Algunas
cuestiones primarias sobre los pecados
¿Qué
es el pecado?
El
pecado es simplemente una realidad que no podemos ocultar ni pasar
por alto, muchas personas se burla sobre esto y haciendo chistes del
pecado, otros a su vez juegan con el pecado.
Primero
debemos conocer bien ¿Qué es pecado? porque las personas tiene
diversidad de significado de él, pero realmente tienen un
significado totalmente errado sobre el. Existen muchos que piensan
que es solo tomar licor, tener muchas mujeres, matar etc. Para ellos
solo eso es pecado, pero están completamente equivocados.
Para
muchos el pecado es algo muy normal y pasajero, e incluso piensan que
ir al mar y no bañarse es un pecado. Pero están completamente
equivocados, en la Santa Biblia podemos encontrar la verdadera
definición del pecado en I Juan.3:4 “Todo aquel que comete pecado,
infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”.
Claramente nos dice que es Infringir.
Entonces
podemos decir el pecado es infringir o violar la ley impuesta por
Dios, así que cuando violamos la ley de Dios estamos cometiendo
pecado, ya que es violar la ley.
Es
importante entender que el pecado trae consigo fuertes consecuencias
y son muy graves. Recuerda Dios nos hizo con libre albedrío,
haciendo y decidiendo como nosotros queramos, pero si no
recapacitamos vamos a pagar las consecuencias.
Definición de pecado
1849
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia
recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el
prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la
naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido
definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley
eterna” (San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27; San Tomás
de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6) )
1850
El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces” (Sal 51, 6). El pecado se levanta
contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones.
Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra
Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer
y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así “amor de
sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14,
28). Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es
diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la
salvación (cf Flp 2, 6-9).
1851
Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia de Cristo
vencería, donde el pecado manifiesta mejor su violencia y su
multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes
y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados,
traición de Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono
de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y
del príncipe de este mundo (cf Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo
se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable
el perdón de nuestros pecados.
La
diversidad de pecados
La
variedad que existe es muy grande, además pueden distinguirse según
cuál sea su objeto o virtudes o también a los mandamientos a los
que esta acción se opone. Los pecados se van en contra Dios, del
prójimo y de nosotros mismos, se les puede distinguir por ser en:
pensamiento, omisión, palabra y obra.
También
son distinguidos según sea su objeto es decir; por exceso o defecto.
La raíz del pecado se encuentra principalmente en el corazón del
hombre, aprovechándose de que tenemos libre voluntad, en la biblia
dice que; “De dentro del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios,
injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre” según el libro de
(San Mateo 15,19-20).
En el
corazón habita también la caridad, este es el principio de las
obras benévolas y puras, a la que el pecado hiere. Es importante
destacar dos puntos sobre el pecado:
El
Pecado Original: es aquel cuya causa es proveniente de Adán y de
Eva, al ser ellos la cabeza principal de la raza humana, transmiten
directamente la conservación y también la pérdida de la justicia
Pecado
Actual: es aquel cuyas causas es la libre voluntad que posee el
individuo. Siendo todo acto voluntario que surge en el ser humano
contrario a la recta razón.
¿Me
puedo ver afectado por el pecado?
Ni que decir tiene
que, por norma general, tanto hombres como mujeres, tenemos a
comportarnos de una manera, de un modo acorde con lo que se espera de
nosotros. Sin embargo, resulta extraño ver como, por mucho que lo
intentemos y por muchos esfuerzos que pongamos en ello, alguno de los
7 pecados capitales recaen sobre nosotros como una pesada losa ante
la que, por mucho que nos cueste admitir, no podemos hacer nada. ¿O
es que alguien, nunca mejor dicho, está libre de pecado? Por
supuesto que no.
La
gravedad del pecado: pecado mortal y venial
1854 “Conviene
valorar los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado
mortal y venial, perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se
ha impuesto en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los
hombres la corroboran.”
