene de la propia
flaqueza humana para alcanzar este objetivo ¿Qué empeño no tendrá el demonio
para que un recién nacido no reciba las aguas regeneradoras del Santo Bautismo?
Muchas veces también procurará causarnos males físicos.
"La función principal del Ángel de la Guarda es
iluminarnos en relación a la verdad y a la buena doctrina. Pero su protección
acarrea también muchos otros efectos, tales como reprimir los demonios e impedir
que nos sean causados daños espirituales o corporales". Ellos "rezan
por nosotros y ofrecen nuestras oraciones a Dios, tornándolas más eficaces por
su intercesión (Apoc. 8, 3; Tob. 12, 12), sugiriéndonos buenos pensamientos,
incitándonos a hacer el bien (Act. 8, 26; 10, 3ss). Del mismo modo, cuando nos
infligen penas medicinales para corregirnos (2 Sam. 24, 16): y - lo más
importante de todo - cuando nos asisten en la hora de la muerte,
fortaleciéndonos contra los supremos asaltos del demonio" (3).
Algunas almas muy selectas, que conservaron intacta su
inocencia y pureza bautismal a lo largo de la vida, por especial privilegio de
Dios tuvieron la dicha de ver a su Ángel de la Guarda. Así sucedió con San
Geraldo Magela, Santa Francisca Romana, Santa Gema Galgani y otros Santos.
Veamos dos ejemplos:
• Santa Francisca Romana: dama romana de la más ilustre
estirpe, quería hacerse religiosa pero fue obligada por sus padres a casarse,
habiendo procurado santificarse en el estado matrimonial. De ese casamiento
nacieron varios hijos. Uno de ellos, Juan Evangelista, de extrema piedad,
dotado con el don de la profecía, falleció angélicamente a los nueve años. Un
año después de su muerte, apareció a Francisca, resplandeciente de luz,
acompañado por un joven aún más brillante si es posible. Hizo conocer a la
madre la gloria que gozaba en el Cielo; y le comunicó que venía a buscar a su
hermanita Inés, de cinco años, para colocarla entre los Ángeles. Y que, por
orden de Dios, dejaría aquel Ángel para - junto con su propio Ángel de la
Guarda - asistirla en los que le restaba de vida terrena. Era un Ángel de
categoría superior, un Arcángel.
A partir de entonces, Santa Francisca veía constantemente
ese Arcángel que, según ella, brillaba más que el sol, de manera que no conseguía
mirarlo. Si Francisca dejaba escapar alguna palabra poco necesaria, o acaso se
preocupaba un poco de más con los problemas domésticos, el Ángel desaparecía,
quedando oculto hasta que ella se recogiese de nuevo. Él, con sus luces, la
auxiliaba muchas veces, defendiéndola contra los ataques del demonio, que
constantemente la asaltaba (4).
• Santa Mariana de Jesús: conocida como la Azucena de Quito,
después del fallecimiento del padre, siendo aún una bebé, la madre se retiraba
a una casa de campo llevándola abrazada, en el lomo de una mula. En el paso de
un río de aguas muy tormentosas, la mula tropezó y la bebita cayó de los brazos
maternos... Al mismo tiempo, la niña predestinada quedó sostenida en el aire
por su Ángel de la Guarda, hasta que la presurosa madre la recogió (5).
Valiosos consejeros celestes
Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros,
inspirándonos santos deseos y buenos propósitos. Evidentemente, lo hacen en el
interior de nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas
santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales consejos.
Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su rebaño,
oyó una voz que la llamaba: "Jeanne! Jeanne!" ¿Quien podría ser, en
aquél lugar tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz brillantísima,
en el medio de la cual estaba un Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de
otros seres angélicos que miraban a la niña con complacencia.
"Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa, ama a Dios y
visita frecuentemente sus santuarios". Y desapareció. Juana, inflamada de
amor de Dios, hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le
apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba, ella quedaba tan
triste que lloraba (6).
El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90: "El mal no vendrá
sobre ti, y el flagelo no se aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus caminos. Ellos te elevarán
en sus manos, para que tu pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90,
10-12).
Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde, alemana (+ 1186), habiendo
ido en peregrinación a Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el camino,
fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto día, cuando viajaba camino a
Roma, fue asaltada y abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y
vio surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste ayudó cuidadosamente a su
protegida a montar, y la condujo hasta Verona. Allá, se despidió de ella
diciendo: "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas" (7).
Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el siguiente
comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado: "¡Cuán gran reverencia,
devoción y confianza deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
reverencia por la presencia de los Ángeles, la devoción por su benevolencia, y
la confianza por la guarda que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para que te acompañen y asistan en
todos tus caminos; en cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo que no osarías hacer estando
yo en tu presencia" (8). San Buenaventura afirma: "El santo Ángel es
un fiel paraninfo conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el alma,
y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de su Señor".
Agrega que la cosa más importante y principal "es la obediencia que
debemos tener a nuestros santos Ángeles, oyendo sus voces interiores y
saludables consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías, defensores y
mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del pecado, como en el abrazar
la virtud y crecer en toda perfección y en el amor santo del Señor" (9).
Intrépidos guerreros del Ejército Celestial
En varias partes de los Libros Sagrados los Ángeles son
mencionados como siendo la Milicia Celestial. Así, narra el Profeta Isaías
haber visto que "Los Serafines ... clamaban uno hacia el otro y decían:
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos". (Is. 6, 2-3). Y,
en el Apocalipsis, comandados por el Arcángel San Miguel, trabaron en el Cielo
una gran batalla derrotando a Satanás y a sus Ángeles rebeldes (Ap. 12, 7). En
otros pasajes aparecen elles ejerciendo incluso funciones bélicas. Leemos, por
ejemplo, en el II Libro des Crónicas que, habiendo Senaquerib invadido Judea,
mandó una delegación a Jerusalén para disuadir a sus habitantes de la fidelidad
a su rey Ezequías, blasfemando contra el Dios verdadero. El Rey de Judá y el
Profeta Isaías se pusieron en oración
implorando la protección divina contra las tropas enemigas.
"Y el Señor envió un Ángel que exterminó todo el ejército del rey de
Asiria en su propio campamento, con los jefes y los generales, y el rey volvió
a su tierra completamente confuso" (II Cron. 32, 1 a 21).
Guerreros angélicos - tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento - a veces se unen también a los hombres contra los enemigos del
Señor. Así, por ejemplo, ayudaron a Judas Macabeo en una batalla decisiva.
Otras veces auxiliaron a los soldados de la Cruz contra los musulmanes, como ha
sido narrado en las crónicas de las Cruzadas.
En la Sagrada Escritura, el propio autor de los Hechos de
los Apóstoles afirma: "El Señor Dios de los ejércitos frecuentemente envía
también sus guerreros para librar a sus amigos de las manos de los impíos"
(Hechos 5, 18-20; 12, 1-11).
Protectores de los hombre, mensajeros de Dios
En el Libro de Daniel (10, 13-21), el Arcángel San Miguel
defendió los intereses de los israelitas contra el Ángel protector de Persia.
En el Apocalipsis, San Juan se refiere a la victoria de ese Arcángel contra el
demonio y sus secuaces. Más recientemente, leemos en la autobiografía de San
Antonio María Claret, que cierto día, estando él sólo en el coro del Monasterio
del Escorial, vio a Satanás que pataleaba con gran rabia y despecho, por
habérsele frustrado algunos de sus planes en relación a los estudiantes. Oyó
entonces la voz del Arcángel San Miguel que le dice: "Antonio, no temas.
Yo te defenderé". San Gabriel fue el gran mensajero y embajador de Dios no
sólo en la Anunciación a Nuestra Señora, sino, según el parecer de muchos
teólogos, también apareció junto a San Zacarías, para anunciarle el nacimiento
de Juan Bautista. Y junto a San José, a quien apareció tres veces en sueños:
para anunciar la concepción divina de María, recomendar la fuga a Egipto y el
retorno de aquél, después de la muerte de Herodes.
La misión de San Rafael junto al joven Tobías es
detalladamente descrita en la Biblia.
