La misión de los ángeles
1. Según la Sagrada Escritura, los ángeles, en cuanto
criaturas puramente espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente
como una especial realización de la "imagen de Dios", Espíritu
perfectísimo, como Jesús recuerda a la mujer samaritana con las palabras;
"Dios es espíritu" (Jn 4, 24).
Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas
más cercanas al modelo divino. El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye
indica que lo que más cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de
los ángeles respecto a los hombres: ángel (angelus) quiere decir, en efecto,
"mensajero". El término hebreo "malak" -mélk-, usado en el
Antiguo Testamento, significa más propiamente "delegado" o
"embajador".
Los ángeles, criaturas espirituales, tienen función de
mediación y de ministerio en las relaciones entre Dios y los hombres. Bajo este
aspecto la Carta a los Hebreos dirá que a Cristo se le ha dado un
"nombre", y por tanto un ministerio de mediación, muy superior al de
los ángeles (Cfr. Heb 1, 4).
2. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial
participación de los ángeles en la celebración de la gloria que el Creador
recibe como tributo de alabanza por parte del mundo creado.
Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa voz
cuando proclaman, p.e.: "Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en
lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles." (Sal 148, 1-2).De modo semejante en
el Salmo 102: "Bendecid a Yahvéh vosotros sus ángeles, que sois poderosos
y cumplís sus órdenes, prontos a la voz de su palabra" (Sal 102, 20). Este
último versículo del Salmo 102 indica que los ángeles toman parte, a su manera,
en el gobierno de Dios sobre la creación, como "poderosos ejecutores de
sus órdenes" según el plan establecido por la Divina Providencia.
A los ángeles está confiado en particular un cuidado y
solicitud especiales por los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios
sus peticiones y oraciones, como nos recuerda, p.e., el Libro de Tobías (Cfr.
especialmente Tob 3, 17 y 12, 12), mientras el Salmo 90 proclama: "a sus
ángeles ha dado órdenes. te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece
en la piedra"(Cfr. Sal 90, 1-12). Siguiendo el libro de Daniel, se puede
afirmar que las funciones de los ángeles como embajadores del Dios vivo se
extienden no sólo a cada uno de los hombres y a aquellos que tienen funciones
especiales, sino también a enteras naciones (Dan 10, 13-21).
3. El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los
ángeles respecto a la misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación
al misterio de la encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la
narración de la anunciación del nacimiento de Juan Bautista (Cfr. Lc 1, 11), de
Cristo mismo (Cfr. Lc 1, 26), en las explicaciones y disposiciones dadas a
María y José (Cfr. Lc 1, 30-37; Mt 1, 20-21), en las indicaciones dadas a los
pastores la noche del nacimiento del Señor (Cfr. Lc 2, 9-15), en la protección
del recién nacido ante el peligro de la persecución de Herodes (Cfr. Mt 2, 13).
Más adelante los Evangelios hablan de la presencia de los
ángeles durante el ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de 40 días (Cfr. Mt
4, 11) y durante la oración en Getsemaní (Cfr. Lc 22, 43). Después de la
resurrección de Cristo será también un ángel, que se aparece en forma de un
joven, quien dirá a las mujeres que habían acudido al sepulcro y estaban
sorprendidas por el hecho de encontrarlo vacío: "No os asustéis. Buscáis a
Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí. Pero id a decir a
sus discípulos. "(Mc 16, 6-7). María Magdalena, que se ve privilegiada por
una aparición personal de Jesús, ve también a dos ángeles (Jn 20, 12-17; cfr.
también Lc 24, 4). Los ángeles "se presentan" a los Apóstoles después
de la desaparición de Cristo para decirles: "Hombres de Galilea, ¿qué
estáis mirando al cielo?. Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al
cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hech 1, 11).
Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la gloria de
Cristo. Los ángeles de Aquel que, como escribe San Pedro, "está a la
diestra de Dios, después de haber ido al cielo, una vez sometidos a El ángeles,
potestades y poderes" (1 Pe 3, 22).
4. Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la
"parusía", hallamos que todos los sinópticos hacen notar que "el
Hijo del hombre. vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles"
(así Mc 8, 38, Mt 16, 27 y 25, 31, en la descripción del juicio final; y Lc 9,
26; cfr. también San Pablo, 2 Tes 1, 7).
Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como espíritus
puros, no sólo participan en el modo que les es propio de la santidad del mismo
Dios, sino que en los momentos clave, rodean a Cristo y lo acompañan en el
cumplimiento de su misión salvífica respecto a los hombres. De igual modo
también toda la Tradición y el Magisterio ordinario de la Iglesia ha atribuido
a lo largo de los siglos a los ángeles este carácter particular y esta función
de ministerio mesiánico.
Naturaleza de los ángeles
1. En las últimas catequesis hemos visto cómo la Iglesia,
iluminada por la luz que proviene de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo
largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente
espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo
niceno-constantinopolitano y lo ha confirmado en el Conc. Lateranense IV
(1215), cuya formulación ha tomado el Conc. Vaticano I en el contexto de la
doctrina sobre la creación: Dios "creó de la nada juntamente al principio
del tiempo, ambas clases de criaturas: las espirituales y las corporales, es
decir, el mundo angélico y el mundo terrestre; y después, la criatura humana
que, compuesta de espíritu y cuerpo, los abraza, en cierto modo, a los
dos" (Cons. Dei Filius).
O sea: Dios creó desde el principio ambas realidades: la
espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico. Todo lo que El creó
juntamente("simuél") en orden a la creación del hombre, constituido
de espíritu y de materia y colocado según la narración bíblica en el cuadro de
un mundo ya establecido según sus leyes y ya medido por el tiempo
("deinde").
2. Juntamente con la existencia, le fe de la Iglesia
reconoce ciertos rasgos distintivos de la naturaleza de los ángeles. Su
realidad puramente espiritual implica ante todo su no materialidad y su
inmortalidad. los ángeles no tienen "cuerpo" (si bien en determinadas
circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en
favor de los hombres), y por tanto no están sometidos a la ley de la
corruptibilidad que une todo el mundo material. Jesús mismo, refiriéndose a la
condición angélica, dirá que en la vida futura los resucitados "(no)
pueden morir y son semejantes a los ángeles" (Lc 20, 36).
3. En cuanto criaturas de naturaleza espiritual los ángeles
están dotados de inteligencia y de libre voluntad, como el hombre pero en grado
superior a él, si bien siempre finito, por el límite que es inherente a todas
las criaturas. Los ángeles son también seres personales y, en cuanto tales, son
también ellos, "imagen y semejanza" de Dios.
La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando
también apelativos no sólo personales (como los nombre propios de Rafael,
Gabriel, Miguel), sino también "colectivos" (como las calificaciones
de: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así
como realiza una distinción entre Ángeles y Arcángeles. Aun teniendo en cuenta
el lenguaje analógico y representativo del texto sacro, podemos deducir que
estos seres-personas, casi agrupados en sociedad, se subdividen en órdenes y
grados, correspondientes a la medida de su perfección y a las tareas que se les
confía. Los autores antiguos y la misma liturgia hablan de los coros angélicos
(nueve, según Dionisio el Areopagita).
La teología, especialmente la patrística y medieval, no ha
rechazado estas representaciones tratando en cambio de darles una explicación
doctrinal y mística, pero sin atribuirles un valor absoluto. Santo Tomás ha
preferido profundizar las investigaciones sobre la condición ontológica, sobre
la actividad cognoscitiva y volitiva y sobre la elevación espiritual de estas
criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los
seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las capacidades y
actividades propias del espíritu en grado puro, sacando de ello no poca luz
para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan y estimulan el
pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios,
la consecución de su reino.
4. El tema a que hemos aludido podrá parecer
"lejano" o "menos vital" a la mentalidad del hombre
moderno. Y sin embargo la Iglesia, proponiendo con franqueza toda la verdad
sobre Dios creador incluso de los ángeles, cree prestar un gran servicio al
hombre.
El hombre tiene la convicción de que en Cristo, Hombre-Dios,
en él (y no en los ángeles) es en quien se halla el centro de la Divina
Revelación. Pues bien, el encuentro religioso con el mundo de los seres
puramente espirituales se convierte en preciosa revelación de su ser no sólo
como cuerpo, sino también espíritu, y de su pertenencia a un proyecto de
salvación verdaderamente grande y eficaz dentro de una comunidad de seres
personales que para el hombre y con el hombre sirven al designio providencial
de Dios.
5. Notamos que la Sagrada Escritura y la Tradición llaman
propiamente ángeles a aquellos espíritus puros que en la prueba fundamental de
libertad han elegido a Dios, su gloria y su reino. Ellos están unidos a Dios mediante
el amor consumado que brota de la visión beatificante, cara a cara, de la
Santísima Trinidad. Lo dice Jesús mismo: "Sus ángeles ven de continuo en
el cielo la faz de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 18, 10). Ese
"ver de continuo la faz del Padre" es la manifestación más alta de la
adoración de Dios.
Se puede decir que constituye esa "liturgia
celeste", realizada en nombre de todo el universo, a la cual se asocia
incesantemente la liturgia terrena de la Iglesia, especialmente en sus momentos
culminantes. Baste recordar aquí el acto con el que la Iglesia, cada día y cada
hora, en el mundo entero, antes de dar comienzo a la plegaria eucarística en el
corazón de la Santa Misa, se apela "a los Ángeles y a los Arcángeles"
para cantar la gloria de Dios tres veces santo, uniéndose así a aquellos
primeros adoradores de Dios, en su culto y en el amoroso conocimiento del
misterio inefable de su santidad.
6. También según la Revelación, los ángeles, que participan
en la vida de la Trinidad en la luz de la gloria, están también llamados a
tener su parte en la historia de la salvación de los hombres, en los momentos
establecidos por el designio de la Providencia Divina. "No son todos ellos
espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que han de
heredar la salud?", pregunta el autor de la Carta a los Hebreos (1, 14). Y
esto cree y enseña la Iglesia, basándose en la Sagrada Escritura por la cual
sabemos que la tarea de los ángeles buenos es la protección de los hombres y la
solicitud por su salvación.
