lunes, 20 de octubre de 2014

ARAÑAS

Las grandes arañas se encuentran entre los seres más inmundos que jamás habitaron Arda. Eran enormes, oscuras y las corroía la envidia, la codicia y el veneno de la maldad.
El mayor de los gigantescos seres que adoptaron forma de araña era Ungoliant, un espíritu poderoso y perverso que entró en el mundo antes de que se crearan los Árboles de los valar. Ungoliant vivió en soledad durante mucho tiempo en los páramos de Avathar, entre las montañas Pelóri y el mar frío y opaco del sur. Era un ser temible y vil capaz de tejer una telaraña de oscuridad llamada Noluz de Ungoliant, impenetrable hasta para los ojos de Manwë, Rey del Viento.

La gran araña Ungoliant fue la criatura más infame, pues llegó a Valinor con Melkor y destruyó los Árboles de los valar. Además, no contenta con eso, mientras devoraba la luz de los Árboles, trató de capturar también a Melkor. De no haber llegado los demonios de fuego llamados balrogs, que la azotaron con sus látigos de llamas, quizás hubiera devorado al propio Señor de la Oscuridad.
Pero llegaron los balrogs y expulsaron a Ungoliant del norte. De esta forma, el manto de oscuridad alcanzó Beleriand y entró en el lugar denominado Nan Dungortheb, «valle de la muerte terrible», donde vivían otros monstruos de su raza. Si bien no eran ni tan grandes ni tan poderosas como Ungoliant, esas arañas tenían también una fuerza inconmensurable, pues Melkor las había criado hacía tiempo entre los monstruos malignos que aparecieron con anterioridad a la luz de los Árboles. Ungoliant vivió con ellas y pocos fueron los elfos o los hombres que osaron penetrar en aquel valle.



Sin embargo, puede que Ungoliant fuera un espíritu demasiado maligno para el mundo. Con el tiempo dejó Beleriand para trasladarse a las tierras del sur a la búsqueda de todo lo que podía comer, pues su glotonería era temible, y se dice que llevada de su voracidad terminó devorándose a sí misma en los desiertos meridionales. Sus numerosas hijas vivieron en Nan Dungortheb durante toda la Primera Edad del Sol, pero se dice que muy pocas pudieron escapar al empuje de las aguas cuando la tierra se quebró durante la guerra de la Cólera.
Pero entre esas pocas estaba uno de los vástagos mayores, la llamada Ella-Laraña, que junto con unas cuantas arañas menores cruzó las Montañas Azules y encontró cobijo en las Montañas Sombrías, que circundaban el reino de Mordor.
Las arañas volvieron a cobrar fuerza en los pasos montañosos de aquel siniestro lugar, y en la Tercera Edad del Sol entraron en el Gran Bosque Verde, al que pusieron cerco con sus telarañas para oscurecerlo, por lo cual pasó a llamarse Bosque Negro.

Si bien las arañas del Bosque Negro no constituían sino copias diminutas de sus enormes antepasados, eran numerosas y su sabiduría en el vil arte de tender trampas era inconmensurable. Hablaban tanto la lengua negra como la lengua común de los hombres, pero a la manera de los orcos, es decir, llena de palabras groseras y malintencionadas.

Después de la Primera Edad del Sol, sólo Ella-Laraña se aproximó a la majestuosidad de Ungoliant. Vivía en un lugar llamado Cirith Ungol, «paso de las arañas», de las Montañas Sombrías, que habitó durante dos edades y, aun cuando entraron en su reino muchos guerreros dúnedain y elfos, ninguno pudo hacerle frente y los devoró a todos.
Al igual que su madre, tendía redes negras y su vientre vomitaba oscuridad. También lanzaba veneno por el enorme pico y por las antenas, y cada una de sus patas, llenas de nudos y articulaciones, terminaba en una larga tenaza de hierro. Su cuerpo era como un saco de gruesa piel, negro e hinchado.
El único punto vulnerable de la bestia era el gran racimo globuloso de los ojos. Su vasto cuerpo estaba cubierto de manchas negras y de él surgían peludas púas de acero. El vientre, aclarado por vetas de baba verde, fosforescía de venenos sépticos. Aun siendo grande y fuerte, la larga vida de Ella-Laraña llegó a su fin, antes de que terminara la Tercera Edad, de la inesperada mano del hobbit Samsagaz Gamyi, el menos poderoso, en realidad, de todos los seres que lucharon contra ella.

El Hobbit le cebo uno de sus grandes ojos y por su propio impulso, Ella-Laraña se empaló a sí misma en la hoja élfica de Sam. Antes del fin de la Tercera Edad, ya habían desaparecido del mundo la mayoría de las grandes arañas, porque después de que Ella-Laraña recibiera la herida mortal fueron destruidos Mordor y Dol Guldur y perecieron las arañas de las Montañas Sombrías y del Bosque Negro.

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