Ya en tiempos posteriores, se señalan también muchas de sus
intervenciones, como la salvación eterna del tesorero de un rey de Polonia, por
el hecho de que el protegido le tenía gran devoción; y el haber librado de las
manos de asaltantes a un burgués de Orleans que a él se encomendaba, en una
peregrinación a Santiago de Compostela (10). Se narra en la vida de la Beata
Madre Humildad de Florencia (+1310) que, habiendo sido electa Abadesa de su
monasterio, además de su Ángel de la Guarda, recibió uno más para ayudarla en
el gobierno de la comunidad. Ella compuso para sus religiosas una sencilla
oración, pidiendo la guarda de los sentidos, oración en que se nota mucho la
influencia del espíritu de Caballería de la época:
"Buenos Ángeles, mis constantes protectores: guardad
todas mis vías y vigilad cuidadosamente la puerta de mi corazón, de manera que
yo no sea sorprendida por mis enemigos. ¡Blandid ante mí vuestra espada
protectora! ¡Guardad también la puerta de mi boca para que ninguna palabra
inútil escape de mis labios! ¡Que mi lengua sea como una espada, cuando fuere
el caso de combatir los vicios o de enseñar la virtud! Cerrad mis ojos con un
doble sello cuando ellos quisieren ver con complacencia otra cosa que no sea
Jesús. Pero tenedlos abiertos y despiertos cuando fuere para rezar y cantar las
alabanzas del Señor. Vigilad también la puerta de mis oídos, a fin de que ellos
repelan siempre con disgusto todo lo que viene de la vanidad o del espíritu del
mal. Colocad cadenas a mis pies cuando ellos quisieran ir a pecar. Pero
acelerad mis pasos cuando se trate de trabajar para la gloria de Dios o de la
santa Virgen María, o de la salvación de las almas! Haced que mis manos sean
siempre, como las vuestras, prontas a ejecutar las órdenes de Dios.
Apagad en mí el olfato del cuerpo, a fin de que mi alma no
aspire mas que el suave perfume de las flores celestes. En una palabra, guardad
todos mis sentidos, de manera que mi alma se deleite constantemente en Dios y
con las cosas celestes. Mis Ángeles bienamados: fui colocada bajo vuestra
guarda por el dulce Jesús; yo os suplico que me guardéis siempre con cuidado,
por el amor de Él. ¡Oh mis Ángeles bienamados, yo os pido que me conduzcan un
día a la presencia de la Reina del Cielo, y de suplicarle que yo sea colocada
en los brazos del divino Niño Jesús, su Hijo bienamado!" (11).
¿Cuál es la naturaleza de esos espíritus puros? Los Ángeles
son seres puramente espirituales, dotados de inteligencia, voluntad y libre
arbitrio, elevados por Dios al orden sobrenatural, esto es, llamados por la
gracia a participar en la vida de Dios a través de la visión beatífica.
Muchísimo más perfectos que los hombres, su inteligencia es inerrante y su
voluntad inmensamente poderosa. Como no tienen dependencia alguna de la
materia, su conocimiento es considerablemente más perfecto que el del hombre;
para ellos, ver es ya conocer. Y conocer significa comprender la cosa en toda la
profundidad de que son capaces, en su substancia, y sin posibilidad de error.
Por eso, la prueba, para ellos, tuvo consecuencia inmediata e irremediable.
Pues su querer es absoluto, sin vuelta atrás. Aquello que quieren, lo desean
para todo y para siempre.
De ahí el hecho de que, después de la prueba, hayan pasado
inmediatamente a la eternidad del Infierno (los demonios), como a la del Cielo
(los Ángeles buenos).
Dios creó a los Ángeles para conocerlo, amarlo, servirlo y
proclamar sus grandezas, ejecutar sus órdenes, gobernar este universo y cuidar
de la conservación de las especies y de los individuos que él contiene.
"Como príncipes y gobernadores de la gran Ciudad del
Bien, la que se refiere a todo el sistema de la creación, los Ángeles presiden,
en el orden material, el movimiento de los astros, la conservación de los
elementos, y la realización de todos los fenómenos naturales que nos llenan de
alegría o de terror.
Entre ellos está compartida y repartida la administración de
este vasto imperio. Unos cuidan de los cuerpos celestes, otros de la tierra y
de sus elementos, otros de sus producciones, árboles, plantas, flores y frutos.
A éstos, está confiado el gobierno de los vientos y mares, de los ríos y
fuentes; a aquellos, la conservación de los animales. No hay una criatura
visible, ni grande ni pequeña, que no tenga una potencia angélica encargada de
velar por ella" (12).
Algunas veces los Ángeles, cuando son enviados por Dios a
los hombres para alguna misión, utilizan la forma humana, a fin de acomodarse a
nuestra naturaleza. Sin embargo, en esos cuerpos etéreos y ligeros con los
cuales en general aparecen, no están como el alma humana está en el cuerpo,
dándole vida y tornándolo capaz de operaciones vegetales y animales. Por el
contrario, allí están como un operador está en su máquina, de la cual cual se
sirve para ejecutar las obras de su arte. fuera del horario de trabajo, no
tiene con ella ninguna ligazón.
"Según los más doctos intérpretes, las apariciones
accidentales de los Ángeles en el mundo no son más que el preludio de su
aparición habitual en el Cielo. Así, es probable que en el Cielo los Ángeles
asumiránmagníficos cuerpos aéreos para regocijar la vista de los elegidos y
conversar con ellos cara a cara" (13).
Conclusión: devoción y fidelidad a los ángeles
Evidentemente, todas esas maravillas del mundo angélico
deberían llevarnos a un profundo amor, reverencia y gratitud especialmente para
con nuestro Ángel de la Guarda, evitando todo aquello que pueda apenarlo, como
son nuestros pecados.
"¿Como te atreverías a hacer en la presencia de los
Ángeles aquello que no harías estando yo delante tuyo?", nos interpela el
gran San Bernardo. Y deberíamos hacer todo lo que sabemos puede alegrar al
Ángel de la Guarda, pues sólo así estaremos trabajando efectivamente para
nuestra propia santificación y salvación.
La reverencia a su Ángel de la Guarda llevaba a San
Estanislao Kostka, que lo veía constantemente, a esta exquisita delicadeza:
cuando ambos debían entrar por una puerta, él le pedía al Ángel que pasara
antes. Y como éste, a veces, lo rechazase, insistía con él hasta que cediese
(15).
¡Ojalá tantos y tan bellos ejemplos nos sirvan tanto para
corregir nuestra idea y visión de los seres puros como para reverenciar y
aumentar nuestra devoción a esos bienaventurados espíritus angélicos que Dios,
en su misericordia, nos concedió como guardianes, consejeros, protectores y
mensajeros - especialmente valiosos en el mundo neopagano en que vivimos -, con
vistas a la obtención de la vida celeste!
Notas
1 - Cfr. Deharde, apud P. Ramón J. de Muñana, Verdad y Vida,
Editorial El Mensajero del Corazón de Jesús, Bilbao, 1947, tomo I, p. 233.
2 - Cfr. Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de Oro, L.
González y Compañía - Editores, 5a edição, tomo I, p. 497.
3 - Plinio Maria Solimeo, Os Santos Ángels, Nossos Celestes
Protetores, Coleção Catolicismo nº 2, 1997, pp. 63, 64.
4 - Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, d"après
le Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, Paris, 1882, tomo III, p.
311.
5 - Cfr. Id., ib., tomo VI, p. 230.
6 - Cfr. Debout, Vie de Saint Jeanne D"Arc, apud Pe.
Muñana, op. cit., p. 230.
7 - Cfr. Les Petits Bollandistes, t. IV, p. 529; Deharbe,
apud Pe. Muñana, op. cit. p. 232.
8 - Cfr. Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 499.
9 - Pedro de Ribadaneira, Flos Sanctorum, apud Eduardo
Vilarrasa, op. cit., p. 499.
10 - Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, pp.
501-502.
11 - Id. Ib., tomo VI, pp. 109, 110.
12 - Mons. Gaume, Tratado del Espíritu Santo, traducción
española de D. Joaquin Torres Asensio, Imp. Y Lib. Española de D. José López de
Guevara, Granada, 1877, t. 1, p. 116.
13 - Id. Ib. p. 116.
14 - Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, 501-502.
15 - Cfr. V. Agustín, Vida de San Estanislao de Kostka, p.
308, apud, Pe. Muñana, op. cit., p. 230.
La Creación de los ángeles ¿Se debe creer en la existencia
de los ángeles? ¿Son un invento del cristianismo? Conoce la enseñanza de la fe
católica al respecto.
En el lenguaje común decimos que tal pintura es una gran
creación artística, o que la modista famosa presentará sus
"creaciones" del verano. Emplear aquí tal concepto es hacerlo de modo
impropio, pues "crear" es, estrictamente "hacer algo de la
nada", sin tener antes ninguna clase de elemento previo.
Esta definición de creación puede prestarse a equívocos. La
"nada" no es "algo" de lo que se sacan las cosas. La
creación consiste en producir un efecto con independencia de cualquier sujeto
pre-existente, es decir, en producir todo el ser de una cosa. Y para ello se
requiere un poder infinito: sólo Dios es capaz de crear.
