sábado, 27 de abril de 2019

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

Algunas cuestiones primarias sobre los pecados

¿Qué es el pecado?

El pecado es simplemente una realidad que no podemos ocultar ni pasar por alto, muchas personas se burla sobre esto y haciendo chistes del pecado, otros a su vez juegan con el pecado.
Primero debemos conocer bien ¿Qué es pecado? porque las personas tiene diversidad de significado de él, pero realmente tienen un significado totalmente errado sobre el. Existen muchos que piensan que es solo tomar licor, tener muchas mujeres, matar etc. Para ellos solo eso es pecado, pero están completamente equivocados.
Para muchos el pecado es algo muy normal y pasajero, e incluso piensan que ir al mar y no bañarse es un pecado. Pero están completamente equivocados, en la Santa Biblia podemos encontrar la verdadera definición del pecado en I Juan.3:4 “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. Claramente nos dice que es Infringir.
Entonces podemos decir el pecado es infringir o violar la ley impuesta por Dios, así que cuando violamos la ley de Dios estamos cometiendo pecado, ya que es violar la ley.
Es importante entender que el pecado trae consigo fuertes consecuencias y son muy graves. Recuerda Dios nos hizo con libre albedrío, haciendo y decidiendo como nosotros queramos, pero si no recapacitamos vamos a pagar las consecuencias.




Definición de pecado

1849 El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27; San Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6) )

1850 El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces” (Sal 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28). Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la salvación (cf Flp 2, 6-9).


1851 Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia de Cristo vencería, donde el pecado manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y del príncipe de este mundo (cf Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados.

La diversidad de pecados

La variedad que existe es muy grande, además pueden distinguirse según cuál sea su objeto o virtudes o también a los mandamientos a los que esta acción se opone. Los pecados se van en contra Dios, del prójimo y de nosotros mismos, se les puede distinguir por ser en: pensamiento, omisión, palabra y obra.


También son distinguidos según sea su objeto es decir; por exceso o defecto. La raíz del pecado se encuentra principalmente en el corazón del hombre, aprovechándose de que tenemos libre voluntad, en la biblia dice que; “De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre” según el libro de (San Mateo 15,19-20).


En el corazón habita también la caridad, este es el principio de las obras benévolas y puras, a la que el pecado hiere. Es importante destacar dos puntos sobre el pecado:
El Pecado Original: es aquel cuya causa es proveniente de Adán y de Eva, al ser ellos la cabeza principal de la raza humana, transmiten directamente la conservación y también la pérdida de la justicia


Pecado Actual: es aquel cuyas causas es la libre voluntad que posee el individuo. Siendo todo acto voluntario que surge en el ser humano contrario a la recta razón.

¿Me puedo ver afectado por el pecado?

Ni que decir tiene que, por norma general, tanto hombres como mujeres, tenemos a comportarnos de una manera, de un modo acorde con lo que se espera de nosotros. Sin embargo, resulta extraño ver como, por mucho que lo intentemos y por muchos esfuerzos que pongamos en ello, alguno de los 7 pecados capitales recaen sobre nosotros como una pesada losa ante la que, por mucho que nos cueste admitir, no podemos hacer nada. ¿O es que alguien, nunca mejor dicho, está libre de pecado? Por supuesto que no.



La gravedad del pecado: pecado mortal y venial


1854 “Conviene valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y venial, perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se ha impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los hombres la corroboran.”


1855 El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.


El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.


1856 El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco del sacramento de la Reconciliación:

«Cuando […] la voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la que estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para ser mortal […] sea contra el amor de Dios, como la blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el homicidio, el adulterio, etc […] En cambio, cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden, pero que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo, como una palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son veniales» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 88, a. 2, c).



1857 Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (RP 17).

1858 La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño.


1859. El pecado mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento. Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su oposición a la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.


1860. La ignorancia involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre. Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos patológicos. El pecado más grave es el que se comete por malicia, por elección deliberada del mal.


1861 El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.


1862 Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento.


