Se cuenta que una vez, un joven leñador se encontraba talando árboles en el monte de
Ucieda cuando de repente oyó un extraño gemido, como si el propio árbol se quejase.
Asustado, se retiró hacia atrás y oyó como una voz le decía: "Soy una pobre doncella
encantada. Si me ayudas a librarme de este triste destino te colmaré de riquezas. Ve al
río y golpea con un palo su remanso. Una anjana te dirá lo que debes hacer para
devolverme de nuevo a mis padres."
El joven se dirigió al pueblo y le contó lo sucedido a su novia Rosaura. Conformes
ambos; el joven fue al río e hizo lo que el árbol le había ordenado. Apareció entonces
una anjana que le dijo:
"En una cueva entrarás
y andarás que te andarás,
y una flor encontrarás,
brilla que te brillará
y aquí me la traerás
y a la joven desencantarás."
Entró el joven en la cueva que la anjana le había indicado y que se decía iba a parar a
Barcenamayor. Anduvo todo el día y la noche sin encontrar nada. Al día siguiente
hizo lo mismo y tampoco encontró nada. Quiso volver, pero no encontró la salida ni la
flor. El tiempo pasó y pasó y el joven fue envejeciendo mientras buscaba la flor que le
habían encargado.
Cuando la barba le llegaba a los pies, encontró la flor y poco después encontró la
salida de la cueva. Muy contento se dirigió a la casa de sus padres, pero cuando llegó
vio a un hombre que no conocía viviendo en ella. Corrió a casa de su prometida. Una
mujer muy vieja le abrió la puerta.
-Quiero ver a Rosaura, mi prometida,- dijo.
De los ojos de la anciana pareció brotar una lágrima y respondió:
-Yo soy Rosaura, y no le conozco, vaya a gastar bromas a otra puerta.
Corriendo como un loco, el leñador fue al lugar donde tiempo atrás se le había
aparecido la Anjana. Allí seguía y al verle le dijo:
-Has recibido tu castigo por el daño que causaste a una joven que rechazaste.
Y es que antes de haberse prometido a Rosaura, el leñador había roto el corazón de
una humilde campesina, de nombre Mercedes, abandonándola tras burlarse de ella.
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