Que para crear se requiere poder infinito puede verse en el
siguiente ejemplo. Un mal cocinero (quizá el que esto lee) necesitará de muchos
ingredientes para hacer una comida aceptable.
Una cocinera con saber culinario -por ejemplo, una madre
experimentada- quizá prepare ricos platillos con muy pocos medios. Pero nadie
podrá jamás hacer algo comestible si no cuenta con nada para hacerlo. El más
famoso Chef no podrá complacernos en el desierto del Sahara. De ahí que para
sacar algo de la nada -y eso es crear- es preciso el poder infinito de Dios.
Por otra parte Dios, al crear, no sólo llama las cosas a la
existencia y acto seguido las abandona a su suerte. No. Si eso aconteciera, aunque
fuera por un segundo, todo desaparecería, volvería a la nada de donde salió.
Dios conserva a todo lo creado en la existencia, lo mantiene en el ser. A esta
acción de Dios los teólogos la llaman, y con razón, creación continuada. Dios
está al lado, y del modo más íntimo que nos podamos imaginar, de todas y cada
una de sus criaturas.
Los ángeles
Lo primero que Dios creó fue lo más perfecto y parecido a
Él: los ángeles. Un ángel es un espíritu como lo es Dios, es decir, un ser con
inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna de la materia.
El hombre moderno no afirma la existencia de los ángeles.
Tampoco la niega. Simplemente la ignora. No se atreve a hablar de su existencia
por miedo a que los demás lo consideren como niño que cree en la cigûeña o en
Santa Claus. En el fondo piensa que los demás pueden sospechar que, si afirma
creer en los ángeles, no se comporta como adulto, no es del todo razonable y
serio.
Sin embargo, por extraño que pueda parecer, sólo
recientemente ha ocurrido esto. Los descubrimientos antropológicos muestran que
la existencia de los ángeles se daba por supuesta desde la más remota
prehistoria, en los albores de la vida humana en la Tierra.
La creencia en seres espirituales superiores al hombre e
inferiores a Dios era entonces universal. A veces, esos espíritus eran buenos y
otros malos, y se les unía a distintas cosas que ellos vivificaban -los ríos,
los bosques, los animales, las montañas...-, pero sus características eran
constantes: inmaterialidad, poder, mediación entre el hombre y la divinidad...
Cuando el hombre comenzó a escribir la historia en ese libro
todavía inacabado, lo llenó de seres que tenían esas mismas características,
fueran ángeles, espíritus o semidioses. Las mitologías griega y romana, por
ejemplo, muestran que el pueblo creía en su existencia. Pero no era sólo el
pueblo ignorante el que creía en ellos; los filósofos no eran ajenos a esa
creencia universal. Tales de Mileto y Pitágoras los colocaban en los umbrales
del ámbito divino, Sócrates conversaba familiarmente con uno de ellos y Platón
y sus discípulos llenaron el mundo con inteligencias puras o dioses
secundarios.
Aristóteles, por su parte, creía que eran quienes movían los
cuerpos celestes. Otro tanto podemos decir de las civilizaciones y literaturas
nórdica, eslava, maya u oriental. Todo lo anterior indica que los ángeles no
constituyen un invento del cristianismo.
Prescindiendo de los relatos populares, de la mitología y de
la filosofía, y volviendo a la Historia, nos encontramos con que el libro de la
antigüedad cuya autenticidad ha sido más ampliamente corroborada, la Biblia,
habla de los ángeles en casi todas sus páginas. Ángeles fueron los que
detuvieron la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo, los que
mataron a los primogénitos de los egipcios, los que condujeron a la victoria a
los Macabeos...
Y en el Nuevo Testamento, un ángel fue quien se apareció a
Zacarías, y a una doncella de Nazareth en Galilea, y a su esposo en sueños...
Jesús mismo, el Hijo de Dios, fue servido por los ángeles en el desierto y
confortado por uno de ellos en el Huerto de los Olivos, durante su agonía. Y
luego, a lo largo de los siglos, los ángeles aparecen innumerables veces en la
vida de los santos, incluso hasta nuestros días.
Una creencia tan duradera y universal merece algo más que
desprecio. Es algo muy importante como para tratar de quitárselo de encima como
un engorroso abrigo. Lo menos que se puede hacer es tratar de explicarlo.
Desde el punto de vista de la fe católica, la explicación
está en la revelación divina, la cual encuentra su confirmación en datos de
razón que nos sería muy largo examinar. Baste decir que la revelación es, desde
luego, la mejor manera de saber algo de los ángeles, ya que es la misma palabra
de Dios, El cual no puede engañarse ni engañarnos y que es, además, la primera
causa de todo.
Así pues, existen esas sustancias espirituales superiores
que llamamos ángeles. Ahora bien, ¿como son? ¿Qué forma tienen?... Lo único que
puede hacer la razón, en este caso, es proceder por eliminación. Está claro que
no son seres gigantescos cuya fortaleza haría que los hombres parecieran
alfeñiques; no, no hay tamaño en los ángeles, porque no tienen nada material.
Tampoco tienen una forma determinada, porque la forma está definida por la
materia.
Por ello nos resulta difícil concebirlos --y más aún
imaginarlos--, ya que nuestra mente está íntimamente unida a lo material. Si
decimos que son sustancias espirituales o formas subsistentes, enseguida nos
imaginamos un fantasma, un vago perfume o una brisa suave. Pero no, no son
"imaginables".
Entonces, ¿por qué aparecen con cuerpos en la Sagrada
Escritura? Uno estuvo a las puertas del Paraíso espada en mano, otros fueron
huéspedes de Abraham, el arcángel Rafael apareció como compañero de viaje de
Tobías. Tenían, pues, cuerpos. ¿Cómo se hicieron con ellos?... Evidentemente no
eran suyos, y por tanto tuvieron que tomarlos, asumirlos de alguna manera, como
un hombre que alquila un smoking para asistir a una fiesta. Ahora bien, en
cuanto a cómo lo obtuvieron es un misterio. Lo único que se puede apuntar es
que tal vez fueran una mera apariencia, no cuerpos auténticos, pues, dado su
poder, no necesitaban robarlos ni pedirlos prestados. Santo Tomás insinúa que
tal vez utilizaran como material aire comprimido, pero es posible cualquier
otra explicación.
La belleza de las criaturas es una imagen imperfecta de la
belleza de Dios quien, al crearlas, quiso que la renegaran de alguna manera.
Cuanto más perfectas sean esas criaturas, mejor reflejarán la belleza divina; y
tos ángeles, los seres creados más perfectos que existen, la reflejan mejor que
nadie. Por ello, quien se dedica a la búsqueda de la bondad y belleza de Dios,
nunca dejará de considerar y de amar a estas criaturas que, como ninguna otra,
son los más perfectos espejos de esa belleza y de esa bondad.
El Ángel Custodio
¿Quién es el Ángel Custodio? ¿Realmente existe? La
existencia de los Angeles Custodios es una verdad, continuamente profesada por
la Iglesia, que forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina
del pueblo cristiano.
Estos Angeles, explica el citado Catecismo, "no han
sido enviados solamente en algún caso particular, sino que han sido designados
desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de
la salvación de cada uno de los hombres" (n. 6).
Jesucristo mismo dijo a sus discípulos: "Mirad que no
despreciéis a alguno de estos pequeñuelos, porque os hago saber que sus Angeles
en los cielos están siempre viendo el rostro de mi Padre celestial» (Mat. 18,
10).
Es preciso invocarlos
A pesar de la gran perfeción de su naturaleza espiritual
elevada perfectisimamente al orden de la gracia, los Angeles no tienen el poder
de Dios ni su sabiduría infinita. Como explica Santo Tomás, no pueden leer en
el interior de las conciencias(Summa Theologica, 1, 57, 4 ad 31). Es preciso,
por tanto que les demos a conocer de algún modo nuestras necesidades. Como su
permanencia a nuestro lado es continua y con su inteligencla penetra de modo
agudísimo en lo que expresamos, ni siquiera es preciso articular palabras:
basta que mentalmente le hablemos para que nos entienda, e incluso para que
llegue a deducir de nuestro interior más de lo que nosotros mismos somos
capaces.
Por eso es tan recomendable tener un trato de amistad con el
Angel de la guarda. "Ten confianza con tu Angel Custodio.-Trátalo como un
entrañable amigo-lo es- y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos
ordinarios cada día". (Camino, n. 562).
También podemos relacionarnos con los Angeles Custodios de
los demás, para ayudarles en su tarea de conducir al Cielo a esas almas.
"Gánate al Angel Custodio de aquel a quien quieras traer a tu apostolado.
-Es siempre un gran "cómplice" (Camino, n. 563).