Hallamos estas expresiones en diversos pasajes de la Sagrada
Escritura, como por ejemplo en el Salmo 90, citado ya repetidas veces:
"Pues te encomendará a sus ángeles para que te guarde en todos tus
caminos, y ellos te levantarán en sus palmas para que tus pies no tropiecen en
las piedras" (90, 11-12). Jesús mismo, hablando de los niños y amonestando
a no escandalizarlos, se apela a "sus ángeles" (Mt 18, 10).
Además, atribuye a los ángeles la función de testigos en el
supremo juicio divino sobre la suerte del quien ha reconocido o renegado a
Cristo: "A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre
le confesará delante de los ángeles de Dios. El que me negare delante de los
hombres, será negado ante los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9; cfr. Ap. 3,5).
Estas palabras son significativas porque si los ángeles toman parte en el
juicio de Dios, están interesados en la vida del hombre. Interés y
participación que parecen recibir una acentuación en el discurso escatológico,
en el que Jesús hace intervenir a los ángeles en la parusía, o sea, en la
venida definitiva de Cristo al final de la historia (Cfr. Mt 24, 31; 25, 31.
41).
7. Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los
Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la
solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de
Dios libera a los Apóstoles de la prisión (Cfr. Hech 5, 18-20), y ante todo a
Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (Cfr. Hech 12,
5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el
primer pagano convertido (Cfr. Hech 10, 3-8; 11, 12©13), y análogamente la
actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Hech 8, 26-29).
De estos pocos hechos citados a título de ejemplo, se
comprende cómo en la conciencia de la Iglesia se ha podido formar la persuasión
sobre el ministerio confiado a los ángeles en favor de los hombres. Por ello,
la Iglesia confiesa su fe en los ángeles custodios, venerándolos en la liturgia
con una fiesta especial, y recomendando el recurso a su protección con una
oración frecuente, como en la invocación del "Ángel de Dios". Esta
oración parece atesorar las bellas palabras de San Basilio: "Todo fiel
tiene junto a sí un ángel como tutor y pastor, para llevarlo a la vida"
(Cfr. San Basilio, Adv. Eunomium, III, 1; véase también Santo Tomás, S.Th. I,
q.11, a.3).
8. Finalmente es oportuno notar que la Iglesia honra con
culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les
llama con un nombre.
El primero es Miguel Arcángel (Cfr. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7;
Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus
buenos: "Mica-El" significa, en efecto: "¿quien como
Dios?". En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica
gracias a la cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en los
cielos.
El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (Cfr. Lc 1, 19. 26). Su nombre
significa: "Mi poder es Dios" o "Poder de Dios", como para
decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del
Padre omnipotente.
Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael.
"Rafa-El" significa: "Dios cura", El se ha hecho conocer
por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (Cfr. Tob 12, 50. 20, etc.),
tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de
Dios, siempre necesitados de Custodia, cuidado y protección. Reflexionando bien
se ve que cada una de estas tres figuras: Mica-El, Gabri-El, Rafa-El reflejan
de modo particular la verdad contenida en la pregunta planteada por el autor de
la Carta a los Hebreos: "¿No son todos ellos espíritus administradores,
enviados para servicio en favor de los que han de heredar la salvación?"
(1, 14).
La caída de los ángeles malos
1. Proseguimos hoy nuestra catequesis sobre los ángeles,
cuya existencia, querida por un acto del amor eterno de Dios, profesamos (.).
En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles
están llamados desde el principio, en razón de su inteligencia, a conocer la
verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y
perfecto que cuanto es posible al hombre. Este amor es el acto de una voluntad
libre, por lo cual también para los ángeles la libertad significa posibilidad
de hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es,
Dios mismo.
Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido
tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en
el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de
la libertad. El quiso, pues, que la criatura, constituida a imagen y semejanza
de su Creador, pudiera de la forma más plena posible, volverse semejante a El:
Dios, que "es amor".
Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en
su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los
ángeles. Pero precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama,
Dios supo sacar de la historia de este pecado, incomparablemente más radical,
en cuanto pecado de un espíritu puro, el definitivo bien de todo el cosmos
creado
2. De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de
los espíritus puros aparece dividido en buenos y malos. Pues bien, esta división
no se obró por la creación de Dios, sino en base a la propia libertad de la
naturaleza espiritual de cada uno de ellos. Se realizó mediante la elección que
para los seres puramente espirituales posee un carácter incomparablemente más
radical que la del hombre y es irreversible, dado el grado de intuición y de
penetración del bien, del que está dotada su inteligencia.
A este respecto se debe decir también que los espíritus
puros han sido sometidos a una prueba de Carácter moral. Fue una opción
decisiva, concerniente ante todo a Dios mismo, un Dios conocido de modo más
esencial y directo que lo que es posible al hombre, un Dios que había hecho a
estos seres espirituales el don, antes que al hombre, de participar en su
naturaleza divina.
3. En el caso de los espíritus puros la elección decisiva
concernía ante todo a Dios mismo, primero y sumo Bien, aceptado y rechazado de
un modo más esencial y directo del que pueda acontecer en el radio de acción de
la libre voluntad del hombre. Los espíritus puros tienen un conocimiento de
Dios incomparablemente más perfecto que el hombre, porque con el poder de su
inteligencia, no condicionada ni limitada por la mediación del conocimiento
sensible, ven hasta el fondo la grandeza del Ser infinito, de la primera
Verdad, del sumo Bien. A esta sublime capacidad de conocimiento de los
espíritus puros Dios ofreció el misterio de su divinidad haciéndoles
participes, mediante la gracia, de su infinita gloria.
Precisamente en su condición de seres de naturaliza
espiritual, había en su inteligencia la capacidad, el deseo de esta elevación
sobrenatural a la que Dios les había llamado, para hacer de ellos, mucho antes
que del hombre, "partícipes de la naturaleza divina", partícipes de
la vida íntima de Aquel que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, de Aquel que, en
la comunión de las tres Divinas Personas, "es Amor".
Dios había admitido a todos los espíritus puros, antes y en
mayor grado que al hombre, a la eterna comunión de Amor.
4. La opción realizada sobre la base de la verdad de Dios,
conocida deforma superior dada la lucidez de sus inteligencias, ha dividido
también el mundo de los espíritus puros en buenos y malos.
Los buenos han elegido a Dios como Bien supremo y
definitivo, conocido a la luz de la inteligencia iluminada por la Revelación.
Haber escogido a Dios significa que se han vuelto a El con toda la fuerza
interior de su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha convertido en el
objetivo total y definitivo de su existencia espiritual.
Los otros, en cambio, han vuelto la espalda a Dios contra la
verdad del conocimiento que señalaba en Él el Bien total y definitivo. Han
hecho una elección contra la revelación del misterio de Dios, contra su gracia,
que los hacía partícipes de la Trinidad y de la eterna amistad con Dios, en la
comunión con El mediante el amor. Basándose en su libertad creada, han
realizado una opción radical e irreversible, al igual que la de los ángeles
buenos, pero diametralmente opuesta: en lugar de una aceptación de Dios, plena
de amor, le han opuesto un rechazo inspirado por un falso sentido de
autosuficiencia, de aversión y hasta de odio, que se ha convertido en rebelión.
5. Cómo comprender esta oposición y rebelión a Dios en seres
dotados de una inteligencia tan viva y enriquecidos con tanta luz? ¿Cuál puede
ser el motivo de esta radical e irreversible opción contra Dios, de un odio tan
profundo que puede aparecer como fruto de la locura?.
Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar
de "ceguera", producida por la supervaloración de la perfección del propio
ser, impulsada hasta el punto desvelar la supremacía de Dios que exigía, en
cambio, un acto de dócil y obediente sumisión. Todo esto parece expresado de
modo conciso en las palabras ""No te servir !2, 20), que manifiestan
el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de
Dios en el mundo creado. "Satanás", el espíritu rebelde, quiere su
propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer "adversario"
del Creador, como opositor de la providencia, como antagonista de la amorosa
sabiduría de Dios. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del
pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la
Escritura, que afirma: "En el orgullo está la perdición" (Tob 4, 14).
El pecado y la acción de Satanás
1. Continuando el tema de las precedentes catequesis
dedicadas al artículo de fe referente a los ángeles, criaturas de Dios, vamos a
explorar el misterio de la libertad que algunos de ellos utilizaron contra Dios
y contra su plan de salvación respecto a los hombres.
Como testimonia el Evangelista Lucas en el momento, en el
que los discípulos se reunían de nuevo con el Maestro llenos de alegría por los
frutos recogidos en sus primeras tareas misioneras, Jesús pronuncia una frase
que hace pensar: "veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc
10, 18).
Con estas palabras el Señor afirma que el anuncio del reino
de Dios es siempre una victoria sobre el diablo, pero al mismo tiempo revela
también que la edificación del reino está continuamente expuesta a las insidias
del espíritu del mal. Interesarse por esto, como tratamos de hacer con nuestra
catequesis de hoy, quiere decir prepararse al estado de lucha que es propio de
la vida de la Iglesia en este tiempo final de la historia de la salvación (como
afirma el libro del Apocalipsis. Cfr. 12, 7). Por otra parte, esto ayuda a
aclarar la recta fe de la Iglesia frente a aquellos que la alteran exagerando
la importancia del diablo o de quienes niegan o minimizan su poder maligno.
Las precedentes catequesis sobre los ángeles nos han
preparado para comprender la verdad, que la Iglesia ha transmitido, sobre
Satanás, es decir, sobre el ángel caído, el espíritu maligno, llamado también
diablo o demonio.
2. Esta "caída", que presenta la forma de rechazo
de Dios con el consiguiente estado de "condena", consiste en la libre
elección hecha por aquellos espíritus creados, los cuales radical y
irrevocablemente han rechazado a Dios y su reino, usurpando sus derechos
soberanos y tratando de trastornarla economía de la salvación y el ordenamiento
mismo de toda la creación.
Un reflejo de esta actitud se encuentra en las palabras del
tentador a los progenitores: "Seréis como Dios" o "como
dioses" (Cfr. Gen 3, 5). Así el espíritu maligno trata de transplantar en
el hombre la actitud de rivalidad, de insubordinación a Dios y su oposición a
Dios que ha venido a convertirse en la motivación de toda su existencia.
