El Necronomicón fue citado muchas veces por Lovecraft a lo
largo de su obra y, pese a que admitió que no era más que un invento suyo,
algunos aún creen que el Necronomicón existe y que en él se encierran los
secretos para despertar a las terribles y siniestras fuerzas que alguna vez
imperaron sobre la Tierra antes de que la Humanidad viese la luz.
«Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones
extraños incluso la muerte puede morir»
(Cita que H. P. Lovecraft extrajo del Necronomicón)
El libro
Al igual que Jorge Luis Borges, H.P. Lovecraft fue un
maestro a la hora de inventar libros que nunca existieron y crear y usar con
asombrosa verosimilitud las citas de aquellas quimeras bibliográficas. Fruto de
ese talento es el Necronomicón, texto que principalmente es un grimorio
ficticio que pertenece al ámbito de la magia negra (sobre todo nigromancia),
que fusiona terribles ritos pre-arios con elementos que recuerdan a los
grimorios medievales y con otros rituales conocidos por los folcloristas y que,
por los relatos que encierra, es capaz de suscitar en muchas mentes la idea de
unos terribles seres primigenios que vinieron de las oscuras entrañas del
cosmos y desplegaron sobre la Tierra una siniestra civilización anterior a los
primeros hombres. Combinando en el Necronomicón lo ficticio y lo real,
Lovecraft desplegó todos sus amplios conocimientos de Ocultismo y Mitología
para escribir su siniestra obra y así, a través de aquella y del paso del
tiempo, dar lugar a varios textos que reclaman ser el verdadero Necronomicón, a
escritos falaces que abalan su existencia, a fichas ficticias que incluso han
llegado a librerías universitarias y, desde luego, a muchos (particularmente
ocultistas y aficionados a lo gótico y tendencias afines) ilusos que lo buscan
y afirman que en realidad, debido a la presión ejercida por oscuras fuerzas, lo
que Lovecraft inventó no fue el Necronomicón sino mas bien su afirmación de que
había inventado el Necronomicón, siendo así mentira que el Necronomicón era una
elaborada mentira suya…
Su etimología
“Necronomicón” —nombre inventado por Lovecraft a partir de
un sueño— viene de “nekros” (“muerto” en griego), “nomos” (“ley” en griego) e
“ikos” (partícula griega sin sentido propio que se usa para formar adjetivos) y
significa algo así como “relativo a las leyes de los muertos”; aunque, según la
más detallada interpretación que el propio Lovecraft le da en una carta escrita
a Harry O. Fischer en 1937, su significado sería “Imagen de la Ley de los
Muertos”.
En árabe —idioma en el que supuestamente se habría escrito
el ejemplar primigenio— su título es “Kitah Al-Azif”, lo cual significa “el
rumor de los insectos por la noche”, nombre éste que ya refleja la filiación
sombría del libro en tanto que en el folclore árabe se le atribuían a demonios
como los djins y los gules el mismo ruido de los insectos nocturnos, por lo
cual, dentro del título, “insectos” es una forma metafórica de decir “demonios”
y por tanto el sentido final sería “el rumor de los demonios por la noche”,
título ciertamente complejo en tanto que “rumor” y “noche” se prestan a
exhaustivas interpretaciones simbólicas.
En cuanto al nombre del autor (ficticio) del Necronomicón,
el árabe Abdul Al-Hazred, vemos que éste es un nombre que se encuentra en las
Mil y una noches y que, según dejan traslucir ciertas cartas de Lovecraft a sus
amigos, se trata de un vanidoso apodo que Lovecraft se auto-otorgó en la
infancia tras leer las Mil y una noches, apodo que, por analogía fonética,
significa “El que todo lo ha leído” en tanto que suena casi igual que “All has
read”.
La fantástica historia del Necronomicón
Esta historia, que aún es creída por algunos como real, fue
ideada por Lovecraft en 1927 dentro de un texto llamado “Una historia del
Necronomicón”, escrito éste último que habría de ser publicado en 1938 (ya
fallecido el autor) gracias a los varios amigos de Lovecraft que admiraban su
obra. En ella se nos habla de Abdul Al-Hazred, un poeta árabe oriundo de Saná
(Yemen), el cual supuestamente habría escrito la obra durante la dinastía de
los califas Omeyas en el año 738 d.C.