1855 El pecado
mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una
infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es
su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
El pecado venial
deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.
1856 El pecado
mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad,
necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una
conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco
del sacramento de la Reconciliación:
«Cuando […] la
voluntad se dirige a una cosa de suyo contraria a la caridad por la
que estamos ordenados al fin último, el pecado, por su objeto mismo,
tiene causa para ser mortal […] sea contra el amor de Dios, como la
blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor del prójimo, como el
homicidio, el adulterio, etc […] En cambio, cuando la voluntad del
pecador se dirige a veces a una cosa que contiene en sí un desorden,
pero que sin embargo no es contraria al amor de Dios y del prójimo,
como una palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son
veniales» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 88, a.
2, c).
1857 Para que un
pecado sea mortal se requieren tres condiciones: “Es pecado mortal
lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es
cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento” (RP
17).
1858 La materia
grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de
Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no
levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu
madre” (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un
asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las personas
lesionadas cuenta también: la violencia ejercida contra los padres
es más grave que la ejercida contra un extraño.
1859. El pecado
mortal requiere plena conciencia y entero consentimiento. Presupone
el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su oposición a
la Ley de Dios. Implica también un consentimiento suficientemente
deliberado para ser una elección personal. La ignorancia afectada y
el endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no
disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del pecado.
1860. La ignorancia
involuntaria puede disminuir, y aún excusar, la imputabilidad de una
falta grave, pero se supone que nadie ignora los principios de la ley
moral que están inscritos en la conciencia de todo hombre. Los
impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden igualmente reducir
el carácter voluntario y libre de la falta, lo mismo que las
presiones exteriores o los trastornos patológicos. El pecado más
grave es el que se comete por malicia, por elección deliberada del
mal.
1861 El pecado
mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es
también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación
de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es
rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la
exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de
modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para
siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto
es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos
confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.
1862 Se comete un
pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida
prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en
materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero
consentimiento.
1863 El pecado
venial debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a bienes
creados; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes
y la práctica del bien moral; merece penas temporales. El pecado
venial deliberado y que permanece sin arrepentimiento, nos dispone
poco a poco a cometer el pecado mortal. No obstante, el pecado venial
no nos hace contrarios a la voluntad y la amistad divinas; no rompe
la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios.
“No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la
caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna” (RP 17):
«El hombre,
mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos
los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los
consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas,
tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran
masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un
montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la
confesión…» (San Agustín, In epistulam Iohannis ad Parthos
tractatus 1, 6)..
1864 “Todo pecado
y blasfemia será perdonado a los hombres pero la blasfemia contra el
Espíritu Santo no será perdonada” (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12,
10). No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega
deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el
arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación
ofrecida por el Espíritu Santo (cfDeV 46). Semejante endurecimiento
puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.
Breve
resumen de lo que supone cada pecado
El primero de los
pecados, la soberbia, se trata de la sobrevaloración del Yo,
creerse superior a todos los demás incluso ante Dios. La
avaricia, es el deseo incontrolable por posesiones materiales.
La lujuria, es el deseo desordenado de placer sexual. La ira es
la combinación de odio y enfado descontrolado. La gula es el
consumo excesivo e innecesario de alimentos, bebidas o sustancias. La
envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La
envidia es el rencor o molestia por lo que otra persona posee. La
pereza es el desanimo o tristeza hacia los esfuerzos físicos o
espirituales.
¿Cuáles
son los siete pecados capitales?
Los 7
pecados capitales según
la Biblia son
1. La
soberbia.
2. La
avaricia.
3. La
lujuria.
4. La
ira.
5. La
gula.
6. La
envidia.
7. La
pereza
.
La importancia
de los pecados capitales se
centra en la ruptura de la comunión con Dios, cuando pecamos el
Espíritu Santo se entristece y su voz en nuestro interior queda en
silencio, así que debemos proceder al arrepentimiento si deseamos
vivir una eternidad con Dios.