3. En el Antiguo Testamento, la narración de la caída del
hombre, recogida en el libro del Génesis, contiene una referencia a la actitud
de antagonismo que Satanás quiere comunicar al hombre para inducirlo a la
transgresión (Cfr. Gen 3, 5). También en el libro de Job (Cfr. Job 1, 11;
2,5.7), vemos que satanás trata de provocar la rebelión en el hombre que sufre.
En el libro de la Sabiduría (Cfr. Sab 2, 24), satanás es presentado como el
artífice de la muerte que entra en la historia del hombre juntamente con el
pecado.
4. La Iglesia, en el Conc. Lateranense IV (1215), enseña que
el diablo (satanás) y los otros demonios "han sido creados buenos por Dios
pero se han hecho malos por su propia voluntad".
Efectivamente, leemos en la Carta de San Judas: . a los
ángeles que no guardaron su principado y abandonaron su propio domicilio los
reservó con vínculos eternos bajo las tinieblas para el juicio del gran
día" (Jds 6). Así también en la segunda Carta de San Pedro se habla de
"ángeles que pecaron" y que Dios "no perdonó. sino que,
precipitados en el tártaro, los entregó a las cavernas tenebrosas,
reservándolos para el juicio" (2, 4).
Está claro que si Dios "no perdonó" el pecado de
los ángeles, lo hace para que ellos permanezcan en su pecado, porque están
eternamente "en las cadenas" de esa opción que han hecho al comienzo,
rechazando a Dios, contra la verdad del bien supremo y definitivo que es Dios
mismo. En este sentido escribe San Juan que: "el diablo desde el principio
peca" (1 Jn 3, 3). Y " él es homicida desde el principio y no se
mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (Jn 8, 44).
5. Estos textos nos ayudan a comprender la naturaleza y la
dimensión del pecado de satanás, consistente en el rechazo de la verdad sobre
Dios, conocido a la luz de la inteligencia y de la revelación como Bien
infinito, amor, y santidad subsistente.
El pecado ha sido tanto más grande cuanto mayor era la
perfección espiritual y la perspicacia cognoscitiva del entendimiento angélico,
cuanto mayor era su libertad y su cercanía a Dios. Rechazando la verdad
conocida sobre Dios con un acto de la libre voluntad, satanás se convierte en
"mentiroso cósmico" y "padre de la mentira" (Jn 8, 44). Por
esto vive la radical e irreversible negación de Dios y trata de imponer a la
creación, a los otros seres creados a imagen de Dios, y en particular a los
hombres, su trágica "mentira sobre el Bien" que es Dios.
En el libro del Génesis encontramos una descripción precisa
de esa mentira y falsificación de la verdad sobre Dios, que satanás (bajo la
forma de serpiente) intenta transmitir a los primeros representantes del género
humano: Dios sería celoso de sus prerrogativas e impondría por ello
limitaciones al hombre (Cfr. Gen 3, 5). Satanás invita al hombre a liberarse de
la imposición de este juego, haciéndose "como Dios".
6. En esta condición de mentira existencial satanás se
convierte -según San Juan- también en homicida, es decir, destructor de la vida
sobrenatural que Dios había injertado desde el comienzo en él y en las
criaturas "hechas a imagen de Dios": los otros espíritus puros y los
hombres; satanás quiere destruir la vida según la verdad, la vida en la
plenitud del bien, la vida sobrenatural de gracia y de amor. El autor del libro
de la Sabiduría escribe:. por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y
la experimentan los que le pertenecen" (Sab 2, 24). En el Evangelio
Jesucristo amonesta: . temed más bien a aquel que puede perder el alma y el
cuerpo en la gehena" (Mt 10,28).
7. Como efecto del pecado de los progenitores, este ángel
caído ha conquistado en cierta medida el dominio sobre el hombre.
Esta es la doctrina constantemente confesada y anunciada por
la Iglesia, y que el Concilio de Trento ha confirmado en el tratado sobre el
pecado original (.): Dicha doctrina encuentra dramática expresión en la
liturgia del bautismo, cuando se pide al catecúmeno que renuncie al demonio y a
sus seducciones.
Sobre este influjo en el hombre y en las disposiciones de su
espíritu (y del cuerpo) encontramos varias indicaciones en la Sagrada
Escritura, en las cuales satanás es llamado "el príncipe de este
mundo" (Cfr. Jn 12, 31; 14, 30;16, 11) e incluso "el Dios del
siglo" (2 Cor 4, 4). Encontramos muchos otros nombres que describen sus
nefastas relaciones con el hombre: "Belcebú" o "Belial",
"espíritu inmundo", "tentador", "maligno" y
finalmente "anticristo" (1 Jn 4, 3). Se le compara a un
"león" (1 Pe 5, 8), a un "dragón" (en el Apocalipsis) y a
una "serpiente" (Gen 3). Muy frecuentemente para nombrarlo se ha
usado el nombre de "diablo" del griego "diaballein"
-diaballein- (del cual "diabolos"), que quiere decir: causar la
destrucción, dividir, calumniar, engañar. Y a decir verdad, todo esto sucede
desde el comienzo por obra del espíritu maligno que es presentado en la Sagrada
Escritura como una persona, aunque se afirma que no está solo: "somos
muchos", gritaban los diablos a Jesús en la región de las gerasenos (Mc 5,
9); "el diablo y sus ángeles", dice Jesús en la descripción del
juicio final (Cfr. Mt 25, 41).
8. Según la Sagrada Escritura, y especialmente el Nuevo
Testamento, el dominio y el influjo de Satanás y de los demás espíritus
malignos se extiende al mundo entero. Pensemos en la parábola de Cristo sobre
el campo (que es el mundo), sobre la buena semilla y sobre la mala semilla que
el diablo siembra en medio del grano tratando de arrancar de los corazones el
bien que ha sido "sembrado" en ellos (Cfr. Mt 13, 38-39). Pensemos en
las numerosas exhortaciones a la vigilancia (Cfr. Mt 26, 41; 1 Pe 5, 8), a la oración
y al ayuno (Cfr. Mt 17, 21). Pensemos en esta fuerte invitación del Señor:
"Esta especie (de demonios) no puede ser expulsada por ningún medio sino
es por la oración" (Mc 9, 29).
La acción de Satanás consiste ante todo en tentar a los
hombres para el mal, influyendo sobre su imaginación y sobre las facultades
superiores para poder situarlos en dirección contraria a la ley de Dios.
Satanás pone a prueba incluso a Jesús (Cfr. Lc 4, 3-13) en la tentativa extrema
de C contrastar las exigencias de la economía de la salvación tal como Dios le
ha preordenado.
No se excluye que en ciertos casos el espíritu maligno
llegue incluso a ejercitar su influjo no sólo sobre las cosas materiales, sino
también sobre el cuerpo del hombre, por lo que se habla de "posesiones
diabólicas" (Cfr. Mc 5,2-9). No resulta siempre fácil discernir lo que hay
de preternatural en estos casos, ni la Iglesia condesciende o secunda
fácilmente la tendencia a atribuir muchos hechos e intervenciones directas al
demonio; pero en línea de principio no se puede negar que, en su afán de dañar
y conducir al mal, Satanás pueda llegar a esta extrema manifestación de su
superioridad.
9. Debemos finalmente añadir que las impresionantes palabras
del Apóstol Juan: "El mundo todo está bajo el maligno" (1 Jn 5, 19),
aluden también a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una
presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan
de Dios. El influjo del espíritu maligno puede "ocultarse" de forma
más profunda y eficaz: pasar inadvertido corresponde a sus
"intereses": La habilidad de Satanás en el mundo es la de inducir a
los hombres a negar su existencia en nombre del racionalismo y de cualquier
otro sistema de pensamiento que busca todas las escapatorias con tal de no
admitir la obra del diablo.
Sin embargo, no presupone la eliminación de la libre
voluntad y de la responsabilidad del hombre y menos aún la frustración de la
acción salvífica de Cristo. Se trata más bien de un conflicto entre las fuerzas
oscuras del mal y las de la redención. Resultan elocuentes a este propósito las
palabras que Jesús dirigió a Pedro al comienzo de la pasión: . Simón, Satanás
os busca para ahecharos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no
desfallezca tu fe" (Lc 22,31).
Comprendemos así por que Jesús en la plegaria que nos ha
enseñado, el "Padrenuestro", que es la plegaria del reino de Dios,
termina casi bruscamente, a diferencia de tantas otras oraciones de su tiempo,
recordándonos nuestra condición de expuestos a las insidias del Maligno.
El cristiano, dirigiéndose al Padre con el espíritu de Jesús
e invocando su reino, grita con la fuerza de la fe: no nos dejes caer en la
tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no cedamos ante la
infidelidad a la cual nos seduce aquel que ha sido infiel desde el principio.
La acción de Satanás y la victoria de Cristo
1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas
"visibles e invisibles", nos ha llevado a iluminar y vigorizar
nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no
ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y
fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las
tinieblas.
Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la potencia
de Satanás no es infinita. El sólo es una criatura, potente en cuanto espíritu
puro, pero siempre una criatura, con los límites de la criatura, subordinada al
querer y al dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio a Dios y
su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad
("fortiter et suaviter") dirige la historia del hombre y del mundo.
Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños -de
naturaleza espiritual- e indirectamente de naturaleza también física a los
individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad
definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. El no puede
obstaculizar la edificación del reino de Dios en el cual se tendrá, al final,
la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las criaturas
eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún,
podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y
sirve para edificar la gloria de los "elegidos" (Cfr. 2 Tim 2, 10).
2. Así toda la historia de la humanidad se puede considerar
en función de la salvación total, en la cual está inscrita la victoria de
Cristo sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11).
"Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo servirás" (Lc 4, 8), dice
terminantemente Cristo a Satanás.
En un momento dramático de su ministerio, a quienes lo
acusaban de manera descarada de expulsar los demonios porque estaba aliado de
Belcebú, jefe de los demonios, Jesús responde aquellas palabras severas y
confortantes a la vez :"Todo reino en sí dividido será desolado y toda
ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está
dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?.
Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de
Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12,
25-26. 28). "Cuando un hombre fuerte bien armado guarda su palacio,
seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará
las armas en que confiaba y repartirá sus despojos" (Lc 11, 21-22). Las
palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su
cumplimiento histórico en la cruz y en la resurrección del Redentor.
Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha hecho
partícipe de la humanidad hasta la cruz "para destruir por la muerte al
que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que
estaban toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb 2, 14-15). Esta es la
gran certeza de la fe cristiana: "El príncipe de este mundo ya está
juzgado" (Jn 16, 11); "Y para esto apareció el Hijo de Dios, para
destruir las obras del diablo" (1 Jn 3, 8), como nos atestigua San Juan.
Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el "más fuerte"
que ha vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.
De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la
Iglesia: Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de arrojar los
demonios (Cfr. Mt 10,1, y paral.; Mc 16, 17). La Iglesia ejercita tal poder
victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (Cfr. Mc 9, 29; Mt 17, 19
ss.), que en casos específicos puede asumir la forma de exorcismo.
3. En esta fase histórica de la victoria de Cristo se
inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final, la parusía, la segunda y
definitiva venida de Cristo al final de la historia, venida hacia la cual está
proyectada la vida del cristiano. También si es verdad que la historia terrena
continúa desarrollándose bajo el influjo de "aquel espíritu que -como dice
San Pablo- ahora actúa en los que son rebeldes" (Ef 2, 2), los creyentes
saben que están llamados a luchar para el definitivo triunfo del bien: "No
es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra
las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los
espíritus malos de los aires" (Ef 6, 12).
4. La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en
cierto sentido siempre más violenta, como pone de relieve especialmente el
Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (Cfr. Ap 12, 7-9). Pero
precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la
Revelación divina: es decir, que la lucha se concluirá con la definitiva
victoria del bien. En aquella victoria, precontenida en el misterio pascual de
Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del Génesis, que con un
término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la
serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gen 3,
15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su paterna
Providencia, "liberará del poder de las tinieblas" a aquellos que
eternamente ha "predestinado en Cristo" y les "transferirá al
reino de su Hijo predilecto" (Cfr. Col 1, 13-14). Entonces el Hijo
someterá al Padre también el universo, para que "sea Dios en todas las
cosas" (1 Cor 15, 28).
5. Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador
de las "cosas visibles e invisibles", unidas en nuestro planteamiento
con la verdad sobre la Divina Providencia. Aparece claro a los ojos del
creyente que el misterio del comienzo del mundo y de la historia se une
indisolublemente con el misterio del final, en el cual la finalidad de todo lo
creado llega a su cumplimiento. El Credo, que une así orgánicamente tantas
verdades, es verdaderamente la catedral armoniosa de la fe.
De manera progresiva y orgánica hemos podido admirar
estupefactos el gran misterio de la inteligencia y del amor de Dios, en su
acción creadora, hacia el cosmos, hacia el hombre, hacia el mundo de los
espíritus puros. De tal acción hemos considerado la matriz trinitaria, su
sapiente finalidad relacionada con la vida del hombre, verdadera "imagen
de Dios", a su vez llamado a volver a encontrar plenamente su dignidad en
la contemplación de la gloria de Dios.
Hemos recibido luz sobre uno de los máximos problemas que
inquietan al hombre e invaden su búsqueda de la verdad: el problema del
sufrimiento y del mal. En la raíz no está una decisión errada o mala de Dios,
sino su opción, y en cierto modo su riesgo, de crearnos libres para tenernos
como amigos. De la libertad ha nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y
con su sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus hijos en Cristo,
todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para que el bien no sea vencido por el
mal.
Nombres de los ángeles ¿Cuáles son los nombres de los
ángeles? ¿Cómo los conocemos? En la Sagrada Escritura aparecen los nombres de
tres Arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
La palabra Arcángel proviene de dos palabras. Arc = el
principal. Y ángel. O sea "principal entre los ángeles. Arcángel es como
un jefe de los ángeles.
San Miguel. Este nombre significa: "¿Quién como Dios?
O: "Nadie es como Dios". A San Miguel lo nombre tres veces la S.
Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: "Al
final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los
hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron
el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror
eterno".
En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo
siguiente: "Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles
combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar
para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el
seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a
vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".
En la Carta de San Judas Tadeo se dice: "El Arcángel
San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: "Que te castigue el
Señor"". Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente
infernal. La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel
San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio
y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos,
con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de
los ejércitos celestiales.
San Gabriel. Su nombre significa: "Dios es mi
protector". A este Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia. Él
fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el
Redentor. Dice así el profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y
me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo
de los Santos" (Dan. 9).
Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que
jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo
de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.
Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías
para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: "Yo soy
Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).
San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel
a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella,
le dijo: "Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo". Ella
se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: "No temas María,
porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien
pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá
fin"". San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los
comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios
se hacía hombre. San Rafael. Su nombre significa: "Medicina de Dios".
Fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar
al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa
esposa.
San Rafael. Hebreo: "Dios te cura". Uno de los
tres arcángeles que salen mencionados en la Biblia. Es el arcángel que nos da
apoyo en nuestro camino diario. Patrón de los mutilados de guerra. Onom: 29
setiembre. miguel Hebreo: "quien es como Dios?". Miguel junto a
Gabriel y Rafael simbolizan la fidelidad, el poder y la gloria de los ángeles.
San Miguel representa la fuerza y la firmeza y es el patrón de los
paracaidistas y caballeros armados. Onom: 29 septiembre.
Ángeles en las Sagradas Escrituras y el Catecismo
Conoce algunos de los pasajes bíblicos y puntos del
catecismo que se refieren a los ángeles Ángeles en el Antiguo Testamento
Tobit y Daniel los libros más ricos del Antiguo Testamento
respecto de los ángeles. Allí encontramos ángeles que comunican al hombre
mensajes o revelaciones de parte de Dios. Estos ángeles son siempre criaturas
de Dios, subordinados a El. No son seres divinos, aunque sean seres
celestiales. El monoteísmo de Israel es absoluto en esta época. Los ángeles son
enviados, pues, a los hombres como mensajeros (Dan 14,33), les ayudan y
protegen (Dan 3,49; 2 Mac 11,6), presentan ante Dios las oraciones de los
hombres e interceden por ellos (Tob 12,15). Cada pueblo tiene asignado un ángel
custodio (Dan 10,13.20). Ya fuera del Antiguo Testamento será a cada persona a
quien se le asigne un ángel custodio.
En este proceso de desarrollo de la angelología, los ángeles
se Irán conociendo por su nombre propio. Por el Antiguo Testamento conocemos el
nombre de tres ángeles: Rafael, en el libro de Tobit, y Miguel y Gabriel, en el
libro de Daniel.
Es preciso indicar que estos tres nombres pueden traducirse
y ello nos da una pista sobre su significado. Rafael significa «Dios cura», y
esa es la misión que el ángel desempeña en el libro de Tobit: cura al anciano
Tobit de su ceguera y libra a Sara de las asechanzas del demonio Asmodeo.
Por su intervención, Dios premia con la felicidad a aquella
familia de justos sobre quienes hasta entonces había acaecido la desgracia.
Miguel significa «¿quién como Dios?» Es el ángel protector de Israel y
capitanea los ejércitos celestiales en su lucha contra las fuerzas del mal. En
concreto contra la opresión del poder político absolutizado que intenta ocupar
el lugar de Dios. Gabriel, que significa «fuerza de Dios», es el ángel que
revela a Daniel el momento en que tendrá lugar el fin del mal y el comienzo de
la justicia perfecta que sólo la fuerza de Dios hará posible.
Estas tres figuras angélicas son, en el fondo, recursos
literarios para indicar diversas actuaciones salvíficas de Dios en el mundo de
los hombres. Su propio nombre, que siempre incluye a Dios, indica lo que son.
En los escritos intertestamentarios se multiplicará la presencia y la actuación
de los ángeles.
Algunas citas de los Ángeles en el Antiguo Testamento:
Y habiendo expulsado al hombre, puso [Yahvéh] delante del
jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el
camino del árbol de la vida.
Génesis 3, 24
Oyó Dios la voz del chico, y el Angel de Dios llamó a Agar
desde los cielos y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído
la voz del chico en donde está.
Génesis 21, 17
He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que
te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado. Pórtate
bien en su presencia y escucha su voz; no le seas rebelde, que no perdonará
vuestras transgresiones, pues en él está mi Nombre. Si escuchas atentamente su
voz y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus
adversarios mis adversarios.
Éxodo 23, 20-22
Angeles del Señor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle
eternamente.
Daniel 3, 58
Ángeles en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento sus nombres aparecen en cada una de
sus páginas y el número de referencias sobre ellos iguala aquellas dadas en la
Antigua Dispensación. Fue su privilegio el anunciar a Zacarías y a María el
albor de la Redención, y a los pastores su cumplimiento.
El Señor Jesús en Sus discursos habla de ellos con la
autoridad de alguien que los ha visto, y que mientras "habla con los
hombres", está siendo adorado inadvertida y silenciosamente por la hueste
celestial. Él describe sus vidas en el cielo (Mt 22, 30; Lucas 20, 36); nos
dice como se forman a su alrededor para protegerlo y que con sólo una palabra suya
atacarían a Sus enemigos (Mt 26, 53); uno de ellos tuvo el privilegio de
atenderlo en el momento de Su Agonía y que sudó sangre. Más de una vez, habla
de ellos como de auxiliares y testigos del Juicio Final (Mt 16, 27), el cual
ellos prepararán (ibid., 13, 39-49); y por último, ellos dan un alegre
testimonio de Su triunfante Resurrección (ibid., 28, 2).
Es fácil para las mentes escépticas ver en esta hueste
angélica la obra de la imaginación hebrea y de la superstición, pero, ¿los
relatos sobre ángeles que figuran en la Biblia no nos proporcionan una
progresión bastante natural y armoniosa? En la página de apertura de la
historia sagrada de la nación judía, esta es escogida como depositaria de las
promesas de Dios; como el pueblo en el que nacería el Redentor.
Los ángeles aparecen en el curso de la historia de este
pueblo escogido, como mensajeros de Dios, como guías; como quienes anuncian la
ley de Dios, en otra ocasión prefiguran al Redentor cuya misión divina ayudan a
madurar. Conversan con los profetas, con David y Elías, con Daniel y Zacarías;
acaban con las huestes acampadas para atacar a Israel, sirven como guías a los
siervos de Dios, y el último profeta, Malaquias, lleva un nombre de importancia
especial; "el Ángel de Yahvéh". Parece resumir en su mismo nombre el
anterior "ministerio realizado por las manos de los ángeles", como si
Dios con ello recordara las antiguas glorias del Éxodo y del Sinaí.