Esa complicidad-ordenada y querida por Dios-se extiende a
todas las acciones con que hemos de ganar el Cielo para nosotros y para otras
almas.
Angeles de las comunidades sociales.
« Dios mandará a sus ángeles, para que protejan al justo en
todos sus caminos», leemos en el Antiguo Testamento (Ps.90,11) Es opinión común
de los teólogos, sólidamente fundada en Sagrada Escritura, en los escritos de
los Santos Padres y en liturgia de la Iglesia, la creencia de que los Angeles
Custodios no sólo cuidan de cada alma en particular, sino que extienden su
patrocinio a los cuerpos sociales-paises, corporaciones, ciudades, personas
morales, etc.-, velando para que los lazos que unen a sus miembros no les
aparten de la felicidad eterna, y para que los fines corporativos de las
distintas comunidades sociales, aun de aquellas nacidas para la consecución de
un bien natural se encaminen en último término al fin sobrenatural común a
todos, que es Dios. Los Angeles y la Sagrada Eucaristía. La piedad cristiana
considera desde antiguo que allí donde se encuentra reservada la Santísima
Eucaristía hay Angeles adorando constantemente a Jesucristo Sacramentado.
La tradición cristiana describe a los Angeles Custodios como
a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que le
acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos.
Los cristianos hemos de practicar y difundir la devoción a los Santos Angeles
Custodios, de tanta raigambre en la Iglesia: para que el Angel Custodio, que
nos acompaña siempre, contribuya a mantener en todas nuestras acciones la
unidad de vida, nos proteja, interceda por nosotros, y sea siempre el más poderoso
aliado en la tarea de nuestra santificaclón personal y en el apostolado. Como
reza la oración dirigida a San Miguel, en las fiestas litúrgicas que le dedica
el Misal romano, Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que
no perezcamos en el tremendo Juicio.
Valiosos consejeros celestes
Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros,
inspirándonos santos deseos y buenos propósitos. Evidentemente, lo hacen en el
interior de nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas
santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales consejos.
Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su rebaño,
oyó una voz que la llamaba: "Jeanne! Jeanne!" ¿Quien podría ser, en
aquél lugar tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz brillantísima,
en el medio de la cual estaba un Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de
otros seres angélicos que miraban a la niña con complacencia.
"Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa, ama a Dios y
visita frecuentemente sus santuarios". Y desapareció. Juana, inflamada de
amor de Dios, hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le
apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba, ella quedaba tan
triste que lloraba .
El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90: "El mal no vendrá
sobre ti, y el flagelo no se aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus caminos. Ellos te elevarán
en sus manos, para que tu pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90,
10-12).
Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde, alemana (+ 1186), habiendo
ido en peregrinación a Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el camino,
fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto día, cuando viajaba camino a
Roma, fue asaltada y abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y
vio surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste ayudó cuidadosamente a su
protegida a montar, y la condujo hasta Verona. Allá, se despidió de ella
diciendo: "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas".
Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el siguiente
comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado: "¡Cuán gran reverencia,
devoción y confianza deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
reverencia por la presencia de los Ángeles, la devoción por su benevolencia, y
la confianza por la guarda que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para que te acompañen y asistan en
todos tus caminos; en cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo que no osarías hacer estando
yo en tu presencia". San Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un
fiel paraninfo conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el alma, y
no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de su Señor".
Agrega que la cosa más importante y principal "es la
obediencia que debemos tener a nuestros santos Ángeles, oyendo sus voces
interiores y saludables consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías,
defensores y mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del pecado, como
en el abrazar la virtud y crecer en toda perfección y en el amor santo del
Señor".
Bienaventurado Augustin escribe: "Los Angeles con gran
dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda hora y en todo lugar,
nos ayudan, piensan en nuestras necesidades, sirven de intermediarios entre
nosotros y Dios, elevando a El nuestras quejas y suspiros... Nos acompañan en
todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros, observando como nos
comportamos entre ese genero engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al
Reino de Dios." Un pensamiento semejante tiene San Basilio el Grande:
"Con cada fiel hay un Angel, quien como niñera o pastor dirige su
vida" y para demostración cita las palabras de David, el cantor de los
Salmos: "A sus Angeles dirá sobre ti - que te protegen en todos caminos tuyos..."
"Angel del Señor hará guardia alrededor de los que Le temen y los
ayudará" (Sal. 90:11, 33:8).
El Obispo Feofan el Ermitaño enseña: "Hay que recordar,
que tenemos a un Angel Guardián y dirigirse a El con pensamiento y corazón - en
nuestra vida normal y especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a
El, el Angel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un abismo ó
pantano con ojos cerrados y los oídos tapados - como es posible de
ayudarle?"
Así el cristiano debe recordar a su buen Angel, que durante
toda su vida se preocupa por él, se regocija con sus éxitos espirituales, se
acongoja con sus caídas. Cuando el hombre muere, el Angel lleva su alma a Dios.
Según muchos testimonios, el Alma reconoce a su Angel Guardián, cuando llega al
mundo espiritual.
San Bernardo explicó durante una Cuaresma, en 17 sermones,
el salmo 90. Ya en la Introducción nos dice que hace la explicación de este
salmo, "de donde el enemigo tomó ocasión para tentar al Señor, a fin de
que sean quebrantadas y deshechas las armas del Maligno con lo mismo que él
maliciosamente quería formarlas" (cf. BAC Obras selectas p.358). Damos la
síntesis del sermón 12, en el que el Santo explica el versículo 11 aducido por
el tentador en el desierto: Porque El mandó a sus ángeles cuidasen de ti y te
guardasen en todos tus caminos (cf. Serm. 12 sobre el salmo 90 en Obras
selectas p.413 ss. [BAC, Madrid I947]. El texto latino puede verse en PL
183,221 ss).
Bondad de Dios en enviar a sus ángeles como custodios
"¡Qué lección, hermanos, qué amonestación, qué
consolación tan grande nos ofrecen estas palabras de la Escritura! ¿Qué salmo,
entre todos los demás, esfuerza tan magníficamente a los pusilánimes, despierta
a los negligentes, enseña a los ignorantes? Por eso dispuso la Providencia
divina que especialmente en este tiempo de la Cuaresma tuviesen sus fieles de
continuo en su boca los versículos de este salmo. No parece haberse tomado pie
para ello sino del abuso que de este salmo hizo el diablo, para que en esto
mismo aquel malicioso siervo sirva a los hijos de Dios, aunque a pesar
suyo"...
Esta preocupación de Dios por el hombre manifiesta de modo
extraordinario su misericordia. San Bernardo habla así a Dios: "Aplicas a
él (al hombre) tu corazón y solícito lo cuidas. En fin, le envias tu Unigénito,
diriges a él tu Espiritu, le prometes tu gloria. Y para que nada haya en el
cielo que deje participar en nuestro cuidado, envías a aquellos bienaventurados
espiritus a ejercer su ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra
guarda, les mandas sean nuestros ayos. Poco era para ti haber hecho ángeles
tuyos a los espiritus; háceslos también ángeles de los pequeñuelos, pues
escrito está: Los ángeles de éstos están viendo siempre la cara del Padre (Mt
18,10). A estos espíritus tan bienaventurados háceslos ángeles tuyos para con
nosotros y nuestros para contigo".
Para considerar mejor la bondad de Dios, conviene pensar:
QUIÉN MANDA A LOS ÁNGELES
"La suma majestad mandó a los ángeles, y mandó a los
ángeles suyos, a aquellos espiritus tan sublimes, tan dichosos, tan próximos,
tan inmediatos a El, tan familiarmente allegados a El y verdaderamente de su
casa".
PARA QUIÉNES LOS MANDÓ
"Mandólos a ti ¿Quién eres tú, Señor, y quien es el
hombre para que pongas en él tu corazón o el hijo del hombre para que tanto le
aprecies? ¡Como si el hombre no fuera corrupción y él hijo del hombre un
gusano!"
QUÉ LES MANDÓ
"¿Quizás escribió contra ti amarguras? ¿Acaso les mandó
que muestren su poder contra esta hoja que arrebata el viento, y que persigan
esta paja seca? ¿O que quiten de delante al impío, para que no vea la gloria de
Dios? Esto se ha de mandar algún día, pero no está todavía mandado"...
"Por donde vemos en el Evangelio que, disponiéndose los
criados a recoger al punto la cizaña sembrada después del trigo, el providente
Padre de familia les dice: Dejad que ambos crezcan hasta la siega..., no sea
que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo (Mt. 13,
29-30). Mas ¿cómo el buen grano se podrá conservar hasta el tiempo de la
recolección? Este es precisamente el objeto del mandato que Dios ha impuesto a
sus ángeles para mientras vivamos en la tierra"...