Qué duda cabe que
desde que el hombre es hombre, el pecado capital ha estado siempre
presente en su persona. De hecho, incluso se podría decir que desde
el hecho primigenio en el que Adán muerde la manzana que le dio a
probar Eva, conforma en sí mismo todos y cada uno de ellos. Y, quién
sabe, si quizá por ello, en la actualidad, en pleno siglo XXI, el
hombre digital sigue condenado.
La
soberbia
El orgullo o la
soberbia, es la estima en uno mismo, o amor propio que no debería
producirse, en busca de la atención y el honor hacia la propia
persona, siendo esto contrario a Dios.
Por ello, se trata
de una forma de blasfemar el alma, que provoca que se produzcan otros
errores humanos. De forma estricta, se trataría del orgullo que
busca aquella persona que trata de igualarse a Dios.
La soberbia es por
tanto, amarse en demasía, haciéndonos despreciar a Dios y al resto.
Somos personas con soberbia, cuando pensamos que somos capaces de
hacer cualquier cosa, que no requerimos de Dios, ni de nadie más,
cuando pensamos que somos los más inteligentes, los más perfectos,
y tomamos por personas de menor valía a los demás, cuando una
persona es presumida o le gusta ser el centro de atención, o cuando
pretendemos que todo el mundo actúe según nuestro parecer, cuando
creemos que merecemos todo, o cuando sólo hablamos de nosotros
mismos.
Las personas que
padecen de soberbia, se pueden manipular con facilidad, basta con
enaltecer su ego, para poder obtener de ellos cualquier cosa, y de
forma general, bajo ese escudo de arrogancia, se esconde una baja
autoestima, propia de una persona que sufre. Siempre pretenden
salirse con su objetivo a cualquier coste, lo que provoca una vacío
emocional y una gran desdicha, aunque traten de disimularlo con una
capa de contento y alegría.
La soberbia es por
tanto, uno de los mayores pecados según la Biblia, y además es una
de las raíces mismas del pecado, siendo su origen el mismo pecado
original. Como en el primer pecado, se trata de la rebeldía frente a
Dios, en el deseo de los hombres de considerarse como dioses,
creyendo conocer el bien y el mal.
A continuación
algunas formas de que quede representada la soberbia:
-Ser vanidoso: La
búsqueda del aprecio y de quedar bien frente a los demás.
-Ser engreído:
Creerse muy importante, pensar que uno es más de lo que realmente
es.
-Ser arrogante:
Mostrar una actitud de superioridad frente al resto.
-Ser
autosuficiente: Pensar que una persona es capaz de hacerlo todo por
uno mismo, sin necesidad de Dios, ni de otras personas.
-Ser susceptible:
No aceptar las críticas o correcciones, o molestarse por ellas sin
razón.
La
avaricia
La avaricia,
proviene del latín “avarus”, que significa “codicioso”, es
el deseo y ansia excesiva por obtener riqueza.
La especial maldad
de este pecado, consiste en la búsqueda continua de obtener
propiedades, dinero y demás, con el único objetivo de vivir por y
para eso.
Es conocido como un
pecado capital, ya que por medio de dicho enriquecimiento se cometen
otros mucho pecados, y en algunos casos, mucha gente lo “esconde”
atribuyendo dicha avaricia a una búsqueda de un ahorro para el
futuro. Este pecado capital consiste en tener una fuerte ambición
por lograr la posesión de cosas materiales. Somos personas avaras,
cuando lo único que queremos es obtener bienes materiales, y no
importa lo que hagamos para conseguirlos.
No hay que
confundir la avaricia con el deseo de superarse económicamente a uno
mismo por medio del trabajo honrado, lo que sería correcto. El
problema recae cuando únicamente se piensa en obtener más, en lugar
de concentrarse en ser mejor persona con el prójimo.