1863 El pecado venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral; merece penas temporales. El pecado venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer el pecado mortal. No obstante, el pecado venial no nos hace contrarios a la voluntad y la amistad divinas; no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios. “No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna” (RP 17):


«El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión…» (San Agustín, In epistulam Iohannis ad Parthos tractatus 1, 6)..


1864 “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12, 10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cfDeV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.

Breve resumen de lo que supone cada pecado

El primero de los pecados, la soberbia, se trata de la sobrevaloración del Yo, creerse superior a todos los demás incluso ante Dios. La avaricia, es el deseo incontrolable por posesiones materiales. La lujuria, es el deseo desordenado de placer sexual. La ira es la combinación de odio y enfado descontrolado. La gula es el consumo excesivo e innecesario de alimentos, bebidas o sustancias. La envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La pereza es el desanimo o tristeza hacia los esfuerzos físicos o espirituales.

¿Cuáles son los siete pecados capitales?

Los 7 pecados capitales según la Biblia son
1. La soberbia.
2. La avaricia.
3. La lujuria.
4. La ira.
5. La gula.
6. La envidia.
7. La pereza
.
La importancia de los pecados capitales se centra en la ruptura de la comunión con Dios, cuando pecamos el Espíritu Santo se entristece y su voz en nuestro interior queda en silencio, así que debemos proceder al arrepentimiento si deseamos vivir una eternidad con Dios.
Qué duda cabe que desde que el hombre es hombre, el pecado capital ha estado siempre presente en su persona. De hecho, incluso se podría decir que desde el hecho primigenio en el que Adán muerde la manzana que le dio a probar Eva, conforma en sí mismo todos y cada uno de ellos. Y, quién sabe, si quizá por ello, en la actualidad, en pleno siglo XXI, el hombre digital sigue condenado.


La soberbia

El orgullo o la soberbia, es la estima en uno mismo, o amor propio que no debería producirse, en busca de la atención y el honor hacia la propia persona, siendo esto contrario a Dios.

Por ello, se trata de una forma de blasfemar el alma, que provoca que se produzcan otros errores humanos. De forma estricta, se trataría del orgullo que busca aquella persona que trata de igualarse a Dios.

La soberbia es por tanto, amarse en demasía, haciéndonos despreciar a Dios y al resto. Somos personas con soberbia, cuando pensamos que somos capaces de hacer cualquier cosa, que no requerimos de Dios, ni de nadie más, cuando pensamos que somos los más inteligentes, los más perfectos, y tomamos por personas de menor valía a los demás, cuando una persona es presumida o le gusta ser el centro de atención, o cuando pretendemos que todo el mundo actúe según nuestro parecer, cuando creemos que merecemos todo, o cuando sólo hablamos de nosotros mismos.

Las personas que padecen de soberbia, se pueden manipular con facilidad, basta con enaltecer su ego, para poder obtener de ellos cualquier cosa, y de forma general, bajo ese escudo de arrogancia, se esconde una baja autoestima, propia de una persona que sufre. Siempre pretenden salirse con su objetivo a cualquier coste, lo que provoca una vacío emocional y una gran desdicha, aunque traten de disimularlo con una capa de contento y alegría.



La soberbia es por tanto, uno de los mayores pecados según la Biblia, y además es una de las raíces mismas del pecado, siendo su origen el mismo pecado original. Como en el primer pecado, se trata de la rebeldía frente a Dios, en el deseo de los hombres de considerarse como dioses, creyendo conocer el bien y el mal.


A continuación algunas formas de que quede representada la soberbia:


-Ser vanidoso: La búsqueda del aprecio y de quedar bien frente a los demás.
-Ser engreído: Creerse muy importante, pensar que uno es más de lo que realmente es.

-Ser arrogante: Mostrar una actitud de superioridad frente al resto.

-Ser autosuficiente: Pensar que una persona es capaz de hacerlo todo por uno mismo, sin necesidad de Dios, ni de otras personas.

-Ser susceptible: No aceptar las críticas o correcciones, o molestarse por ellas sin razón.


La avaricia

La avaricia, proviene del latín “avarus”, que significa “codicioso”, es el deseo y ansia excesiva por obtener riqueza.