Servicio que prestan al hombre
"A sus ángeles les mandó te guarden. ¡Oh tú, que eres
trigo entre cizaña, grano entre paja, lirio entre espinas! Demos gracias a
Dios, hermanos míos, démosle gracias por mí y por vosotros. Un precioso
depósito me había encomendado, que es el fruto de su cruz y el precio de su
sangre. Mas no se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco eficaz,
tan frágil, tan deficiente; por lo cual puso de guardianes a los ángeles
custodios sobre los muros del alma. Y cierto, aun aquellos que parecen muros
inexpugnables necesitan de estas defensas"
Nuestra correspondencia con los ángeles
"A sus ángeles mandóles guardarte en todos tus caminos.
¡Cuánta reverencia debe infundirte, cuánta confianza debe darte! Reverencia por
su presencia, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia".
REVERENCIA
"Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene
presente a los ángeles en todos tus caminos. En cualquier parte, en cualquier
lugar, aun el más oculto, ten reverencia al ángel de tu guarda. Y ¿cómo te
atreverías a hacer en su presencia lo que no harías estando yo
delante?"."
DEVOCIÓN
Aunque Dios tiene mandado que a El se dé todo honor y toda
gloria, sin embargo, "no debemos ser ingratos con aquellos que le obedecen
con tanto amor y nos amparan en tanta indigencia. Seamos, pues, devotos, seamos
agradecidos a su amor, honrémosles cuanto podamos, cuanto debemos. Mas todo
amor y honor deben ir dirigidos a aquel Señor de cuya mano, así ellos como
nosotros, recibimos el poderle amar y honrar y merecer ser amados y honrados .
Este amor a los ángeles no está prohibido, ni es en
detrimento del amor de Dios; los dos se compaginan perfectamente. Dios, que
exige el amor a El con toda la mente, y con todo el corazón, y con todas las
fuerzas, nos manda amar a todas las cosas para que en ellas le honremos y
amemos a El. "En El, pues, hermanos míos, amemos afectuosamente a sus
ángeles como a quienes han de ser un día coherederos nuestros, siendo por ahora
abogados y tutores puestos por el Padre y colocados por El sobre nosotros.
Ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se manifiesta lo que seremos; por
cuanto, siendo todavía párvulos, estamos bajo abogados y tutores, sin diferir
ahora en nada de los siervos".
CONFIANZA
"Mas aunque somos tan pequeños y nos queda aún tan
largo, y no sólo tan largo, sino tan peligroso camino, ¿qué temeremos teniendo
tales custodios? Ni pueden ser vencidos ni engañados, y mucho menos pueden
engañar los que nos guardan en todos nuestros caminos. Fieles son, prudentes
son, poderosos son. ¿De qué temblamos? Solamente sigámosles, juntémonos a
ellos, y perseveraremos bajo la protección del Dios del cielo..."
"No permitirán que seas tentado por encima de tus fuerzas,
sino que te llevarán en sus manos para que evites los tropiezos..."
"Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación
o amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu conductor, al protector
que Dios te asignó para el tiempo de la necesidad y de la tribulación. Dale
voces y dile: ¡Sálvanos, Señor, que perecemos! (Mt. 8,25). No duerme ni
dormita, aunque por breve tiempo disimule alguna vez; no sea que con mayor
peligro te precipites de sus manos, si ignoras que ellas te sustentan.
Espirituales son estas manos, como también lo son los auxilios que a cada uno
de los elegidos prestan, según sea el peligro y la dificultad que han de
superar más o menos grande".
Ángeles custodios en la vida diaria
El conocido "angelito de la guarda" puede ser más
útil de lo que te imaginas...
Nunca será sencillo comprender en su totalidad, cómo es que
un ser de naturaleza espiritual pueda interactuar con nosotros en el mundo
material, pero ciertamente nos acompañan, ayudan, aconsejan, inspiran, día a
día, a cada momento, cuando dormimos, sin pedirlo, sin darnos cuenta y aún
olvidando su presencia... nunca un buen amigo ha estado junto a nosotros con
tal disposición.
Como ya sabemos, en la Sagrada Escritura se hace referencia
a la intervención de los Ángeles Custodios, pero ¿qué hay de nosotros, los
hombres y mujeres del tercer milenio, los que vivimos en un mundo donde lo que
cuenta es lo que se ve y se toca?, ¿Es posible pensar en llevar una relación
estrecha con ese Mensajero de Dios en el hogar, la oficina, el taller, la
escuela, el consultorio del médico y en todo lugar y circunstancia? La
respuesta es si.
Primero debemos ser conscientes -con ayuda de la Fe y la
Gracia- de su presencia, comenzar a platicar con él mentalmente o en voz alta,
como lo haríamos con una persona que está a nuestro lado y nos ha inspirado
confianza.
Algunas personas, con el ánimo de lograr un mejor
acercamiento con su Ángel le han puesto nombre, su propio nombre, tomado algún
nombre de la Escritura, el que más les gusta, el de uno de sus hijos... como no
tienen género no importa si es propio de mujer o de hombre, también puede ser
un mote cariñoso.
Con el trato diario a nuestro Ángel, pronto comenzaremos a
descubrir cosas que aparentemente son producto de la casualidad o de la suerte:
el encontrar estacionamiento donde normalmente no hay lugar, la reacción
comprensiva de nuestro jefe ante una
situación inesperada, encontrar el consejo adecuado para dar
a nuestros hijos o a aquella persona que lo necesita, y así, tantas y tantas
situaciones que parecen surgir de la nada. Y todo esto no es otra cosa sino su
intervención delicada y dedicada en multitud de asuntos cotidianos.
Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda
valiosísima, pues además de las oraciones que habitualmente le dirigimos,
podemos entablar un diálogo frecuente, que se traduce en peticiones concretas y
sencillas, a título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores
disposiciones a la Eucaristía, la Confesión y nuestra oración personal; ayuda
para recordar dónde dejamos aquel objeto aparentemente perdido; encontrar las
palabras adecuadas para decir aquello que es delicado; antes de salir de casa
pedirle que aparte un lugar para estacionarse; localizar con prontitud una
dirección hacia la cual nos dirigimos; también es conveniente pedirle que
"hable" con el Ángel de aquella persona con la que particularmente se
es difícil tratar, para lograr un verdadero diálogo; ayuda para iniciar o
terminar con prontitud esmero y cuidado aquella tarea que es particularmente
tediosa; saber cómo corregir con cariño a los hijos; el encontrar la manera más
adecuada de procurar el cuidado atención y tratamiento a un enfermo; saber qué
decirle a aquella persona tan cercana a nosotros pero muy alejada de Dios; y
así podríamos enumerar múltiples situaciones en las cuales su presencia se hace
indispensable.
Debemos ser conscientes de que nuestro Ángel en ningún
momento substituirá nuestro esfuerzo personal, nunca hará que se obtenga una
buena calificación sin estudiar;
conseguir un mejor empleo sin tener la preparación adecuada
y necesaria; mostrar como bueno algo que hicimos mal; coaccionar a las personas
para que reaccionen a nuestra conveniencia; conseguir un aumento de sueldo
haciendo un trabajo de mala calidad; mantener la amistad con Dios sin
confesarnos; pedir que una comida sea excelente sin haber puesto el cuidado
necesario en todo el proceso de preparación; que los hijos sean buenos sin
dedicarles tiempo para conversar con ellos y orientarlos.
De esta forma vemos que las cosas no son, ni serán, producto
del azar, ya que nuestro Ángel Custodio es otro de los medios que Dios ha
puesto a nuestro alcance como ayuda esencialmente espiritual , ya que detrás de
todo aquello que podamos ver, está la Gracia y bondad Divina.
Oraciones a los ángeles
¿Puedo rezarle a mi ángel custodio? ¿Puedo rezar a otros
ángeles? Al Ángel Custodio
Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni
de noche ni de día, hasta que me entregues en los brazos de María. No me dejes
solo, que me perdería.
Ángel de Dios,
Ángel de mi guarda,
ilumíname, guárdame,
y gobiérname este día.
Amén
A San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la persversidad y asechanzas del
demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes;
y tú, Príncipe de la milicia celestial,
arroja al infierno, con el divino poder,
a Satanás y a los demás espíritus malignos,
que vagan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén
Bendición para el Viaje
Por la intercesión de Santa María,
que tenga (tengamos, etc.)
un buen viaje:
que el Señor esté en mi (nuestro) camino,
y su Ángel me acompañe (y sus Ángeles nos acompañen).
En el nombre dle Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Oración a los Santos Ángeles Custodios de los Sagrarios
"Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros
Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía,
defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor".
