jueves, 15 de septiembre de 2011

HECHIZOS Y SU HISTORIA

El hechizo o conjuro es un acto mágico que pretende producir efectos sobre la realidad mediante procedimientos sobrenaturales de carácter litúrgico o ritual. Cuando el objetivo del hechizo es adivinar el futuro se denomina sortilegio y cuando busca someter la voluntad de otra persona, encantamiento. Es componente sustancial de muchas religiones paganas y también forma parte de algunas religiones monoteístas como el Islam, mientras que otras como el Cristianismo prohíben explícitamente su práctica.
El hechizo procede de las creencias mágicas del Neolítico y viene practicándose desde entonces, a veces de manera abierta y otras clandestina. Era común en sociedades paganas, constituyéndose en actos oficiales de masas promovidos por las autoridades; una actividad que está bien documentada en numerosas fuentes históricas e incluso sobrevive algunas zonas, como las de religión vuduísta o chamánica originarias.

El hechizo ha sido comúnmente perseguido bajo la acusación de brujería, sobre todo en las naciones que tenían al Cristianismo por religión de Estado. Hoy en día su práctica se considera jurídicamente bajo el amparo de la libertad de creencias protegida como derecho fundamental por la mayor parte de legislaciones democráticas, si bien ello no impide que se persigan las estafas de importancia cometidas por supuestos "brujos" o "brujas" basándose en la credulidad o deseo de creer de muchas personas.

Típicamente, el hechizo consiste en una representación simbólica del efecto que se pretende conseguir bajo la invocación de una deidad. En sus orígenes y en algunos casos de la cultura popular, es un acto instantáneo sin una forma común. Tanto es así que supuestamente puede ejecutarse incluso de manera involuntaria, como ciertas formas de mal de ojo.

No obstante, en las creencias paganas desarrolladas adquirió y mantiene una estructura general que consta de seis partes:

" La preparación, durante la cual se disponen los lugares y materiales necesarios, y las personas que van a tomar parte en el mismo pueden realizar diversas actividades previas como el ayuno, la oración, etc.

" La apertura, que inicia el acto litúrgico o ritual creando un "entorno mágico" apropiado y solemne, produciendo simultáneamente un efecto de comunión entre las personas participantes.

" La invocación, en la cual se suplica o exige la cooperación de las fuerzas sobrenaturales que habrán de llevar a la realidad el hechizo.

" La ejecución, donde se realizan los actos mágicos ritualizados que constituyen el núcleo del hechizo y que pretenden modificar el curso de la realidad bajo la advocación de las entidades sobrenaturales invocadas.

" El sacrificio, en el que se ofrece a estas fuerzas sobrenaturales una ofrenda que puede ser simbólica o tangible para ganar su favor.

" El cierre, que da solemnidad a la clausura del acto y disuelve el "entorno mágico" creado durante la apertura.

Puede observarse con facilidad el paralelismo existente entre esta estructura y la liturgia de las religiones monoteístas más modernas, que probablemente se deriven de la misma. Un ejemplo claro sería la Misa cristiana. Hay actos de hechicería en las partes más antiguas de libros sagrados monoteístas como el Antiguo Testamento de la Biblia. El hechizo se hallaría, pues, en los orígenes de la liturgia sagrada de numerosas creencias contemporáneas.

Cuando el objetivo del hechizo y los medios empleados son considerados inmorales, ilegales o perniciosos por la sociedad donde se realiza, se le denomina de magia negra. Si por el contrario la sociedad considera inocuos sus objetivos y medios, es calificado como de magia blanca. En la actualidad, numerosas religiones neopaganas como la Wicca han recuperado la utilización de los hechizos y los reivindican.

A nivel popular, mucha gente los practica en privado aunque pertenezca nominalmente a religiones que los aborrecen, normalmente siguiendo las instrucciones de libros esotéricos o medios similares. También se realizan en consultas privadas, por lo común a cambio de un precio. Los objetivos que se pretenden alcanzar suelen englobarse en la popular trilogía salud, dinero y amor, aunque también son relativamente frecuentes los de venganza u odio.

Con toda probabilidad, el concepto de hechizo surge por la necesidad de asociación causa -> efecto propia de la mente humana milenios antes de que apareciera el método científico. Que al arrojar semillas surgiera una planta o al practicar el coito con una mujer naciera un bebé debió ser interpretado sin duda como un suceso sobrenatural durante miles de años. En ausencia del método científico, se establece una relación directa acto menor -> suceso mayor aparentemente mágico, que se va envolviendo en una liturgia hasta que pierde su sentido originario y, por asociación, surgen relaciones nuevas de carácter supersticioso que conforman nuevos hechizos.