Todo este ministerio amoroso realizado por los ángeles es
sólo por la causa del Salvador, Cuyo rostro ellos desean contemplar. Por ello,
cuando la plenitud de los tiempos llegó, fueron ellos quienes lo proclamaron
alegremente cantando "Gloria in excelsis Deo". Ellos guiaron al
recién nacido Rey de los Ángeles en Su huida a Egipto, y lo atendieron en el desierto.
Su segunda venida y los temibles eventos que le precederán, han sido revelados
a su siervo predilecto en la isla de Patmos. Nuevamente se trata de una
revelación, y por ello, sus antiguos ministros y mensajeros aparecen nuevamente
en la historia sagrada, y el relato final del amor de Dios acaba casi como lo
había empezado: "Yo, Jesús, he enviado a mi Ángel para daros testimonio de
lo referente a las Iglesias" (Ap 22, 16).
Algunas citas de los Ángeles en el Nuevo Testamento:
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
San Lucas 1, 26-28
El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran
alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un salvador, que es el Cristo Señor;
San Lucas 2, 10-11
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la
tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
San Lucas 2, 13-14
De pronto se presentó el Angel del Señor y la celda se llenó
de luz. Le dio el ángel a Pedro en el costado, le despertó y le dijo:
«Levántate aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el ángel:
«Cíñete y cálzate las sandalias.» Así lo hizo. Añadió: «Ponte el manto y
sígueme.» Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad
cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión. Pasaron la primera
y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta
se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y
de pronto el ángel le dejó. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora me doy cuenta
realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de
Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.»
Hechos de los Apóstoles 12, 7-11
Los Ángeles en el Catecismo de la Iglesia Católica
332. "Desde la creación y a lo largo de toda la
historia de la salvación, los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa
salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso
terrenal protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de
Abraham, la ley es comunicada por su ministerio [cf. Hch 7,53 .], conducen el
pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones, asisten a los profetas, por
no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el
nacimiento del Precursor y el de Jesús."
329. "San Agustín dice respecto a ellos: "Angelus
officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est;
quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit,
angelus" ["El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si
preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo
que hace, te diré que es un ángel"]. Con todo su ser, los ángeles son
servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan "constantemente el
rostro de mi Padre que está en los cielos" [Mt 18,10 .], son "agentes
de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" [Sal 103,20 .]."
336. "Desde la infancia a la muerte, la vida humana
está rodeada de su custodia y de su intercesión. "Cada fiel tiene a su
lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida". Desde
esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada
de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios."
Jerarquía de los ángeles
¿Existe alguna jerarquía en los Ángeles? La distinción de
los Ángeles en nueve coros, agrupados en tres jerarquías diferentes, aunque no
conste explícitamente en la Revelación, es de creencia general.
Esa distinción es hecha en relación a Dios, a la conducción
general del mundo, o a la conducción particular de los Estados, de las
compañías y de las personas.
Los tres coros de la primera jerarquía, ven y glorifican a
Dios, como dice la Escritura:
"Vi al Señor sentado sobre un alto y elevado trono ....
Los Serafines estaban por sobre el trono ... clamaban uno hacia el otro y
decían: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos (Is. 6, 1-3).
"El Señor reina .... está sentado sobre querubines" (Sl. 98, 1).
Los tres Coros inferiores a los arriba enunciados están
relacionados con la conducta general del universo. Y los tres últimos Coros
dicen respecto a la conducta particular de los Estados, de las compañías y de
las personas. (14).
Los 9 Coros Angélicos, agrupados en tres jerarquías
• Serafines - del griego "séraph", abrazar,
quemar, consumir. Asisten ante el trono de Dios* y es su privilegio estar
unidos a Dios de manera más íntima, en los ardores de la caridad.
• Querubines - del hebreo "chérub", que San
Jerónimo y San Agustín interpretan como "plenitud de sabiduría y
ciencia". Asisten también ante el trono de Dios, y es su privilegio ver la
verdad de un modo superior a todos los otros Ángeles que están bajo ellos.
• Tronos - algunas veces son llamados "Sedes Dei",
(Sedes de Dios). También asisten ante el trono de Dios, y es su misión asistir
a los Ángeles inferiores en la proporción necesaria.
• Dominaciones - Son así llamados porque dominan sobre todas
las órdenes angélicas encargadas de ejecutar la voluntad de Dios. Distribuyen a
los Ángeles inferiores sus funciones y sus ministerios.
• Potestades - O "conductores del orden sagrado",
ejecutan las grandes acciones que tocan en el gobierno universal del mundo y de
la Iglesia, operando para eso prodigios y milagros extraordinarios.
• Virtudes - cuyo nombre significa "fuerza", son
encargados de eliminar los obstáculos que se oponen al cumplimento de las
órdenes de Dios, apartando a los Ángeles malos que asedian a las naciones para
desviarlas de su fin, y manteniendo así las criaturas y el orden de la Divina
Providencia.
• Principados - Como su nombre indica, están revestidos de
una autoridad especial: son los que presiden los reinos, las provincias, y las
diócesis; son así denominados por el hecho de que su acción es más extensa y
universal.
• Arcángeles - son enviados por Dios en misiones de mayor
importancia junto a los hombres.
• Ángeles - los que tienen la guarda de cada hombre en
particular, para desviarlo del mal y encaminarlo al bien, defenderlo contra sus
enemigos visibles e invisibles, y conducirlo al camino de la salvación. Velan
por su vida espiritual y corporal y, a cada instante, le comunican las luces,
fuerzas y gracias que necesitan (14).
(*) ""Asistir" ante el trono de Dios tiene
dos significados: uno es cuando reciben Sus órdenes; cuando Le ofrecen las
oraciones, limosnas, buenas obras y votos de los mortales; cuando defienden
contra los demonios las causas de los hombres en el Tribunal Supremo; cuando
fijan su mirada en los rayos de la faz divina para percibir las delicias
inefables que constituyen su felicidad. "En este último sentido, todos los
Ángeles, sin exceptuar ninguno, so "asistentes delante de Dios",
porque todos gozan, sin interrupción, de la Visión Beatífica, incluso cuando se
ocupan del desempeño de alguna misión en el gobierno del mundo. Pero, en otro
sentido estricto, la expresión "asistir ante el trono de Dios"
designa a los Ángeles de la primera jerarquía, y que no pueden ser empleados en
ministerios exteriores" (cfr. Corn. A Lapide, in Tob. XII, 15; apud Mons.
Gaume, Tratado del Espíritu Santo, Granada, Imp. Y Lib. Española de D. José
Lopez Guevara, 1877, p. 137 ).
Si bien los ángeles que aparecen mencionados en los libros
más tempranos del Antiguo Testamento son impersonales y quedan ensombrecidos
por la importancia del mensaje que llevan o por la obra que realizan, no nos
dan ninguna información acerca de la existencia de una cierta jerarquía en el
ejército celestial.
Después de la expulsión de Adán del Paraíso, este es
defendido de nuestros Primeros Padres por querubines que son ministros de Dios,
aunque nada se menciona acerca de su naturaleza. Sólo una vez más aparece la
figura de un querubín en la Biblia, en la maravillosa visión que tuvo Ezequiel
en la que los describe con muchos detalles (Ezeq 1), y que en Ezequiel 10 los
llama querubines. El Arca era defendida por dos querubines, pero sólo tenemos
conjeturas acerca de cómo eran. Se ha sugerido, con gran probabilidad, que
estos pueden ser comparados con los toros y leones alados que cuidan los
palacios asirios, y también con los extraños hombres alados con cabeza de
halcones pintados en las paredes de algunas de sus construcciones. Los
serafines sólo aparecen en la visión de Isaías, 6, 6.
Ya hemos mencionado a los siete místicos que están de pie
ante Dios, y parece que en ellos tenemos una indicación de un cordón interno
que rodea el trono. El término arcángel sólo aparece en San Judas y 1Tes., 4,
15; pero San Pablo nos da otras dos listas de nombres de las cohortes
celestiales. Nos dice (Ef 1, 21) que Cristo está "por encima de todo
Principado, Potestad, Virtud, Dominación"; y, escribiendo a los Colosenses
(1, 16), dice: "porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos
y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones,
los Principados, las Potestades".
Hay que señalar que San Pablo usa dos de estos nombres para
señalar los poderes de la oscuridad cuando (2, 15) dice que una que Cristo haya
"despojado los Principados y las Potestades… incorporándolos a su cortejo
triunfal". Y no es de menos importancia que sólo dos versículos después
advierta a sus lectores a no dejarse seducir por "el culto de los
ángeles". Aparentemente pone su sello en una cierta angelología permitida,
y al mismo tiempo advierte en contra de las supersticiones sobre este asunto.
Tenemos una insinuación de algunos excesos en el Libro de
Enoc, en el que, como ya dijimos, los ángeles tienen un papel bastante
desproporcionado. Al igual, Josefo nos dice (Be. Jud., II, VIII, 7) que los
esenios realizaban un voto para preservar los nombres de los ángeles.
En Daniel 10, 12-21 varios ángeles están designados a varios
lugares, y que se les llama sus príncipes, y este mismo rasgo reaparece de
manera más notable en el Apocalipsis "los ángeles de las siete
Iglesias", aunque es imposible decir el significado preciso de este
término. Generalmente estos siete Ángeles de las Iglesias son considerados los
Obispos que ocupan éstas sedes. San Gregorio Nacianceno en su carta a los
Obispos en Constantinopla en dos ocasiones les dice "Ángeles", según
el idioma del Apocalipsis.
El tratado "De Coelesti Hierarchia" atribuido a
San Dionisio Areopagita, y que ejerció una gran influencia entre los
escolásticos, trata con muchos detalles las jerarquías y órdenes de los
ángeles. Generalmente se considera que este trabajo no pertenece a San
Dionisio, y que fue escrito algunos siglos después.