Todo empezó cuando Al-Hazred visitó las ruinas de Babilonia
y los secretos subterráneos de Menfis, pasando después diez años en completa
soledad dentro de un desierto ubicado al sur de Arabia y conocido actualmente
como el Dahna o “Desierto Escarlata”, un desierto del cual se cree que está
habitado por espíritus malignos y horrendos monstruos, una árida y extensa
región en la que, todo aquel que ha permanecido un tiempo y escapado con vida,
ha afirmado ser testigo de cosas extrañas e inquietantes fenómenos
sobrenaturales. Nadie sabe bien cómo Al-Hazred sobrevivió todo ese tiempo, pero
lo cierto es que, fruto de esa experiencia, en esos últimos años de su vida
transcurridos todos en Damasco, Al-Hazred escribió, bajo el nombre de “Kitah
Al-Azif”, el libro que actualmente es conocido como el Necronomicón.
En cuanto a su conocida locura, se decía que Al-Hazred no era muy devoto de la fe islámica, que
adoraba a unas entidades desconocidas que él llamaba “Yog-Sothoth” y “Cthulhu”
y que afirmaba haber conocido a la mítica ciudad de Ilrem o Ciudad de los
Pilares, ciudad en la que decía haber hallado en sus ruinas los arcanos
indicios de una raza inteligente anterior a la Humanidad.
Volviendo al Necronomicón, escribirlo le costaría demasiado
caro. Fue así que, según nos cuenta en el siglo XII su biógrafo Ibn-Khalikan,
Al-Hazred tuvo una muerte magnífica acontecida a plena luz del día: en la
mañana, bajo los rayos intensos del sol y ante los rostros aterrorizados de
numerosos testigos, Al-Hazred fue devorado por un monstruo invisible.
Mucho después de su muerte, en el año 950 y como
consecuencia de su circulación secreta entre ciertos grupos filosóficos,
Theodorus Philetas lo tradujo al griego bajo el conocido título de
“Necronomicón”. Fue entonces que, debido a la influencia del libro ocasionada
por su traducción, horribles y misteriosos hechos obligaron al patriarca
Michael a ordenar quemar todos los especímenes que se encontrasen de la temible
obra, sumergiéndose así el Necronomicón en la oscuridad hasta que en 1228 Olaus
Wormius encontró una traducción al latín. Por ello, la obra se convirtió en un foco de atención y
en 1232 el Papa Gregorio IX la prohibió, aunque fue impresa dos veces en la
posteridad: una (se cree que en Alemania) en el siglo XV y con letras negras y
otra en el siglo XVII (posiblemente en España). En cuanto a la famosa
traducción al inglés (basada en un ejemplar del original árabe) que
supuestamente habría hecho John Dee, aquella nunca fue reproducida en la
imprenta. En cambio, las dos versiones latinas aún se conservan, estando la del
siglo XV en el Museo Británico y la del siglo XVII, a través de tres ejemplares
que quedaron de ella, en la Biblioteca Wiedener de la Universidad de Harvard,
en la Universidad de Miskatonic en Arkham y en la Universidad de Buenos Aires.
No obstante se rumorea que hay más copias secretas: una del siglo XV que
supuestamente fue a parar a manos de un millonario estadounidense y otra griega
del siglo XVI que pertenece a la familia Pickman de Salem pero que casi
seguramente desapareció junto con el artista R.U. Pickman en 1926. Finalmente
Lovecraft, en la época en que escribió la historia del Necronomicón, afirmó que
el sistema legal inglés tenía prohibido el libro, en parte porque se creía que
su lectura podría hacer caer a su lector en la más profunda locura.