"Dios, Padre misericordioso, que en tu providencia
inefable te has dignado enviar para nuestra guarda a tus Santos Ángeles;
concede a quienes te suplican ser siempre defendidos por su protección y gozar
eternamente de su compañía.
Por nuestro Señor Jesucristo..."
(Colecta de la Misa de los Santos Ángeles Custodios)
Petición a Dios
"Dios, Padre del Cielo, que con admirable sabiduría,
distribuyes los ministerios de los Ángeles y de los hombres; te pedimos que
nuestra vida sea protegida en la tierra, por quienes te asisten siempre en el
Cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo..."
(Colecta de la Misa de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel
y Rafael)
Los "otros" ángeles
Tan reales como nuestro ángeles custodios, aquellos que
desobedecieron a Dios también influyen en nuestras vidas. Ya hemos tratado
anteriormente el tema de los ángeles, su existencia y nuestra influencia en la
vida diaria. Hoy toca el momento de hablar de "los otros ángeles"...
Hablar de ángeles caídos, demonio y temas similares no es
fácil, pues actualmente así como hay gente que se aparta ante todo lo que
"huela" a religión, también tiende a pensarse en fanatismo e
intolerancia cuando se trata cualquier asunto relacionado con la demonología.
Por otra parte el tema mismo puede despertar el morbo de la
gente. Basta ver todas las películas que explotan este tópico. Es evidente que
hoy en día hay más películas como "El Exorcista", "El Abogado
del Diablo" o "La Profecía" que de vidas de Santos o narrativas
del Evangelio.
Es fácil pensar en el demonio como un ser de ciencia ficción
o de historias de terror, y esto no es casualidad. Uno de los grande éxitos de
los ángeles caídos en sus propósitos es el lograr que no se crea en su
existencia ni en su influencia en nuestras vidas. Así como nuestros ángeles
custodios tienen un papel importante en nuestra vida diaria, así también ocurre
con los "otros" ángeles también dotados de inteligencia, de libertad
y que forman parte de ese "mundo invisible" que recitamos al rezar el
Credo: "Creo en lo visible y lo invisible."
Para el católico es muy importante conocer este tema que
afecta directamente nuestra vida espiritual, que es real y que es una verdad de
Fe profesada contínuamente por la Iglesia Católica.
Hechas las consideraciones anteriores, es momento de entrar
en materia:
En algunos momentos podemos olvidar que el demonio actúa de
manera efectiva y real de nuestra vida, creyendo que sólo se manifestará en una
posesión o en algún evento extraordinario.
Al igual que en algunas películas, el villano aparece como
un personaje bien parecido o elegante; del mismo modo, el demonio se oculta
tras las cosas aparentemente buenas o a nuestro juicio inofensivas, y no sólo
eso, nos hace creer que no existe. Si pudiéramos verlo, seguramente nos
causaría horror y como consecuencia acudiríamos inmediatamente al auxilio
divino, lo cual seria contrario a su plan: alejarnos de Dios y crear enemistad
con Él mediante el pecado. El demonio en este sentido es increíblemente sutil,
y por tanto peligrosamente efectivo.
El demonio y los ángeles que le acompañaron en desobedecer a
Dios no pueden leer nuestra mente, pero son capaces de conocer nuestras
intenciones e influir en nosotros deseos, recuerdos y tentaciones.
Podemos caer bajo su influencia de distintas maneras, según
el momento y las circunstancias; debemos recordar que Dios permite las
tentaciones y estas nunca serán desproporcionadas a nuestras fuerzas, es decir,
en todo momento contamos con la ayuda de la gracia para superar los obstáculos
y acercarnos más a Dios. No olvidemos que aún en nuestras caídas podemos
comprender nuestra naturaleza debilitada, y crecer en la humildad.
Las tentaciones que se nos presentan, son dirigidas a
nuestra naturaleza caída, abusando de nuestras debilidades humanas: tendencia
al placer, la comodidad, la grandeza; cuando nuestro corazón lo ponemos en
nosotros mismos o en las cosas, es fácil desviar nuestra atención de Dios.
Claro esta que en algunas ocasiones nosotros "ponemos
de nuestra parte" para caer en pecado por imprudencia:
- Asistir a un espectáculo que excite nuestra imaginación o
nuestros sentidos de tal modo que obtengamos un placer que nos aleja de Dios.
- Detenernos a ver revistas o películas en los estantes, que
si bien no son pornográficas, estimulan la imaginación. Todos sabemos que
"no es lo que se ve, si no lo que se oculta" lo que provoca que la
imaginación complete el cuadro.
- Por curiosidad o ignorancia asistir a un lugar donde se
practica la lectura de cartas, la mano, el café o cualquier otra forma de
"adivinación" la cual está severamente condenada desde el Antiguo
Testamento y hasta nuestros días por el Magisterio de la Iglesia. No debería
ser extraño que lo que se dice sea cierto o se cumpla en un futuro, es un medio
para alejarnos de Dios por desconfiar de la Providencia Divina. ¿Para qué
necesitamos como católicos saber el futuro, si nos abandonamos diariamente en
el Padre al que le rogamos constantemente "Danos hoy nuestro pan de cada
día"? ¿No fue Jesús quien nos dijo que no habríamos de preocuparnos del
futuro pues cada día trae su propio afán? Jesucristo nos ha mostrado a un Dios
Padre bondadoso que si viste a los lirios del campo mejor que al Rey Salomón
¿Qué no hará por nosotros que somos sus hijos? Al tratar de
"adivinar" el futuro desconfiamos de este Padre amoroso.
- El trato con alguien del sexo opuesto, que por su
condición (o la nuestra) no debemos llegar a cierta intimidad o familiaridad:
por estar casado, la relación de trabajo, la amistad familiar...
Otra manera en la que el demonio ejerce su influencia es
mediante los recuerdos:
- Revive los disgustos que hemos tenido con las personas.
- Nos trae a la mente recuerdos de actos realizados contra
la pureza, con peligro de recrear la imaginación y reavivar malos deseos.
- Traernos remordimientos sobre nuestras faltas: maltrato a
los hijos, amigos o conocidos; alguna trampa en el negocio o en el estudio;
falta de atención a un enfermo; no haber pedido perdón a aquella persona que
estimábamos...
Todo esto, aún habiéndolo confesado y reparado las faltas cometidas.
No olvidemos que una tentación típica de muchos Santos ha sido el sentir que
están en pecado mortal aún cuando hayan hecho un examen de conciencia pleno y
una confesión completa.
También podemos advertir la influencia negativa en nuestra
pereza o desgano:
- No ir a confesarse pretextando pena por los pecados
cometidos
- Creer que no vale la pena confesarse porque volveremos a
pecar o sentimos que siempre decimos los mismos pecados
- Faltando al precepto de la Misa dominical por pereza u
otras actividades
- No cumplir nuestro deber familiar, de trabajo o estudio
poniendo como pretexto cansancio, enfermedad, aburrimiento...
Otras tentaciones que podemos considerar son las relativas a
la soberbia:
- Sentir que Dios puede perdonarnos en cualquier momento
- No ceder en nuestros gustos, ideas y opiniones, aunque se
nos demuestre que estamos en un error
- Considerarnos mas importantes, aptos o inteligentes que
los demás
La imaginación también tiene un papel importante, ya que nos
hace elaborar fantasías que si en el momento no son reales, pueden llevarnos a
cometer faltas graves por un desordenado deseo:
- Observar a alguien del sexo opuesto que vemos por la calle
y faltarle el respeto con el pensamiento.
- Creer que por el trato amable que tiene una persona, busca
algo más de nosotros desconfiando de ella.
- Pensar en qué tenemos que hacer para que una persona que
ocupa un mejor puesto de trabajo que el nuestro caiga y podamos ascender
nosotros.
- Encadenar una serie de mentiras para justificarnos o
conseguir un beneficio.
Los detalles que consideramos poco importantes van
endureciendo nuestra conciencia, tomándolos como "actitudes
naturales", y así poco a poco hasta caer con más facilidad en pecados
graves, con peligro de no tener la fuerza interior necesaria para buscar la
reconciliación con Dios.
Meditar en lo anterior debe ponernos en guardia y no ser
ingenuos pensando que el Demonio no existe. Una vez que estamos alertados de
esto, debemos fortalecer nuestra debilidad acudiendo con regularidad al sacramento
de la Reconciliación (Confesión), hacer oración aún si estamos en pecado
mortal, pedir ayuda a la Santísima Virgen y a nuestro Angel Custodio, serán los
medios habituales para evitar las tentaciones, las ocasiones de pecado y el
pecado mismo, pues con su ayuda alejaremos de nosotros la influencia de los
ángeles caídos, o mejor dicho: el demonio.