La especial maldad de este pecado, consiste en la búsqueda continua de obtener propiedades, dinero y demás, con el único objetivo de vivir por y para eso.


Es conocido como un pecado capital, ya que por medio de dicho enriquecimiento se cometen otros mucho pecados, y en algunos casos, mucha gente lo “esconde” atribuyendo dicha avaricia a una búsqueda de un ahorro para el futuro. Este pecado capital consiste en tener una fuerte ambición por lograr la posesión de cosas materiales. Somos personas avaras, cuando lo único que queremos es obtener bienes materiales, y no importa lo que hagamos para conseguirlos.


No hay que confundir la avaricia con el deseo de superarse económicamente a uno mismo por medio del trabajo honrado, lo que sería correcto. El problema recae cuando únicamente se piensa en obtener más, en lugar de concentrarse en ser mejor persona con el prójimo.


El propio décimo mandamiento se muestra en contra de la avaricia, pues expresa “No codiciarás los bienes ajenos”, dejando claro que esta sería una muestra de avaricia, siendo este uno los de siete pecados capitales.



La lujuria

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La lujuria admin febrero 3, 2017 7 pecados capitaleslujuria
La lujuria, es el deseo desordenado de recibir placer sexual. Se es una persona lujuriosa, cuando buscamos el placer sexual en sí mismo, sin importar si es antes o fuera de una unión matrimonial, sin importar que estás ofendiendo por ello a tu pareja, y haciéndolo únicamente por disfrute, sin intención de que la unión sea para lograr el embarazo.



Estos actos son desordenados cuando no son conformes al propósito divino, esto es, dar amor mutuo entre la pareja unida en matrimonio, con el objetivo de lograr descendencia.



La lujuria es a su vez, origen de otros pecados:

-La masturbación, actos homosexuales* (leer aclaración al final del texto) o pornografía.

-La fornicación, esto es, mantener relaciones sexuales fuera de matrimonio.

-La violación, prostitución o pederastia.



El propio catecismo de la Iglesia Católica, en su número 2359 afirma: Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana


El objetivo de mantener relaciones sexuales es doble, por un lado unir a la pareja, y por otro lograr descendencia, esto debe tener lugar dentro de una unión sagrada de Matrimonio, ya que en caso contrario se debe guardar castidad.


*Si bien en las enseñanzas del catecismo cristiano aparece la homosexualidad como algo ajeno a la propia perfección cristiana; la tolerancia y el amor hacia el prójimo deben imperar en estos casos. El propio Papa Francisco afirmó que “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿Quién soy yo para juzgarlo?”.



La ira

La Ira implica enfadarse sin medir dicho enfurecimiento, y tener deseo de vengarse por actos en los que se ha visto perjudicado. La ira es una reacción en la que la persona se irrita por un daño sufrido real o aparente, donde sentimos que ha sido vulnerado aquello que pensamos merecer.



Se produce por un sentimiento de frustración, de no alcanzar alguna necesidad u objetivo, y puede variar en su intensidad, (mayor o menor intensidad en la irritación).



Cuando la ira se apodera de nosotros, llevamos a cabo actos de los que posteriormente nos podemos arrepentir, pues no solo nos vemos afectados nosotros mismos, sino también la gente que se encuentra a nuestro alrededor, quienes reciben nuestra ira, ya sea por comentarios hirientes o directamente desprecio, de forma que aún nos sentimos peor con posterioridad, pues nuestra reacción ha sido desmedida. Se encuentra relacionado con la soberbia, en nuestra incapacidad de pedir disculpas por la actitud.


En las propias escrituras podemos observar como Dios actúa de forma contraria a nosotros:


El Señor es compasivo y clemente, lento a la ira, rico en amor. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas…” Salmo 103, 8-10


La gula


La gula es el deseo excesivo de placer derivado del consumo de comida o bebida. También podría estar unido al consumo de estupefacientes. Pecar de gula implica beber y comer sin medida, comer por el puro hecho de comer, pese a que cuando lo hagas ya no te encuentres hambriento, y cuando todo el día estás pensando únicamente en comer. También implica beber de forma excesiva hasta llegar a un punto de embriaguez.