La brujería o hechicería es la realización de actos rituales o gestos simbólicos que tienen por finalidad modificar hechos e influir en la vida de las personas. A los brujos o hechiceros se les atribuye poderes sobrenaturales innatos o bien adquiridos mediante trato con espíritus o demonios. En general se suele relacionar a las mujeres con esta práctica. La diferencia entre magia, hechicería y brujería es meramente histórica y la mayor impregnación de sentido maléfico en el término brujería se produjo durante la Edad Media y la Moderna.


Historia
El rechazo de la magia como perniciosa (que prefigura la idea de brujería) se remonta a la antigua Mesopotamia y a Egipto. Así lo atestiguan la Biblia y el Código de Hammurabi (2.000 adC.). En la Era Cristiana se relaciona la magia con el culto al diablo o satanismo. Sin embargo, los practicantes y la antropología distinguen entre la magia blanca, tendiente al bien, y la magia negra, orientada hacia el mal.
El investigador Brian P. Levak, en el trabajo "La caza de brujas en la Europa moderna", establece que cuando los europeos modernos (a partir del siglo XV) hablan de brujería, lo hacen en el sentido de magia en general, pero más frecuentemente en el de magia nociva. La campaña de la Iglesia Católica romana contra la magia, ya rechazada en los tiempos bíblicos, se convirtió así en cruzada contra personas a las que se acusaba de pactos con el diablo. A las brujas se atribuyeron desde asesinatos y propagación de enfermedades, hasta la destrucción de cosechas mediante la incineración de sustancias encantadas o la impotencia de un recién casado, escondiendo en su cama una correa con nudos. A esas prácticas se las llamaba, en latín, maleficia (maleficios).

Las habladurías populares decían en Europa medieval y moderna que las brujas se reunían con el diablo en el sabat o aquelarre, asamblea a la que llegaban volando en escobas encantadas. En el sabat se realizaban misas negras (parodia de la misa católica) y frecuentemente había orgías sexuales.

Las noches de brujas, que movilizaban supuestamente a todas hacia sus sitios de reunión en los montes, correspondían significativamente a las épocas del año en que, en el neolítico, se realizaban ritos de fertilidad, para lograr que la naturaleza no muriera en el invierno y concediera buenas cosechas en el verano. Las principales reuniones se celebraban el 31 de julio y el 1 de febrero. De este modo, la brujería permanecía subterráneamente ligada a las religiones panteístas germánica y celta.

La acusación de brujería era muy grave. Sirvió para culpar de herejía a muchos inocentes a fines de la Edad Media y comienzos de la Era Moderna. Miles de personas fueron conducidas ante tribunales civiles o eclesiásticos, y muchas de ellas fueron condenadas y ejecutadas, después de que se las obligaba a confesar mediante torturas, y sin derecho a defensa. Los investigadores ofrecen números muy distintos de ejecutados a lo largo de los siglos XIII, XIV, XV, XVI y XVII. Las cifras oscilan entre 100.000 y medio millón.

La oposición de la Iglesia a la magia fue un lógico desarrollo de su prédica para extirpar el paganismo de las antiguas colonias romanas. Pero a partir de la creación del Tribunal de la Inquisición, en el siglo XIII, la oposición y el rechazo se convitieron en persecución y enjuiciamiento sistemáticos, en el marco de la lucha general contra las herejías y disidencias, y con el fin de unificar la ideología y la práctica del catolicismo.

El instrumento más brutal destinado a dirigir la caza de brujas fue el "Malleus maleficarum", el conocido "Martillo de las brujas", escrito en 1486 por los monjes dominicos alemanes Heinrich Kraemer y Johann Sprenger. Este código indicaba cómo reconocer a las brujas (las manchas en la piel eran un signo, por ejemplo) y enseñaba contra ellas diversas formas de tortura. También instruía sobre cómo realizar interrogatorios intencionalmente confusos y contradictorios para desconcertar a las acusadas y lograr que finalmente se traicionaran y traicionaran a otras. Una paradoja del libro es su afirmación de que las brujas existen, y negarlo es incurrir en falta y hacerse sospechoso de brujería.

Especialmente notable es la descarnada misoginia del "Martillo...", que se atenía al principio "la hembra es más amarga que la muerte" y sostenía la tendencia natural de la mujer al desenfreno sexual. Como el diablo es masculino, las mujeres no podían hacer otra cosa que sometérsele.

Una de las últimas cacerías de brujas tuvo lugar en Salem, Massachusetts, Estados Unidos, en 1692. Dieciocho personas fueron ahorcadas y dos murieron en prisión por acusaciones de brujería. Los procesos y ejecuciones de Salem fueron recreados por el dramaturgo Arthur Miller en una obra estrenada en 1953, cuando funcionaba una comisión que investigaba "actividades antiamericanas" (comunismo) en los Estados Unidos. Desde entonces, la expresión "caza de brujas" se aplica metafóricamente a cualquier persecusión de tipo ideológico.

Con el nombre de brujos se identifica también en América a los hechiceros, magos, médicos o chamanes de las tribus indígenas, que no practican magia nociva sino beneficiosa para sus comunidades.

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