Los demonios son aquellos ángeles que desobedecieron a Dios
y fueron condenados eternamente al infierno. Conocemos su existencia porque la
enseña la Sagrada Escritura y la Tradición. Jesucristo dijo: "Yo vi a
satanás caer del Cielo como un rayo" (San Lucas 10, 18).
"El Diablo es homicida desde el principio y no se
mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (San Juan 8, 44)
Es un dogma de fe definido por la Iglesia Católica la
existencia de los demonios.
"El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente
fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismo, se hicieron
malos" (Concilio IV de Letrán).
El jefe de los demonios es lucifer o stanás o diablo.
Recibe, además otros nombres: luzbel, beelcebú, belial, el maligno, príncipe de
este mundo.
Se le compara a un león, a un dragón y a una serpiente.
La palabra diablo procede del griego y significa
"instigador"; el que casua la destrucción y la división ; el
murmurador, el engañador.
La palabra satanás procede del hebreo, significa
"adversario".
No sabemos el número de demonios, pero son muchos. En el
Nuevo Testamento aparece un endemoniado que dijo a Jesucristo "mi nombre
es legión, pues somos muchos" (San Marcos 5, 9).
El demonio tiene poder sobre los humanos porque su
conocimiento y su influencia es superior al de éstos. El demonio no tiene, sin
embargo, poder directamente sobre nuestrainteligencia pues no conoce nuestros
pensamientos íntimos; tampoco sobre nuestra voluntad pues nunca puede
obligarnos a pecar.
La actividad del demonio se manifiesta en los humanos al:
• Inducir a desobedecer los Mandamientos Divinos y a
rebelarse contra Dios.
• Propagar el error y la mala doctrina.
• Inducir al hombre a la mentira y a la corrupción.
• Provocar la rebeldía en el hombre que sufre penalidades.
• Influier sobre el cuerpo, los sentidos y la imaginación.
• Influir sobre los bienes materiales.
• Producir hechos extraordinarios que tienen la aparición de
milagro, con el fin de hacer adeptos.
• Llenar de temor, angustia y tristeza al hombre para alejarlo
de Dios.
• Inducir a la brujería, las "limpias", a las
supersticiones, al espiritismo y a la magia negra.
• Promover el culto demoniaco.
Su actividad durará hasta el final de los tiempos. La
Iglesia enseña que "toda la historia humana está invadida por una tremenda
lucha contra el poder de las tinieblas, que iniciada desde el principio del
mundo durará hasta el último día, como dice el Señor" (Concilio Vaticano
II, Const Gaudium et Spes, n. 37)
El demonio puede atormentar a los hombres por medio de la posesión
y la obsesión diabólica.
La posesión diabólica consiste en que el demonio se apodera
del cuerpo de una persona para atormentarla. En el cristianismo son raros los
casos, gracias a la Redención de Cristo.
La obsesión diabólica consiste en que el demoni molesta
externamente a las personas: con golpes u otras manifestaciones.
La Iglesia Católica tiene poder, recibido de Cristo, de
arrojar al demonio de una persona posesa, de un lugar o de un objeto, por medio
del exorcismo.
Las tentaciones consisten en que el demonio o el mundo o la
carne influyen en el hombre despertando imágenes en la memoria y provodando
sensaciones capaces de afectar su inteligencia y de inclinar su voluntad hacia
cualquier pecado, por ejemplo: el robo, el homocidio, etc.
Tener tentaciones no es pecado. Llegan a ser pecado si
existen la advertencia y el consentimiento.
Los medios para vencer al demonio son:
• Rezar frecuentemente.
• Recurrir al Sacramento de la Penitencia (confesión).
• Persignarse ante cualquier tentación.
• Besar un crucifijo con amor.
• Usar agua bendita, especialmente antes de dormir. (Decía
Santa Teresa de Ávila que de ninguna cosa huyen más los demonios, para no
tornar, que del agua bendita).
• Invocar con devoción a la Santísima Virgen María y a
nuestro Ángel Custodio.
• Invocar con devoción a San Miguel Arcángel.
• Rezar con devoción tres Ave María.
Todos los Angeles fueron creados buenos por Dios. Sin
embargo ellos, igual que los humanos fueron dotados de libre voluntad, y podían
elegir entre la obediencia a Dios y la rebelión, entre el bien y el mal.
Habiendo usado mal su libertad, parte de los ángeles, encabezados por lucifer,
se separaron de Dios y formaron su reino.
Aquella rebelión de los ángeles contra Dios fue -algo que no
podemos imaginar, pero que el apóstol San Juan nos describe en el Apocalipsis,
hablando de "un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y
sobre sus cabezas siete diademas; arrastró con su cola a la tercera parte de
las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Hubo luego una gran batalla
en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. También el dragón
y sus ángeles combatieron, pero no vencieron, y no quedó ya lugar para ellos en
el cielo. Y fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente que se llama
diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; lanzado fue a la tierra , y sus
ángeles con el.Ap.12,3-4, 7-9
Acerca del pecado de los ángeles, la Revelación se limita a
hacer algunas indicaciones. Si todo pecado comienza por la soberbia (Ecle. 10, 12
y sig.), también el pecado de los ángeles habrá tenido que comenzar por la
soberbia. Del "hijo de la perdición" se dice que se alza contra Dios
y todo lo santo (2 Thess. 2, 4). En concreto, puede decirse sobre el pecado de
Satanás que éste, deslumbrado por su propia gloria, olvidó que dependía de Dios
y negó esa dependencia, que se opuso a ser mera criatura o que rechazó el don
de la perfección sobrenatural que Dios le ofrecía porque no quería deber nada
al amor. Su lucha encarnizada con Cristo y contra la obra de la Redención nos
permite colegir que Satanás se resistió a reconocer la supremacía de Cristo, a
reconocer que Cristo, el Hijo de Dios encarnado, es el corazón y la cabeza de
la Creación.
El castigo que merecieron por su pecado es doble: la obstinación
de la voluntad en el mal, y el fuego eterno o infierno Judas 6, 2Pe 2,4.
Desde los tiempos, cuando Ap. Pablo escribió su epístola a
los Corintios (2 Cor. 11:4) y casi hasta nuestros días, en los escritos de la
Iglesia se mencionan casos cuando los ángeles caídos tomaban distintas formas -
y no solo de Angeles de la Luz, sino también de los Santos, la Virgen María y
hasta el mismo Jesús Cristo! Por ejemplo San Juan Kassian, en sus escritos
sobre un cuidadoso reconocimiento de los espíritus de otro mundo, cuenta como
un monje se suicidó y otro hombre quiso sacrificar a su hijo como siguiendo la
obediencia del Patriarca Abraham (Gen. Cap. 22).
En ambos casos estas conductas aberrantes fueron provocados
por los demonios, que se les aparecieron bajo la forma de Angeles de la Luz
(Amor al bien t. 1).
El Patericon de Kievo-Pechersk cuenta el caso de un joven
monje Nikita quien se le apareció un "ángel de luz." Este
"ángel" ordenó a Nikita no perder tiempo en oraciones y dedicarse al
estudio de Sagradas Escrituras, y le prometió a Nikita que orará por el.
Después que el demonio, tomando la forma de un ángel, comenzó a orar en la
celda de Nikita, éste recibió el don de clarividencia.
Pronto se hablo del nuevo "clarividente" y la
gente comenzó a venir a él para recibir su consejo y dirección. Pero pronto se
notó una rareza - Nikita no queria ni hablar del Evangelio - él estudiaba y
citaba solamente el Antiguo Testamento. Por fin los monjes se dieron cuenta que
Nikita cayó en las garras del demonio, al que expulsaron con sus oraciones.
Volviendo en sí, Nikita hizo una profunda penitencia y se transformó en un
monje ejemplar y esforzado. Con el tiempo fue consagrado como Obispo de
Novgorod. El fue un buen pastor, se distinguía por su sabiduría y el don de
milagros. Nosotros lo conocemos con el nombre de San Nikita el Ermitaño.
Nuestro Señor nos prevenía: "Tengan cuidado con los
falsos profetas, que vienen a vosotros en la piel de la oveja, pero son lobos
feroces. Por sus frutos los reconoceréis: Es posible cosechar uvas del endrino
o higos de un cardo?" (Mat. 7:15-16). El Ap. Pablo nos enseña: "El
fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia,
misericordia, fe, dulzura, contención. Sobre éstos no hay ley... Aquellos, que
son de Cristo, crucificaron su carne con pasiones y deseos" (Gal.
5:22-24).