El propio décimo
mandamiento se muestra en contra de la avaricia, pues expresa “No
codiciarás los bienes ajenos”, dejando claro que esta sería una
muestra de avaricia, siendo este uno los de siete pecados capitales.
La lujuria
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CapitalesLa lujuria
La lujuria admin
febrero 3, 2017 7 pecados capitaleslujuria
La lujuria, es el
deseo desordenado de recibir placer sexual. Se es una persona
lujuriosa, cuando buscamos el placer sexual en sí mismo, sin
importar si es antes o fuera de una unión matrimonial, sin importar
que estás ofendiendo por ello a tu pareja, y haciéndolo únicamente
por disfrute, sin intención de que la unión sea para lograr el
embarazo.
Estos actos son
desordenados cuando no son conformes al propósito divino, esto es,
dar amor mutuo entre la pareja unida en matrimonio, con el objetivo
de lograr descendencia.
La lujuria es a su
vez, origen de otros pecados:
-La masturbación,
actos homosexuales* (leer aclaración al final del texto) o
pornografía.
-La fornicación,
esto es, mantener relaciones sexuales fuera de matrimonio.
-La violación,
prostitución o pederastia.
El propio catecismo
de la Iglesia Católica, en su número 2359 afirma: Las personas
homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de
dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la
gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente
a la perfección cristiana
El objetivo de
mantener relaciones sexuales es doble, por un lado unir a la pareja,
y por otro lograr descendencia, esto debe tener lugar dentro de una
unión sagrada de Matrimonio, ya que en caso contrario se debe
guardar castidad.
*Si bien en las
enseñanzas del catecismo cristiano aparece la homosexualidad como
algo ajeno a la propia perfección cristiana; la tolerancia y el amor
hacia el prójimo deben imperar en estos casos. El propio Papa
Francisco afirmó que “Si una persona es gay y busca al Señor y
tiene buena voluntad, ¿Quién soy yo para juzgarlo?”.
La
ira
La Ira implica
enfadarse sin medir dicho enfurecimiento, y tener deseo de vengarse
por actos en los que se ha visto perjudicado. La ira es una reacción
en la que la persona se irrita por un daño sufrido real o aparente,
donde sentimos que ha sido vulnerado aquello que pensamos merecer.
Se produce por un
sentimiento de frustración, de no alcanzar alguna necesidad u
objetivo, y puede variar en su intensidad, (mayor o menor intensidad
en la irritación).
Cuando la ira se
apodera de nosotros, llevamos a cabo actos de los que posteriormente
nos podemos arrepentir, pues no solo nos vemos afectados nosotros
mismos, sino también la gente que se encuentra a nuestro alrededor,
quienes reciben nuestra ira, ya sea por comentarios hirientes o
directamente desprecio, de forma que aún nos sentimos peor con
posterioridad, pues nuestra reacción ha sido desmedida. Se encuentra
relacionado con la soberbia, en nuestra incapacidad de pedir
disculpas por la actitud.
En las propias
escrituras podemos observar como Dios actúa de forma contraria a
nosotros:
“El Señor es
compasivo y clemente, lento a la ira, rico en amor. No acusa de
manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según
nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas…” Salmo
103, 8-10
La
gula
La gula es el deseo
excesivo de placer derivado del consumo de comida o bebida. También
podría estar unido al consumo de estupefacientes. Pecar de gula
implica beber y comer sin medida, comer por el puro hecho de comer,
pese a que cuando lo hagas ya no te encuentres hambriento, y cuando
todo el día estás pensando únicamente en comer. También implica
beber de forma excesiva hasta llegar a un punto de embriaguez.
Según Santo Tomás
y San Gregorio, uno puede ser culpable del pecado de gula de
cualquiera de las siguientes formas:
Comer de forma
demasiado rápida
Comer fuera de
horario y necesidad.
Comiendo o bebiendo
de forma excesiva.
Buscando comida
únicamente exquisita.