Si bien su doctrina acerca de los coros de ángeles ha sido aceptada
en la Iglesia con gran unanimidad, ninguna proposición referente a las
jerarquías angélicas es dogma de fe. El siguiente pasaje de San Gregorio Magno
(Hom. 34, en Evang.) nos dan una idea clara del punto de vista de los doctores
de la Iglesia acerca de este punto:
Sabemos por la autoridad de la Escritura que existen nueve
órdenes de ángeles: Ángeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados,
Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines. Que existen Ángeles y Arcángeles
casi todas las páginas de la Biblia nos lo dice, y los libros de los Profetas
hablan de Querubines y Serafines. San Pablo, también, escribiendo a los Efesios
enumera cuatro órdenes cuando dice: "sobre todo Principado, Potestad,
Virtud, y Dominación"; y en otra ocasión, escribiendo a los Colosenses
dice: "ni Tronos, Dominaciones, Principados, o Potestades". Si unimos
estas dos listas, tenemos cinco Órdenes, y agregando los Ángeles y Arcángeles,
Querubines y Serafines, tenemos nueve Órdenes de Ángeles.
Santo Tomás (Summa Theologica I:108), siguiendo a San
Dionisio (De Coelesti Hierarchia, VI, VII), divide a los ángeles en tres
jerarquías cada una de las cuales contienen tres órdenes. Su proximidad al Ser
Supremo sirve como base para esta división. En la primera jerarquía pone a los
Serafines, Querubines, y Tronos; en la segunda, a las Dominaciones, Virtudes, y
Potestades; en la tercera, a los Principados, Arcángeles, y Ángeles. Los únicos
nombres que nos dan la Escritura de ángeles en particular son los de Rafael,
Miguel, y Gabriel, nombres que significan sus atributos. Los libros judíos
apócrifos, como el Libro de Enoc, nos dan el de Uriel y Jeremiel, mientras que
otras fuentes apócrifas nos dan muchos más, como por ejemplo Milton en su
"Paraíso Perdido". (Para conocer sobre el uso supersticioso de estos
nombres, véase más arriba).
En las Sagradas Escrituras, algunos de los Angeles tienen
nombres propios: El de Arcángel Miguel es mencionado por el Profeta Daniel, Ap.
Judas y en Apocalipsis (Josué 5:13, 12:1; Jud. 9; Apoc. 12:7-8). El nombre
Miguel, en hebreo, significa "Quien sino Dios?" En Escrituras El es
llamado "jefe del Ejercito del Señor" y es representado como
principal Guerrero contra el diablo y sus servidores. Habitualmente se lo
representa con una espada de fuego en la mano. El nombre Gabriel significa
"Fuerte de Dios." Lo menciona el prof. Daniel y el Evang. Lucas (Dan.
8:16; 9:21 y Luc. 1:19-26). En Escrituras es representado como mensajero de
Misterios Divinos. Se pinta con la rama de Paraíso en la mano. En las Escrituras
se nombran tres Angeles más Rafael - "Ayuda de Dios" (Tov. 3:16;
12:12-15); Uriel - "Fuego de Dios" (3 Ezdra 4:1, 5:20); Sela-fiel -
"El que ora a Dios" (3 Ezdra 5:16). Cuál es la finalidad de los Seres
del mundo espiritual? Aparentemente ellos están creados para ser perfectos
reflejos de la Grandeza y la Gloria de Dios, compartiendo Su Bienaventuranza.
Si sobre el cielo visible se dijo: "Los cielos harán saber la Gloria de
Dios" mas aun éste es el meta de los cielos espirituales.
Querubines y Serafines
Dos términos de no fácil interpretación para designar a los
seres entre los que se encuentra Dios son los de «querubim» y «serafim». .Los
serafines aparecen únicamente en el capitulo 6 de Isaías rodeando el trono de
Dios y sirviéndole de ministros. El significado etimológico del término quizá
tenga que ver con el hebreo srf y podríamos traducirlo en consecuencia como
«los ardientes». Son descritos provistos de rostro y pies humanos al tiempo que
con seis alas. Con cuatro de ellas se cubren el cuerpo y con las dos restantes
vuelan, indicando así probablemente la prontitud con que sirven a Yahvéh.
Los querubines, que a partir del acadio karabú habría que
interpretar como «los poderosos», aparecen en el Antiguo Testamento muy
frecuentemente para indicar el lugar en que se encuentra Yahvéh, pero el lugar
en que habita en esta tierra. Yahvéh se sienta «entre» o «sobre» los
querubines. Son los querubines quienes custodian el arca de la Alianza (cf. Ex
25,18; 1 Re 6,23; 2 Cor 5,8).
Debemos considerar el arca de la Alianza como la peana sobre
la que se encuentra Yahvéh. Por eso se conserva en ella el libro de Alianza a
la manera como bajo el trono de los reyes se guardan los ejemplares de sus
tratados y alianzas. Los querubines son representados originalmente en forma humana,
aunque, eso sí, provistos de alas. Posteriormente se les añadirían rasgos de
águila, león, toro, etc. Estos querubines, custodios del arca de la Alianza
"entre» o "sobre» los cuales se encuentra la presencia de Yahvéh en
el Sancta sanctorum del templo de Jerusalén, son una representación terrena de
la morada celestial de Dios. Dios está sentado en el cielo sobre los querubines
y sobre ellos viaja (cf 2 Sam 22,11 y Sal 18,11) y es así como se aparece a
Ezequiel (Ez 29,3; Sir 49,8). Yahvéh los utiliza también como servidores.
Es un querubín a quien Dios ha colocado con espada llameante
a la entrada del paraíso para impedir el paso del hombre hasta el árbol de la
vida (Gn 3,24).
Las influencias que Israel ha sufrido por parte de otros
pueblos del Antiguo Oriente se dejan sentir especialmente en la iconografía y
descripción literaria de los querubines y serafines.
Iglesia Católica y Ángeles
¿Cuál es la enseñanza de la Iglesia Católica sobre los
Ángeles? La doctrina definida solemnemente por la Iglesia en torno a los seres
angélicos abarca cinco afirmaciones principales(1) :
texto1. Los ángeles existen;
texto2. Son seres de naturaleza espiritual;
texto3. Fueron creados por Dios;
texto4. Fueron creados al comienzo del tiempo;
texto5. Los ángeles malos o demonios fueron creados buenos,
pero se pervirtieron por su propia acción.
a) Los ángeles existen
La existencia de los ángeles se recoge expresamente en las
fórmulas de fe o Credos de la Iglesia, a partir del Símbolo
Niceno-constantinopolitano (381), en el que confesamos creer «en un solo
Dios... Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e
invisibles»(2) .
Lo mismo se dice en las profesiones de fe católica
elaboradas por los concilios de Letrán IV en 1215 (3) , Lyon 11 en 1274 (4),
Florencia en 1441 (5) y Trento en 1564 (6). El Concilio Vaticano I (1869-70)
habla de la criatura angélica como parte de la obra creadora producida por Dios
(7). Los negadores de la existencia y realidad de los ángeles han tenido
representantes en casi todas las épocas de la historia. Los Hechos de los
Apóstoles nos informan -como hace también el historiador judío Flavio Josefo-
que los saduceos negaban «la resurrección y la existencia de ángeles y
espíritus» (8).
Desde presupuestos religiosos y culturales muy diferentes,
el racionalismo(9) iluminista que se desarrolla a partir del siglo XVIII
tampoco admite la existencia de los ángeles. La cosmovisión propia del
materialismo en sus distintas variantes constituye otra tajante opinión
negativa frente a la realidad de cualquier mundo espiritual. Numerosos
contemporáneos hablan de ángeles, pero los consideran productos de la
imaginación literaria, y proyecciones de la conciencia estética del hombre, que
se apoya en la idea de esos seres misteriosos para expresar reflexiones y
fantasías del espíritu humano.
La existencia de ángeles es negada finalmente por algunos
autores protestantes, que los consideran un mito bíblico necesitado de nueva
interpretación(10) . Y con frecuencia este modo de pensar, busca difundirse,
actualmente, en los medios de comunicación. A estas, y parecidas opiniones
derivadas de ellas, se refería la Encíclica Humani Generis (1950) al afirmar
que «algunos se plantean la cuestión de si los ángeles son criaturas
personales»(11) . La profesión de fe de Pablo VI, llamada también Credo del
pueblo de Dios, fue promulgada en junio de 1968, con motivo del año de la fe.
La profesión incluye en su inicio una importante referencia a los ángeles. Dice
así:
«Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Creador de las cosas visibles -como es este mundo en que pasamos nuestra breve
vida y de las cosas invisibles -como son los espíritus puros, que llamamos
también ángeles» (n. 8). El texto menciona de nuevo a los santos ángeles más
adelante, para atribuirles una participación «en el gobierno divino de las
cosas» (n. 29) (12).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «La
existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama
habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es
tan claro como la unanimidad de la Tradición»(13) .
b) Son seres de naturaleza espiritual.
Que los ángeles son seres puramente espirituales y
desprovistos de toda corporeidad es doctrina claramente formulada por el
concilio IV de Letrán (1215), en cuyo decreto Firmiter leemos que Dios «creó de
la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la
angélica y la mundana, y después la humana, compuesta de espíritu y de
cuerpo»(14) .
El hecho de que los ángeles aparezcan corpóreos en la Biblia
y puedan ser representados en imágenes como enseña el Concilio II de Nicea en
el año 787, no debe hacer pensar en la existencia de un cierto cuerpo angélico.
Algunos autores cristianos mantuvieron por un tiempo esta
idea como opinión privada. Pero la legitimidad de la representación
iconográfica de los ángeles, afirmada por la Iglesia frente a los iconoclastas,
no exige atribuirles «cuerpos espirituales». El Catecismo de la Iglesia
Católica precisa que «En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen
inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pío XII: DS 3891) e
inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas
visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10,
9-12)»(15) .
c) Fueron creados por Dios
Los ángeles han sido creados por Dios a partir de la nada.
Son criaturas. No son aspectos de Dios ni emanaciones del ser divino. Tampoco
son seres divinos intermedios entre el Altísimo y el mundo visible. Pertenecen
al conjunto de la creación, que es visible e invisible.
Esta doctrina de fe se encuentra afirmada en los Credos y
subrayada particularmente por el Concilio IV de Letrán (vide supra).
