Era
sumamente popular en Grecia entera, pero tiene características de haber sido
una diosa prehelénica que se asimiló el grupo de los invasores. Se tienen
restos en Micenas y tierras de Minos y es probablemente diosa muy antigua
venerada ahí. Algunas veces se con Hécate o Selene.
Su
campo de acción es la tierra, pero en especial la no cultivada, como selvas,
llanuras estoposas, montañas indómitas.
Es diosa de algunas ciudades, pero relacioada con algún aspecto selvático.La
diosa de la Caza, de las Fieras y de la Naturaleza salvaje. Su nacimiento tuvo
lugar poco antes que el de su gemelo, Apolo, por lo que es hija de Zeus, el gran
dios y la tinánide Leto, nada más nacer dio muestras de su resolución y fuerza
al ayudar a su madre durante el
nacimiento de su hermano.
Con
la interrelación entre las diversas tradiciones
de las ciudades esta griegas, Artemis podía aparecer con una dulce y
casta doncella, como una feroz criatura asociada siempre al oso o como una
diosas de las Cosechas, llegando a recibir en ofrenda los primeros frutos
recolectados de la tierra, por lo que puede aparecer asociada a la gran diosa
madre, Ceres, o incluso a Selene, por su carácter de protectora de la luz
lunar. La asociación entre Selene y
Artemis corría paralela a la que se produjo en diversos momentos entre su
hermano gemelo Apolo, y el dios Helios.
A causa ser fundamentalmente una diosa considerada virgen, era la protectora de las jóvenes, aunque en ocasiones solicito el sacrificio de alguna para aplacar su furia, tal fue el caso de Ifigenia, que debía ser sacrificada por los griegos si querían que sus barcos partir hacia Troya. A favor de Artemis hay que decir que Ifigenia fue rescatada por la misma diosa y llevada con ella.
Su
virginidad no la impidió aparecer como una deidad protectora en los partos,
tanto en Grecia como en Roma se realizaban ofrendas de flores a la diosa por
parte de las jóvenes que iban a ser
madres para solicitar su ayuda durante el difícil momento del alumbramiento y
para que pudiera proporcionarles una muerte dulce, en el caso de que esta se
produjera.
Diosa
de la fecundidad masculina los mismo entre hombres que en las bestias.
Un día la tenía Zeus en sus rodillas, cuando ella apenas tenía tres años y le preguntó que regalo especial quería. Ella dio una larga lista de regalos que deseaba: virginidad perpetua, muchos nombres como Apolo, arco y saetas, la capacidad de dar a luz a otros, una túnica color de azafrán con ribetes rojo que le llegara a las rodillas, seis ninfas del mar que tuvieran su misma edad y le sirvieran de escolta, veinte ninfas para que la cuidaran sus aderezos de caza y sus perros, cuando no anduviera en el monte siguiendo ciervos, y todas las montañas de la tierra. Quería además una ciudad no muy grande, para reposar de tiempo en tiempo.
El dios le respondió que ahora no temía a Hera y le concedía todo lo pedido y aun más. Le concedía treinta ciudades y parte en el dominio en otras y la constituía guardiana de caminos y puertos.
Le
dio ella las gracias y se fue a Creta y en el mar escogió ninfas de nueve años
que formaran su sequito.
De
camino invitada por Efesto fue a visitar la fragua de los Cíclopes y vio como
estaban forjando una gran cuba para los caballos de Poseidón, y él ciclope
Brontes, que le enseñó ha hacer cuanto ella quiso, la tomó y sentó en sus
piernas. Ella disgustada le arrancó un mechón de los vellos que tenía en el pecho, y le quedó para
siempre la mancha desnuda.
Sus
acompañantes las ninfas quedaron aterradas ante la figura de los ciclopes y la
negrura de su fragua. Por eso era usual en Grecia espantar a los niños con la
fragua de los ciclopes o mencionarle a
Brontes, Esteropes y Arges que eran los tres principales.
Artemis
pidió que le hicieran un arco y un carcaj de plata y les prometió en recompensa
la primera casa que cobrara.