El Necronomicón: una ficción que llegó a burlarse de la
realidad
A la hora de establecer la falsedad del Necronomicón, nada
tiene más peso que la propia declaración que Lovecraft hizo acerca del libro:
‹‹Ahora bien, sobre “los libros terribles y prohibidos”, me fuerzan a decir que
la mayoría de ellos son puramente imaginarios. Nunca existió ningún Abdul
Alhazred o el Necronomicón, porque inventé estos nombres yo mismo. Luwdig Prinn
fue ideado por Robert Bloch y su De Vermis Mysteriis, mientras que el Libro de
Eibon es una invención de Clark Ashton Smith. Robert E. Howard debe responder
de Friedrich von Junzt y su Unaussprechlichen Kulten…. En cuanto a libros
escritos en serio sobre temas oscuros, ocultos, y sobrenaturales, en realidad
no son muchos. Esto se debe a que es más divertido inventar trabajos míticos
como el Necronomicón y el Libro de Eibon››
Pese a la declaración citada, muchos siguieron creyendo en
la elaborada mentira de Lovecraft, en parte porque éste había dado las
coordenadas —ficticias en unos casos, reales en otros— de ciertos lugares en
que aún se preservaban ejemplares, lugares como la Universidad de Harvard, la
Universidad de Buenos Aires, la ficticia Universidad de Miskatonic, la
Biblioteca Nacional de París o el Museo Británico. Así, muchos curiosos han
indagado en esos lugares para darse cuenta de que o bien no hay nada, o bien el
lugar no existe (U. de Miskatonic), o bien, como en ciertas universidades de
U.S.A. que no se ha nombrado en este párrafo, hay ejemplares pero esos
ejemplares son evidentemente ficticios; mas, pese a eso, muchos siguen
buscándolo en los lugares que Lovecraft señaló (y en otros que no señaló) y algunos
han sido seriamente perjudicados por inescrupulosos que les han vendido
supuestos ejemplares originales del Necronomicón, ejemplares estos con
características como portadas forradas en piel, páginas de materiales antiguos,
grabados envejecidos y otros atributos destinados a sembrar en el incauto la
ilusión de que ante sus ojos está un libro viejo, antiguo y siniestro…
Sumado a lo anterior, en internet es posible encontrar
páginas que fingen develar los misterios del inexistente libro o, peor aún,
sitios en que se intentan vender ejemplares “originales” a precios
exorbitantes, dándose en muchos casos la situación de que esos ejemplares son
solo réplicas de grimorios medievales.
Ejemplo destacable de las farsas que hay es aquel que, en su
artículo “The Making of a Hoax”, August Derleth nos narra. Allí, Derleth cuenta
que en 1962, dentro de una publicación llamada “Antiquarian Bookman”, apareció
un anuncio que decía: ‹‹Alhazred, Abdul. Necronomicón, España 1647.
Encuadernado en piel algo arañada descolorida, por lo demás buen estado.
Numerosísimos grabaditos madera signos y símbolos místicos. Parece tratado (en
latín) de Magia Ceremonial. Ex libris. Sello en guardas indica procede de
Biblioteca Universidad Miskatonic. Mejor postor››. También, en el mismo artículo,
Derleth cuenta que cierto estudiante, a manera de broma, incluyó una ficha
(inventada) del Necronomicón en el área BL 430 de la sección de religiones
primitivas de la Biblioteca General de la Universidad de California, logrando
así que en poco tiempo el libro sea pedido no solo por alumnos sino también por
profesores. Siguiendo la línea anterior, el famoso escritor Jorge Luis Borges
ideó una ficha sobre el Necronomicón y la incluyó en la Biblioteca Nacional de
Argentina
El caso de Borges es solo una notable isla en el
archipiélago conformado por los numerosos artistas y escritores que, intentando
dar vida a la leyenda, han publicado libros bajo el título del “Necronomicón”,
libros en los que generalmente no se expone su falsedad. Muchas de esas obras
son meros listados de primigenios y otras entidades, compilaciones de símbolos
y conjuntos de oraciones en donde muchas veces se puede apreciar una imitación
pobre y reduccionista del estilo de escritura de Lovecraft. Aunque, como en
casi todo, existen excepciones y es así que algunos ejemplares son auténticas
piezas de colección, empobrecidas únicamente por la ausencia, dictada por los
derechos de autor, de frases que Lovecraft inventó y utilizó para citar al
inexistente Necronomicón en el contexto de sus relatos ya que, evidentemente y
como es sabido, Lovecraft en gran parte inventó el Necronomicón para enriquecer
su universo ficcional y fortalecer los mecanismos de verosimilitud de su
sistema literario de narrativa.