La Sagrada Escritura no describe la creación de los ángeles
«pero al presentarlos como dependiendo completamente de Dios enseña
implícitamente esta verdad»(16) . La enseñanza bíblica sobre los seres
angélicos se desarrolla por entero en el marco del más estricto monoteísmo.
d) Fueron creados al comienzo del tiempo
El Concilio IV de Letrán define asimismo que los ángeles,
igual que el mundo material, fueron creados en el comienzo del tiempo: simul ab
initio temporis(17) . Dios no los creó desde toda la eternidad.Si los ángeles
fueron creados antes del mundo material o a la vez que éste, es una cuestión
secundaria desde el punto de vista dogmático, y no se dice en el texto
conciliar. El «simul» usado por el decreto indicaría simplemente que Dios ha
querido de igual manera la existencia de los espíritus y de la criatura humana.
Parece ser una partícula más bien incidental que no contiene ninguna afirmación
sobre el momento de la creación de los ángeles.
e) Los ángeles malos o demonios fueron creados buenos, pero
se pervirtieron por su propia acción.
La doctrina de que todos los ángeles fueron creados buenos
por Dios y que los demonios se pervirtieron por su propia voluntad se define
por vez primera en el Concilio de Braga, celebrado en el año 561. Dice el
Concilio que el diablo fue primero un ángel bueno hecho por Dios, y que su
naturaleza fue obra de Dios. No emergió, por tanto, de las tinieblas como
principio y sustancia del mal(18) .
Esta enseñanza se encuentra ya expuesta con gran precisión
en escritos patrísticos del siglo IV, especialmente en la Vida de Antonio
escrita por San Atanasio de Alejandría, donde leemos: «Hay que saber que los
demonios no se llaman así porque hayan sido siempre demonios. Dios, en efecto,
no ha creado ninguna cosa mala. También los demonios fueron creados buenos,
pero caídos de su celestial sabiduría y dedicados a vagar por la tierra
engañaron a los paganos con sus fantásticas invenciones y, envidiosos luego de
nosotros los cristianos, hacen todo lo posible para impedirnos llegar al cielo;
porque no quieren que lleguemos al lugar del que ellos han caído»(19) .
El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que « ...el mal
no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el
ángel que se opone a Dios.
El «diablo» [«dia-bolos»] es aquel que «se atraviesa» en el
designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo(20) . Refiriéndose
al «Padre nuestro» añade el Catecismo que «En la última petición, «y líbranos
del mal», el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria,
ya conquistada por Cristo, sobre el «príncipe de este mundo», sobre Satanás, el
ángel que se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación»(21) . La
enseñanza de la Iglesia sobre los ángeles malos puede consiguientemente
articularse en las siguientes afirmaciones:
1) Los demonios fueron creados por Dios como todos los
ángeles (22) .
2) «El diablo y los demás demonios fueron creados por Dios
buenos por naturaleza , pero ellos se hicieron malos por sí mismos». Son
palabras del Concilio IV de Letrán, que condenan el error de los cátaros, para
quienes los diablos procedían de un principio absoluto del mal(23) .
3) Los demonios han llevado al hombre al pecado: «el hombre
pecó por sugestión del diablo»(24) .
4) A partir del pecado, los demonios ejercen un cierto dominio
sobre la humanidad: el hombre pecador queda de algún modo «bajo el poder de
aquel que tiene el imperio de la muerte, es decir, del diablo»(25) . Este
dominio es relativo y no implica derecho ninguno del diablo sobre el hombre.
Deriva simplemente de una situación que de momento favorece al enemigo de
Cristo.
5) La reprobación de los demonios es eterna, es decir, no
tendrá lugar, debido a una imposibilidad intrínseca de reforma o cambio, ningún
tipo de amnistía divina que pudiera eliminar la condición réproba de Satanás y
sus ángeles. El castigo de los demonios no es por tanto un castigo temporal.
La existencia de ángeles caídos nos obliga a hablar de un
pecado angélico, cuya naturaleza y circunstancias resultan muy difíciles de
determinar. Pero la posibilidad de semejante pecado entra fácilmente en el
horizonte teológico, porque sólo Dios es impecable(26).
Una intervención de Pablo VI recordaba en noviembre de 1972
que «se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a
reconocer la realidad del demonio; o bien quien hace de ella un principio que
existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios;
o bien la explica como una seudo-realidad, una personificación conceptual y
fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias»(27) .
El documento publicado por la Congregación para la Doctrina
de la Fe en junio de 1975, acerca de la enseñanza de la Iglesia sobre los
demonios, se expresa en términos semejantes, a la vez que llama la atención
sobre las dificultades interpretativas de la Sagrada Escritura en este punto, y
da a entender que la afirmación cristiana acerca de la existencia de Satanás no
está situada en el centro de la doctrina revelada sino en su periferia. «La
actitud de la Iglesia en todo lo referente a la demonología -leemos- es clara y
firme.
Es verdad que a lo largo de los siglos, la existencia de
Satanás y de los demonios nunca ha sido hecha objeto de una afirmación
explícita de su magisterio. La razón está en que la cuestión no se planteó
jamás en estos términos: tanto los herejes como los fieles, fundándose en la
Sagrada Escritura, estaban de acuerdo en reconocer su existencia y sus
actividades perversas. Por eso hoy, cuando se pone en duda la realidad
demoníaca, es necesario hacer referencia a la fe constante y universal de la
Iglesia y a su fuente más importante: la enseñanza de Cristo.
En efecto, la existencia del mundo demoníaco se revela como
un dato dogmático en la doctrina del Evangelio y en el corazón de la fe
vivida»(28) . El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «Tras la elección
desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a
Dios (cfr. Gen 3, 1-5) que, por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sap 2,
24). La Escritura y la tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído,
llamado Satán o diablo (cfr. Ioh 8, 44; Apc 12, 9). La Iglesia enseña que
primero fue un ángel bueno, creado por Dios»(29) .
El testimonio de la Biblia sobre la actividad de los ángeles
malos y su papel negativo y turbador respecto a la salvación del hombre se
expresa generalmente con un lenguaje simbólico, que designa una realidad
difícil de reflejar y comprender con puros conceptos. Las afirmaciones bíblicas
sugieren que los hombres tienen que combatir en el plano espiritual no sólo
contra seres de carne y hueso(30) , sino contra «principados y potestades»(31)
malos, que representan la rebelión y la resistencia de lo mundano contra el
orden divino, y son enemigos del hombre en todo lo referente a su vocación y
destino eternos. Son seres que «pervierten la creación de Dios y tratan de
dañar a los humanos incluso en lo corporal, hasta conseguir en ocasiones
posesionarse de sus fuerzas físicas y psíquicas, y enajenarles profundamente de
sí mismos (posesión diabólica). Como príncipe de este mundo(32) y dios de este
siglo(33) , el Maligno frustra las esperanzas y deseos del hombre mortal, o lo
entusiasma con engaños que llegan hasta lo infinito, como hizo la serpiente en
el Paraíso: «Seréis como Dios»(34) . En este sentido, el diablo es el padre de
la mentira(35) , que invierte la verdad sobre el hombre, oscurece la
diferencia, clara en sí misma, entre el sí y el no, y trastoca el orden que
Dios ha dado al mundo. De este modo es el tentador de la criatura humana, que ,
sin embargo, sólo tiene poder sobre el hombre si éste lo consiente»(36)
. «La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a
quien Jesús llama «homicida desde el principio» (Ioh 8, 44) y que incluso
intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (Cfr. Mt 4, 1-11)»(37) .
Funciones de los seres angélicos Los ángeles de la Revelación judeo-cristiana:
a)adoran a Dios en el cielo. b)desempeñan determinados ministerios de salvación
en favor de los hombres.a) Adoran a Dios en el cielo. Los ángeles contemplan
siempre el rostro de Dios, le adoran y le dan gloria en el cielo. Esta alabanza
de Dios constituye la perfección y felicidad de los ángeles.
Es precisamente el estado o situación sobrenatural que
llamamos cielo, que consiste en ver, amar y adorar a Dios. Puede decirse que la
esencia del ser angélico es la adoración.
Los ángeles realizan en este sentido el fin más importante y
profundo de la entera creación, que es la gloria de Dios. «Bendecid a Yahvéh
vosotros sus ángeles todos, alabadle todos sus ejércitos»(38) . El «Sanctus» de
la liturgia eucarística no es otra cosa que el eco de lo que, según el profeta
Isaías, repiten los ángeles en el cielo. Dice Isaías: «Había ante El
serafines... y los unos y los otros se gritaban y se respondían: Santo, Santo,
Santo, Yahvéh de los ejércitos. La tierra está llena de tu gloria»(39) .
La liturgia de la Iglesia, cuyo primer fin es doxológico o
laudatorio, es como un reflejo de la liturgia del cielo, a la que trata de
parecerse. En la Carta a los Hebreos leemos: «Vosotros os habéis aproximado al
monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a las
miríadas de ángeles, a la asamblea y congregación de los primogénitos, que
están inscritos en los cielos»(40) .
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge esta enseñanza:
«S. Agustín dice respecto a ellos: «El nombre de ángel indica su oficio, no su
naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si
preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel» (Psal. 103, 1, 15).
Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de
Dios. Porque contemplan «constantemente el rostro de mi Padre que está en los
cielos» (Mt 18, 10), son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su
palabra» (Sal 103, 20)»(41) . Además, Cristo es el centro del mundo de los
ángeles.
Los ángeles le pertenecen: «Cuando el Hijo del hombre venga
en su gloria acompañado de todos sus ángeles...» (Mt 35, 31). Le pertenecen
porque fueron creados por y para El: «Por que en él fueron creadas todas las
cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos,
las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y
para él» (Col 1, 16)»(42) .
d) Desempeñan determinados ministerios de salvación en favor
de los hombres.
Sin abandonar la contemplación y la alabanza divinas, los
ángeles intervienen en la historia de la salvación como mensajeros de Dios en
su solicitud hacia los hombres. «Son espíritus servidores, enviados para ayudar
a aquellos que han de heredar la salvación»(43) .
Es tarea de los ángeles, por lo tanto, expresar y llevar a
cabo la protección que Dios dispensa a la Creación humana y a cada uno de los
que la componen. «El te encomendará a sus ángeles, para que te guarden en todos
tus caminos»(44) .«Desde la creación (cf Jb 38,7, donde los ángeles son
llamados «hijos de Dios») y a lo largo de toda la historia de la salvación, los
encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al
designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24),
protegen a Lot (cf gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen
la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf
Hch 7, 53), conducen al pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos
(cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1
R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel
anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf Lc 1, 11.26)»(45) .