Sostienen que la
Gula es un pecado capital, cuando uno elige antes el placer de comer
y beber que a Dios.
Al tratarse de un
pecado capital, la gula es el germen de otros muchos pecados y
vicios, ya que las personas pierden la razón cuando el cuerpo se
encuentra lleno de comida o bebida, perdiendo el control de lo que
deberían ser nuestras acciones.
Entre otros,
ocasiona los siguientes pecados:
Estupidez del
intelecto
Placer excesivo por
el consumo de comida y bebida, que le siguen actos de imprudencia y
acciones de poca dignidad.
Hablar demasiado,
lo que puede implicar cometer otros pecados.
Lujuria, provocada
por el estado de embriaguez tras el consumo de bebida.
Además, el consumo
excesivo de comida y bebida, también causa los siguientes efectos:
Debilita el
organismo
Empobrece las
muestras de afecto
Destruye la paz
familiar
Te aísla de la
sociedad, de forma especial con la bebida.
La
envidia
La envidia, podría
ser definida como la tristeza o el rencor que padece el envidioso,
motivado por que las cosas le vayan bien a alguien, junto al deseo de
que dicha fortuna le acompañe a uno mismo. Se trataría de uno de
los 7 pecados capitales, oponiéndose al décimo mandamiento que
afirma “No codiciarás los bienes ajenos”.
Sería también la
propia alegría que sentiría aquella persona, cuando otra tiene mala
fortuna. Una persona es envidiosa cuando se compara los demás, y
únicamente trata de ver lo que la otra persona tiene o hace, y que
tú no posees o no puedes hacer. Cuando te sientes mal porque a tu
vecino le vayan las cosas mejor que a ti, o cuando tu amiga está
delgada pese a que no hace dieta, o cuando te alegra saber que a una
persona que te ha hecho algún mal, le ha sucedido algo malo.
Puede verse
representada de varias formas:
– Comparando tus
bienes o tus males con los de los demás, la propia comparación es
el germen de la envidia.
– Sentir
resquemor por las habilidades, cualidades, bienes o logros de otra
persona, porque no los puedes poseer.
– Desear aquellos
bienes de los demás, siendo del mismo tipo que la codicia.
– Querer que los
demás no puedan poseer aquello que tú tampoco tienes.
La envidia es un
pecado difícil de detectar y observar, ya que las personas
envidiosas rara vez hablan de dichos sentimientos, ya que
manifestarlos abiertamente podría provocarles enemistad, por ello es
complicado de observar. La envidia forma parte de aquellos malos
pensamientos que debemos evitar.
Otro problema en su
detección, es que aquella persona envidiosa se cree con derecho a
serlo, piensa que es un deseo natural, incluso necesario, y que no
constituye un pecado en si mismo. Sólo en caso de que dicha envidia
se materialice, provocando un daño a un tercero, puede darse cuenta
el envidioso. Criticar o calumninar a otro frente a terceros, es una
muestra más de envidia.
La
pereza
La pereza implica
que una persona descuida sus obligaciones, es la falta culpable de
esfuerzo, ya sea este físico, espiritual, acedia u ociosidad.
Pecamos de pereza
cuando tenemos desgana (siendo esta por nuestra culpa) para llevar a
cabo el cumplimiento de las obligaciones, tanto en el trabajo como en
el estudio. Incluye el estar ociosos, o la propia procrastinación
(dejar para mañana aquello que podrías hacer hoy).
Se considera
también pereza espiritual, cuando existe desgana para cumplir con
los mandamientos divinos y responder a las gracias divinas. Como
cuando no acudimos a la iglesia y deberíamos hacerlo.
Se es perezoso
cuando impulsados por el cansancio o desgana, dejamos de hacer
aquello que deberíamos hacer.
El propio catecismo
de la Iglesia, afirma que entre otros, genera los siguientes pecados
hacia Dios:
La acedia
La ingratitud
La indiferencia
El odio a Dios