Además de imitaciones buenas y malas, el Necronomicón
también ha dado pie a obras artísticas y literarias inspiradas en él. Ejemplo
de ello es el magnífico Giger ´s Necronomicón, una recopilación del macabro y
genial arte del dibujante H.R. Giger, la cual fue editada en dos volúmenes y
tiene una presentación en piel negra, con holograma escondido y tiraje de 666
(el número no es casualidad…) ejemplares, todo para deleite del coleccionista.
Memorable también es la recopilación de relatos de fans de Lovecraft que la
editorial española La Factoría de Ideas publicó bajo el título del
“Necronomicón”, o el también así titulado libro de Donald Tyson, el cual es en
realidad una autobiografía de Abdul Al-Hazred en la que, entre otras cosas, se
exponen y explican numerosos mitos, se mencionan ciudades citadas por Lovecraft
en sus escritos y se desarrolla una cosmología sobre el origen del mundo propia
del universo lovecraftiano, todo en una imitación bastante buena del estilo
propio de los escritores árabes que vivieron en la época del ficticio Abdul Al-Hazred.
Algunas versiones importantes del Necronomicón
1-El Necronomicón de DeCamp-Scithers
Su autor nos cuenta cómo, en las afueras de Irak, robó un
libro llamado “Al-Azif”, el cual fue traducido después por un estudioso que,
tras desempeñar su labor, murió de forma trágica. La historia susodicha ha sido
desmentida pero, según se sabe, la historia (con ligeras variantes) de aquel
estudioso en realidad sí le sucedió a un cabalista mexicano que desapareció en
Israel a fines de los 90 y, así mismo, a un rabino judío. Aunque, como siempre
sucede con el esquivo y al parecer inexistente Necronomicón, los textos
traducidos nunca aparecieron.
2-El Necronomicón de Wilson-Hay-Turner-Langford
El autor, un ocultista y novelista, cita en esta obra a
personajes como Dominic Purcell o el padre de Lovecraft, quien según algunos
fue un masón que tuvo una copia de la traducción del Necronomicón hecha por
John Dee y, antes de morir, introdujo al pequeño y brillante (escribía y leía a
los 2 años) Lovecraft en las ciencias ocultas[1]. También, aquí Wilson habla de
los Iluminati (la élite masónica) y de ocultos juegos mundiales de poder como
aquel que supuestamente acabó con Kennedy y creó el proceso que permitió la
entronización del Cuarto Reich (el de USA, con Bush como su mayor
representante). Este libro, que mezcla datos reales con ficciones, tiene para
los creyentes del Necronomicón un fondo de verdad.
3-El Necronomicón de Simón:
Esta versión, lanzada en 1977 por la editorial
Schlangekraft.Inc, tiene la particularidad de que su autor real no se conoce y,
todo cuanto proporciona el libro en cuanto a su autoría, es el simple nombre de
“Simón”, quien supuestamente solo habría escrito el prólogo[2] ya que lo demás
—el Necronomicón como tal, principalmente— habría sido entregado por un
misterioso monje. El libro, además de desplegar toda una cosmología y un enorme
aparato simbólico de magia, ofrece el testimonio (supuestamente auténtico…) de
un “árabe loco” que no es otro sino el famoso Al-Hazred.
4-El Necronomicón de Gregorius
No es sino una traducción alemana del Necronomicón de Simón
en la cual se ha añadido un prólogo de la Goetia.
5-El Necronomicón de Quine
Esta versión, que supuestamente es una traducción (y no una
invención) del Necronomicón hecha por Antonius Quine, es una de las más
tajantemente rechazadas como falsas por parte de los estudiosos.