Según Santo Tomás y San Gregorio, uno puede ser culpable del pecado de gula de cualquiera de las siguientes formas:

Comer de forma demasiado rápida

Comer fuera de horario y necesidad.
Comiendo o bebiendo de forma excesiva.
Buscando comida únicamente exquisita.
Sostienen que la Gula es un pecado capital, cuando uno elige antes el placer de comer y beber que a Dios.


Al tratarse de un pecado capital, la gula es el germen de otros muchos pecados y vicios, ya que las personas pierden la razón cuando el cuerpo se encuentra lleno de comida o bebida, perdiendo el control de lo que deberían ser nuestras acciones.



Entre otros, ocasiona los siguientes pecados:


Estupidez del intelecto
Placer excesivo por el consumo de comida y bebida, que le siguen actos de imprudencia y acciones de poca dignidad.
Hablar demasiado, lo que puede implicar cometer otros pecados.
Lujuria, provocada por el estado de embriaguez tras el consumo de bebida.
Además, el consumo excesivo de comida y bebida, también causa los siguientes efectos:
Debilita el organismo

Empobrece las muestras de afecto
Destruye la paz familiar
Te aísla de la sociedad, de forma especial con la bebida.



La envidia

La envidia, podría ser definida como la tristeza o el rencor que padece el envidioso, motivado por que las cosas le vayan bien a alguien, junto al deseo de que dicha fortuna le acompañe a uno mismo. Se trataría de uno de los 7 pecados capitales, oponiéndose al décimo mandamiento que afirma “No codiciarás los bienes ajenos”.


Sería también la propia alegría que sentiría aquella persona, cuando otra tiene mala fortuna. Una persona es envidiosa cuando se compara los demás, y únicamente trata de ver lo que la otra persona tiene o hace, y que tú no posees o no puedes hacer. Cuando te sientes mal porque a tu vecino le vayan las cosas mejor que a ti, o cuando tu amiga está delgada pese a que no hace dieta, o cuando te alegra saber que a una persona que te ha hecho algún mal, le ha sucedido algo malo.


Puede verse representada de varias formas:


Comparando tus bienes o tus males con los de los demás, la propia comparación es el germen de la envidia.

Sentir resquemor por las habilidades, cualidades, bienes o logros de otra persona, porque no los puedes poseer.

Desear aquellos bienes de los demás, siendo del mismo tipo que la codicia.

Querer que los demás no puedan poseer aquello que tú tampoco tienes.


La envidia es un pecado difícil de detectar y observar, ya que las personas envidiosas rara vez hablan de dichos sentimientos, ya que manifestarlos abiertamente podría provocarles enemistad, por ello es complicado de observar. La envidia forma parte de aquellos malos pensamientos que debemos evitar.


Otro problema en su detección, es que aquella persona envidiosa se cree con derecho a serlo, piensa que es un deseo natural, incluso necesario, y que no constituye un pecado en si mismo. Sólo en caso de que dicha envidia se materialice, provocando un daño a un tercero, puede darse cuenta el envidioso. Criticar o calumninar a otro frente a terceros, es una muestra más de envidia.



La pereza


La pereza implica que una persona descuida sus obligaciones, es la falta culpable de esfuerzo, ya sea este físico, espiritual, acedia u ociosidad.



Pecamos de pereza cuando tenemos desgana (siendo esta por nuestra culpa) para llevar a cabo el cumplimiento de las obligaciones, tanto en el trabajo como en el estudio. Incluye el estar ociosos, o la propia procrastinación (dejar para mañana aquello que podrías hacer hoy).


Se considera también pereza espiritual, cuando existe desgana para cumplir con los mandamientos divinos y responder a las gracias divinas. Como cuando no acudimos a la iglesia y deberíamos hacerlo.


Se es perezoso cuando impulsados por el cansancio o desgana, dejamos de hacer aquello que deberíamos hacer.


El propio catecismo de la Iglesia, afirma que entre otros, genera los siguientes pecados hacia Dios:


La acedia
La ingratitud
La indiferencia
El odio a Dios

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