Ya armada se fue ha Arcadia. Allí encontró a Pan que estaba destazando un lince para alimentar a sus perras y los cachorrillos de ellas. Le hizo el obsequio de perros de su jauría: tres grandes mastines, dos bicolores y uno manchado y siete perros de husmeo que traía de Esparta.
Prosiguió
su marcha al fin capturó dos pares de
ciervas que unció a su carroza de oro con correas de oro. Ya en ella se
encaminó a la Tracia. Llegó hasta el monte Hemo. Cortó árboles, encendió teas y ensayó su arco
y sus flechas que le habían fabricado los cíclopes. Dos flechas fueron a dar en los troncos de los árboles,
la tercera mató a una fiera y la cuarta a un malvado.
Hacha
está correría, regresó a Grecia. Las ninfas del Amnisio desuncieron las
ciervas, las limpiaron y les dieron de comer, de las misma pastura que comían
los caballos de Zeus, y de beber cubos de oro.
Pese
a sus propósitos de mantenerse casta y virgen, la diosa cazadora no dejó de
sentir en más de una ocasión el arrebato del amor.
Según nos relatan los antiguos, en una ocasión fue un joven cazador el causante, se llamaba Orión, dotado de una espléndida belleza y fuerza. Su hermano Apolo intentó disuadirla de sus propósitos, quizá a causa de los celos, ya que supondría perder el amor exclusivo de Artemis, o porque le consideraba indigno del ilustre linaje de su familia, ya que Apolo tremendamente orgulloso.
Como
no considero su propósito y Artemis porfiara en su empeño, Apolo ideó una cruel
estratagema para dar muerte al amante de su hermana. Un día en que Orión estaba
nadando, tan adentrado en las olas marinas que apenas si se vislumbraba una
mota desde la orilla, Apolo hizo como que dudaba de la puntería de su hermana
en el tiro al arco y la invito a tirar sobre aquel punto. Artemis, incitada por
su amor propio, cogió una de sus flechas, tensó el arco y disparó contra el
blanco. Cuando descubrió contra quien había disparado cayó en una profunda
desesperación. Sus lagrimas enternecieron al propio Zeus, quien atendió a
su ruego para que Orión fuese convertido en constelación. Desde entonces Orión
continúa en el cielo con sus partidas de caza y a veces puede escucharse los
ladridos de su jauría.
Las
venganzas de Artemis fueron legendarias, llegado a límites insospechados para
reparar las ofensas que sufrió ella y alguien querido por la diosa. Tal fue el
caso de Niobe, cuyos hijos, seis muchachos y seis muchachas de una gracia y
belleza sin par, fueron abatidos por las flechas de la diosa y su hermano. El
motivo fue la ofensa que recibió Leto por parte de Niobe, al jactarse ésta de
su gran capacidad como madre, ya que había tenido doce vástagos, a cual más
hermoso, mientras que la tinánide tuvo que conformarse con dos.
Alfeo,
hijo de Tetis, dios del río de su nombre, se enamoró de ella y la persiguió por
toda Grecia. Cuando iba a caer en sus manos ayudada por sus ninfas, se untó de
fango la cara y el dios ya no pudo reconocerla. Tuvo que volverse despechado.
Era
sumamente rigurosa con sus ninfas y exigía que fueran castas.
Cuando
Zeus sedujo a Calisto y Artemis advirtió que iba ha ser madre, la convirtió en
osa y la echó a la selva entre los demás
animales. Otros dicen que a su jauría. Pero Zeus vino en ayuda de ella y la
llevo al cielo: es la osa mayor. Varía esta versión diciendo que el que la convirtió en osa fue Zeus mismo. Y que por
error Artemis la mato cazando. El hijo de Calisto fue Arcas, tronco de los de
Arcadia.
Un
día Acteón, hijo de Aristeo, vio ha Artemis bañándose y se solazaba con su hermosura. Más tarde hizo alarde de que la
diosa se había desnudado para él. Ella en venganza lo mudo en ciervo y azuzó
sus cincuenta perros que lo hicieron pedazos en un momento.