Seguir en la vida las palabras de Cristo y de Ap. Pablo - no
es fácil, debido a nuestra imperfección, pecado, ligereza (y falta de
conocimientos), e ignorancia y también debido a la prac-tica de muchos siglos
que poseen los espíritus de mal en su lucha contra Dios y los hombres. Hay que
recordar, que hasta los hombres consagrados a Cristo, como los monjes que
citamos mas arriba, no están asegurados contra la seducción demoniaca y pueden
ser burlados por ella.
Por eso, si ante nosotros aparece alguien como ángel o
tenemos una visión, hay que tener un gran cuidado de no confundir a un ángel
caído con uno bueno. Los Santos Padres, inspirados por el Espíritu Santo y su
experiencia espiritual, nos exhortan con amor de orar con humildad y no tratar
de tener visiones y experiencias exaltadas. En el caso que veamos a alguien o
algo extraordinario, ser muy circumpuestos y contar, lo mas pronto posible, el
hecho a un experimentado padre espiritual.
Los Santos Padres nos enseñan, que si tenemos la mínima duda
sobre la naturaleza de nuestra aparición, interrumpir todo contacto con esta y
dirigirnos a Dios con una intensa oración, pidiendo Su ayuda. Si este espíritu
es en efecto un enviado celestial, un Angel bueno, el se alegrará de nuestro
vigilante cuidado.
San Atanasio también nos advierte que la soberbia perdió al
demonio, y por ello debemos practicar la humildad. " Un gran remedio para
la salud es la humildad, ya que Satanás fue arrojado del cielo no por
libertinaje o adulterio o robo, sino que fue la soberbia lo que le precipitó a
las partes inferiores del abismo".
San Agustín, respecto a la salvación o pérdida de los
ángeles, y su persistencia en el bien o en el mal, dice que " los unos
permanecen inquebrantablemente fieles en el Bien común a todos, que es Dios
mismo, y en su eternidad, bondad y amor. Los otros, al contrario, orgullosos de
su poder, como si fueran por si mismos el propio bien, se han apartado del Bien
supremo común y beatificante, y se han vuelto hacia sí mismos; impertinente
soberbia por sublime eternidad, su artificioso engaño por seguísima verdad, y
sus deseos particulares por amor puro" Tenemos aquí una breve descripción
de cómo una mala elección puede hacer tanto daño a una criatura.
La existencia de los demonios y su acción maligna es una
verdad de fe. No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo primitivo que
personificaba al mal en unos seres superiores pero inexistentes. La mayor
diablura del diablo es: hacernos creer que no existe.
Por el contrario, estos seres reales, personales,
espirituales, aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen como un
ejército derrotado, en huida, gran capacidad de hacernos daño:
a) Porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y así su
conocimiento y su poder son muy superiores a los nuestros.
b) Porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado el
mejor modo de engañarnos.
c) Porque su voluntad perversa está siempre inclinada a toda
maldad. Los demonios procuran nuestro mal:
d) Por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros.
e) Por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su poder.
f) Por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar los
puestos que ellos perdieron en el cielo.
El Señor llama al diablo "el asesino de la humanidad
desde el principio," refiriéndose al momento cuando él, tomando la forma
de una serpiente, sedujo a nuestros antepasados Adán y Eva, que quebraron la
ley de Dios y con esto privaron a la humanidad de su inmortalidad (Gen. 3:1-6).
Desde entonces, teniendo la posibilidad de influir sobre los pensamientos y
sentimientos humanos, el diablo y sus demonios, tratan de hundir a la humanidad
cada vez mas profundamente en el pecado, donde se encuentran ellos: "Quien
peca es de Diablo, ya que éste fue el primero que pecó… Cada uno que peca es
esclavo del pecado" (1 Juan 3:8, Juan 8:3-4).
Recordemos que el diablo es un mentiroso profesional,
calumniador, sembrador de confusión y discordias; él y sus ángeles caídos, con
todas sus fuerzas tratan de perdernos y para esto usan no solo la insinuación,
sino muchas otras astucias, incluyendo su camuflaje en otro seres. Por eso
todos los fenómenos, que nos causan admiración, confusión ó miedo, pueden
fácilmente ser resultado de su trabajo infame contra nosotros.
La presencia de los espíritus del mal entre los hombres
constituye un constante peligro para nosotros. Por eso Ap. Pedro nos recuerda:
"Sean atentos y vigilantes porque nuestro enemigo, el diablo, es como un
león rugiente, que busca a quien tragar" (1 Ped. 5:8). Semejante llamado
de atención nos dice el Ap. Pablo: "Hermanos míos, confortaos en el Señor,
y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestas" (Ef. 6:11-12). De estas palabras de las
Escrituras vemos que la vida humana es una intensa y constante lucha, para
defender su alma.
Hay que considerar que, no obstante el gran daño que
ocasionaron a sí mismos los demonios, y aún estando despojados de la gracia
divina, conservan todo el poder que les corresponde por su naturaleza en cuanto
a la inteligencia y voluntad. Obviamente están sujetos al querer y al poder de
Dios; pero por esa fuerza natural que conservan como seres espirituales, dada
su malicia, continúan siendo criaturas peligrosas y muy de temer de nuestra
parte, por que se ocupan de hacer y desear toda clase de males posibles.
De hecho, en el Cielo la guerra esta terminó con la derrota
total del mal. Pero la batalla se trasladó del Cielo a nuestro mundo y al
corazón de los hombres. En esta batalla contra el mal nos ayudan activamente
los Angeles buenos.
La existencia de los ángeles revelada por Dios
1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del mundo, no
podían concluirse sin dedicar una atención adecuada a un contenido concreto de
la revelación divina: la creación de los seres puramente espirituales, que la
Sagrada Escritura llama "ángeles". Tal creación aparece claramente en
los Símbolos de la Fe, especialmente en el Símbolo niceno- constantinopolitano:
Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de
todas las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles".
Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una posición singular:
gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible, mientras que, por el alma
espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la
creación visible y la invisible. A esta última, según el Credo que la Iglesia
profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres, puramente
espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible, aunque están
presentes y actuantes en él. Ellos constituyen un mundo específico.
2. Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o
menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a
veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como
fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o,
viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada.
La existencia de los seres espirituales que la Sagrada
Escritura, habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos
de Cristo por los saduceos (Cfr. Hech 23, 8). La niegan también los
materialistas y racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como
agudamente observa un teólogo moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de
los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con
ella toda la historia de la salvación" (.). Toda la Tradición es unánime
sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo, es un eco de cuanto
Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en El (Cristo) fueron creadas
todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los
tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por
El y para El" (Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y
consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura" (Col 1,
15), está en el centro del universo como razón y quicio de toda la creación,
como ya hemos visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos cuando
hablemos más directamente de El.
3. La referencia al primado de Cristo nos ayuda a comprender
que la verdad acerca de la existencia y acción de los ángeles (buenos y malos)
no constituyen el contenido central de la Palabra de Dios.
En la Revelación, Dios habla en primer lugar "a los
hombres. y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos a la comunión
con El", según leemos en la Cons. "Dei Verbum" del Conc.
Vaticano II (n.2). De este modo "las profunda verdad, tanto de Dios como
de la salvación de los hombres", es el contenido central de la Revelación
que "resplandece " más plenamente en la persona de Cristo (Cfr. Dei
Verbum 2).
La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido,
"colateral", y, no obstante, inseparable de la Revelación central que
es la existencia, la majestad y la gloria del Creador que brillan en toda la
creación ("visible" e "invisible") y en la acción salvífica
de Dios en la historia del hombre. Los ángeles no son, criaturas de primer
plano en la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a ella
plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir misiones
fundamentales en nombre del mismo Dios.
Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I, que
hemos citado ya muchas veces: "Todo lo creado Dios lo conserva y lo dirige
con su Providencia extendiéndose de un confín al otro con fuerza y gobernando
con bondad todas las cosas. "Todas las cosas están desnudas y manifiestas
a sus ojos", hasta aquello que tendrá lugar por libre iniciativa de las
criaturas". La Providencia abraza, por tanto, también el mundo de los
espíritus puros, que aun más plenamente que los hombres son seres racionales y
libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas indicaciones que les
conciernen.
Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que
afectó a estas criaturas angélicas, sin que nada escapase a la eterna Sabiduría,
la cual con fuerza (fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo
lleva al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La Sagrada Escritura ofrece un testimonio bastante explícito
de esta máxima cercanía a Dios de los ángeles, de los cuales habla, con
lenguaje figurado, como del "trono" de Dios, de sus
"ejércitos", de su "cielo". Ella ha inspirado la poesía y
el arte de los siglos cristianos que nos presentan a los ángeles como la
"corte de Dios".