6-El Necronomicón de Frank Ripel
Su autor, a lo largo de tres volúmenes, despliega un largo y
erudito discurso a través del cual no solo nos cuenta cómo algunos han usado
comercialmente al Necronomicón sino también cómo el Necronomicón ha sido visto
y usado por distintos grupos, siendo así una suerte de eslabón perdido en el
Esoterismo para unos, un sistema de Tarot para otros e incluso, para algunos
(incluyendo el autor del libro), un sistema de teo-cosmología que los atlantes
(a los cuales les causó la ruina) pasaron a los egipcios y que, además de tener
paralelismos con el Sautenerom y la Magia Roja Egipcia, permite llenar los
hoyos de la Cábala. A pesar de ser muy buenas las elucubraciones ocultistas de
Ripel, es sabido que Lovecraft sabía mucho de Ocultismo y Mitología y no dejó
nada a la arbitrariedad sino que calculó todo de modo tal que se pudiesen ver
paralelismos del Necronomicón en otros sistemas mágico-cosmológicos e,
inclusive, mediante una combinación de abstracción e imaginación, usar
elementos del Necronomicón para rellenar los agujeros de sistemas como la
Cábala. Principalmente por eso, la trilogía de Ripel no goza de mucha
credibilidad en tanto discurso que pretende legitimar al Necronomicón.
7-El Necronomicón de Perez-Vigo
Este libro es un intento por construir un sistema de Tarot a
partir de ciertos elementos conceptuales del Necronomicón.
8-El Necronomicón de Lin Carter
Es una publicación de la incompleta (a causa del
fallecimiento del traductor) traducción[3] que Lin Carter intentó del
Necronomicón de Dee; aunque, a dicha traducción parcial, se suman piezas
ficcionales inspiradas en el Necronomicón.
9-El Necronomicón de H.R. Giger
Esta obra, pese a su título, es en realidad una colección de
dibujos inspirados en el universo que Lovecraft creó para el Necronomicón.
10-El Proyecto Necronomicón
Nació en la web como una iniciativa para, mediante la
colaboración de varios autores, crear un falso Necronomicón de gran calidad.
APÉNDICES
1-El ungüento de Khephens El Egipcio
‹‹A quienquiera que unte su cabeza con el ungüento de
Khephens se le concederán durante el sueño visiones veraces de los tiempos que
aún han de venir.Cuando la Luna incrementa su luz, colocad en un crisol de
tierra una generosa cantidad de aceite de Loto, rociadlo con una onza de polvo
de mandrágora y agitadlo bien con una ramita en forma de horquilla de arbusto
espinoso. Habiendo hecho esto, completad así el encantamiento de Yebsu (tomado
de diversas líneas del papiro), así:
Soy el Señor de los Espíritus,
Oridimbai Sonadir, Episghes,
Soy Ubaste, Phto nacido de Binui Sphe, Phas;
En el nombre de Auebothiabathabaithobeuee
Da poder a mi palabra, ¡Oh Nasira Oapkis Shfe!
Da poder Chons-in-Thebes-Nefer-hotep, Ophois,
¡Da poder! ¡Oh Bakaxikhekh!
Añadid a la poción una pizca de tierra roja, nueve gotas de
natròn, cuatro gotas de bálsamo de incienso y una gota de sangre (de vuestra
mano derecha). Combinad el conjunto con una medida igual de grasa de gansarón y
colocad la vasija encima del fuego. Cuando todo se haya fundido bien y empiecen
a surgir los vapores oscuros, haced el Signo Mayor y retirad el recipiente de
las llamas.
Cuando el ungüento se haya enfriado, colocadlo en una urna
del más fino alabastro, que guardaréis en un lugar secreto (conocido sólo por
vosotros) hasta que tengáis necesidad de él.››
Descargar:
- El Necronomicón ilustrado
- El Necronomicón de Simón
- El Necronomicón Completo
- El Necronomicón de Wilson-Hay-Turner-Langford
- El Necronomicón de H.R. Giger
No hay comentarios:
Publicar un comentario