«De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo
encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando
Dios introduce «a su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los
ángeles de Dios" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de
Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: «Gloria a Dios...»
(Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), sirven a
Jesús en el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf
Lc 22, 43), cuando El habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus
enemigos (cf Mt 26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8).
Son también los ángeles quienes «evangelizan» (Lc 2, 10) anunciando la Buena
Nueva de la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7)
de Cristo.
Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por
los ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio
del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9)»(46) . «De aquí que toda la vida
de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (cf
Hc 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 6-11; 27, 23-25)»(47) . «En su liturgia, la
Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces santo (cf MR,
«Sanctus»); invoca su asistencia así en el "supplices te rogamus..."
(«Te pedimos humildemente...») del Canon romano o el «In Paradisum deducant te
angeli...» («Al Paraíso te lleven los ángeles...») de la liturgia de difuntos,
o también en el «Himno querubínico» de la liturgia bizantina) y celebra más
particularmente la memoria de ciertos ángeles (S. Miguel, S. Gabriel, S.
Rafael, los ángeles custodios)»(48) .
La tradición de la Iglesia ha desarrollado la doctrina de
que Dios asigna a todo hombre un ángel de la guarda o ángel custodio. Hablando
de los niños, dice el Señor que «sus ángeles están viendo siempre en el cielo
el rostro de mi Padre celestial»(49) . Y el Catecismo de la Iglesia Católica
nos dice que «Desde la infancia (cf Mt 18, 10) a la muerte (cf Lc 16, 22), la
vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34,8; 91, 10-13) y de su
intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1, 12; Tb 12, 12). «Cada fiel tiene a su lado
un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (S. Basilio, Eun.
3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la
sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Los
santos ángeles garantizan y apoyan nuestra esperanza en Dios, asisten nuestros
esfuerzos contra adversarios que son más fuertes y sutiles que la carne y la
sangre, y nos encaminan hacia nuestro destino último.
Instrumentos divinos «en el gobierno divino de las
cosas»(50) , los seres angélicos sirven a los caminos e iniciativas de la
Providencia»(51) . El testimonio de la teología y piedad cristianas en relación
con los ángeles custodios y su actuación es abundante y significativo. Orígenes
afirma que «el ángel particular de cada cual, aun de los más insignificantes
dentro de la Iglesia... une su oración a la nuestra y colabora, según su poder,
a favor de lo que pedimos»(52) . El ángel guardián es mencionado en los
escritos de Hermas(53) , Clemente de Alejandría(54) , Eusebio de Cesarea(55) ,
San Basilio(56) , San Hilario(57) , San Gregorio de Nisa(58) , etc.Santo Tomás
de Aquino se hace eco de esta doctrina y dedica un largo artículo de la Suma
Teológica a establecer la existencia y funciones del ángel custodio(59) . El
Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Cristo «los ha hecho mensajeros de
su designio de salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores
con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?"» (Hb 1,
14)»(60) .
La literatura espiritual habla asimismo del ángel de la
guarda y del papel que desempeña en la vida del cristiano. En Camino, obra
compuesta por el Beato Josemaría Escrivá en 1933, leemos: «Ten confianza con tu
Angel Custodio. Trátalo como un entrañable amigo -lo es- y sabrá hacerte mil
servicios en los asuntos ordinarios de cada día»(61) . «Te pasmas porque tu
ángel custodio te ha hecho servicios patentes. Y no debías pasmarte: para eso
le colocó el Señor junto a ti»(62) . «Acude a tu Custodio a la hora de la
prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones»(63)
.Y hablando de apostolado: «Gánate al Angel Custodio de aquel a quien quieras
traer atu apostolado. -Es siempre un gran «cómplice»(64) . «Si tuvieras
presentes a tu Angel y a los Custodios de tus prójimos evitarías muchas
tonterías que se deslizan en la conversación»(65) . El Catecismo Romano explica
que «no se opone al culto debido únicamente a Dios la veneración e invocación
de los ángeles...
El mismo Espíritu Santo nos manda honrar a los padres,
ancianos, gobernantes, etc. Con mucha más razón deberán ser honrados los
ángeles, ministros de Dios en el gobierno de la Iglesia y de toda la Creación.
Hemos, por tanto, de invocar a los ángeles, porque están perpetuamente, delante
de Dios y porque asumen gozosos el patrocinio de salvación de quienes les han
sido encomendados»(66) . Y en Piura hemos de invocar a S. Miguel, presente en
el nombre y escudo de la ciudad y en el de la Universidad. Universidad de Piura.
Capellanía
____________________________________
Notas
(1)Cfr. José Morales, «El Misterio de la creación», Palabra,
Madrid. (2)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum Definitionum et
Declarationum, Herder, n.86. (3)Ibidem, n. 428. (4)Ibidem, n. 461. (5)Ibidem,
n. 706. (6)Ibidem, n. 994. (7)Ibidem, n. 1783. (8)Hechos 23,8. (9)Racionalismo:
En un sentido general, de signo positivo, el Racionalismo es una actitud
filosófica que, basándose en la analogía entre la razón humana y la divina,
considera que el mundo es explicable de un modo racional (así Santo Tomás y los
mejores escolásticos). En sentido más estricto, el Racionalismo es una
corriente filosófica que admite como fuente de verdad únicamente la razón
humana, excluyendo la revelación, la fe y la autoridad. Aunque esta tendencia
se manifiesta intermitentemente dentro del cristianismo (Nestorianos,
Pelagianos y Humanismo), el móvil propulsor de este error fue el principio del
libre examen de la Sagrada Escritura proclamado por el Protestantismo. Consecuencia
del Racionalismo fueron la indiferencia, la incredulidad, la hostilidad
manifiesta contra la religión. La Iglesia ha luchado siempre contra el
Racionalismo, principalmente en el siglo XIX bajo Pío IX con el Syllabus y las
definiciones del Concilio Vaticano I. (10)Cfr. Sistematic Theology I, Chicago
1953, p. 260. (11)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum Definitionum et
Declarationum, Herder, n. 2318. (12)Cfr. C. Pozo, El Credo del pueblo de Dios.
Comentario teológico, Madrid, 1968, pp. 67-68. (13)Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 328. (14)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum
Definitionum et Declarationum, Herder, n. 428. (15)Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 330. (16)M. FLiCK-Z. ALSZFGHY, Los comienzos de la Salvación, Salamanca,
1965, 618-619. (17)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum Definitionum
et Declarationum, Herder, n. 428. (18)Ibidem, n. 237. (19)C. 22. (20)Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 2851. (21)Ibidem, n. 2864.
(22)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum Definitionum et
Declarationum, Herder, n. 428. (23)Cfr. P.M. QUAY, Angels and Demons: The
Teaching of IV Lateran, Tleological Studies 42 (1981), pp. 20-45.
(24)Denzinger-Schönmetzer. Enchiridium Symbolorum Definitionum et
Declarationum, Herder, n. 428. (25)Ibidem, n. 788. (26)Cfr. Suma contra
Gentiles, 3, 109. (27)Cfr. Osservatore Romano 16-11-1972. (28)Ecclesia 1975,
1065. (29)Catecismo de la Iglesia Católica, n 391. (30)cfr. Eph 6, 12. (31)Col
2. 15. (32)cfr. Juan 12, 31. (33)cfr. 2 Cor 4, 4. (34)Gen 3, 5. (35)cfr. Juan
8, 44. (36)Catecismo alemán para adultos, Madrid, 1989, p. 117. (37)Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 394. (38)Ps 148,2. (39)Is 6, 3. Cfr. Apoc 4, 8.
(40)Heb 12, 22-23. (41)Catecismo de la Iglesia Católica, n. 329. (42)Ibidem, n.
331. (43)Heb 12, 22-23. (44)Ps 91, 11. (45)Catecismo de la Iglesia Católica, n.
332. (46)Ibidem, n. 333. (47)Ibidem, n. 334. (48)Ibidem, n. 335. (49)Mt 18, 10.
(50)Cfr. Profesión de Fe de Pablo VI, n. 29. (51)Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 336. (52)De Oratione XI, 1-5. (53)Vis, 5, 1-4. (54)Strom. 6, 17,
161. (55)Dem. EV. 4, 6. (56)Adv. Eunomium 3, l. (57)Tract. Sal 65. (58)Com. in
Cant. 14. (59)S. Th, 1 113. (60)Catecismo de la Iglesia Católica, n. 331.
(61)Camino, n. 562. (62)Ibidem, n. 565. (63)Ibidem, n. 567. (64)Ibidem , n..
563. (65)Ibidem , n. 564. (66)Catecismo Romano, III, 1.
Representaciones de los ángeles
¿Por qué siempre se representan a los ángeles con alas?
¿Realmente las tienen? Los ángeles se representan en la pintura y en la escultura
en forma de hombre o de niño, con alas en su espalda y con una aureola en su
cabeza; pero se trata únicamente de algo simbólico que no corresponde a la
realidad, pues los ángeles no tienen cuerpo.
Los ángeles, a lo largo de toda la Biblia, aparecen representados
como un cuerpo de seres espirituales que son intermediarios entre Dios y los
hombres: "Lo creaste (al hombre) poco inferior a los ángeles" (Salmo
8,6). Ellos, al igual que los hombres, son seres creados; "Alabadle,
ángeles suyos todos, todas sus huestes, alabadle! Alaben el nombre de Yahveh…
pues él lo ordenó y fueron creados" (Salmo 148, 2, 5: Colosenses 1,
16-17). El hecho de que los ángeles fueron creados, fue confirmado en el Cuarto
Concilio de Letrán (1215). El decreto llamado "Firmiter", contra los
albigenses, habla del hecho de que ellos fueron creados, y que los hombres
fueron creados después de ellos. Este decreto fue repetido por el Concilio
Vaticano Primero, en su decreto "Dei Filius". Hacemos mención aquí de
él, porque las palabras: "El que vive eternamente lo creó todo por
igual" (Eclesiástico 18,1) se usan para demostrar la creación simultánea
de todas las cosas; pero generalmente se considera que "juntos"
(simul) puede aquí significar "igualmente", en el sentido de que
todas las cosas fueron "igualmente" creadas. Son espíritus; el autor
de la Epístola a los Hebreos dice: "¿Es que no son todos ellos espíritus
servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la
salvación?" (Heb 1, 14).
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