La voluntad de alcanzar definiciones esenciales nos parece ineludible en una construcción racional, científica o filosófica. La rigidez no es una característica de las definiciones esenciales sino, a lo sumo, de las definiciones esenciales según el formato porfiriano, por género y diferencia específica, orientadas a determinar una especie o esencia invariable y distributiva. Pero cabe considerar otro tipo de esencias y de definiciones esenciales: esencias no rígidas, sino variables, según reglas de variación o transformación conceptual que puedan corresponder a la misma variedad empírica que, de este modo, podría quedar internamente conceptualizada. Una definición esencial no porfiriana, comenzaría por determinar un núcleo de la magia tal, que fuera capaz de desenvolverse en un cuerpo cambiante hasta un punto tal, en el que la magia pudiera quedar transformada conceptualmente (no sólo empíricamente) en otras estructuras, eventualmente, en religión o en ciencia –a la manera como la elipse se transforma en círculo o en hipérbola. El núcleo de la magia, si tenemos en cuenta que el cuerpo se constituye a través de materiales tomados del medio, podría evolucionar en las sociedades preestatales, de un modo distinto a como puede evolucionar en las sociedades estatalizadas. Por ejemplo, en las sociedades preestatales o dotadas de un Estado débil, las ceremonias mágicas, junto con las religiosas, podrán marchar a la par; pero en una sociedad estatalizada, la magia tenderá a ser considerada ilícita –y no sólo la magia negra, goetella, sino la blanca, theurgia–, mientras que la religión tenderá a ser convertida en religión de Estado. En su curso evolutivo, la magia debería poder recorrer la más amplia combinatoria de situaciones, afectada, cada una de ellas, de un grado de probabilidad determinado: unas veces, recorreremos una situación de intersección parcial con la religión; otras veces, deberemos poder construir la situación de disyunción antagónica; menos probables serán las situaciones de absorción, o inclusión de la religión por la magia (¿panmagismo zoroástrico?), o de la magia por la religión (que comportaría, por cierto, la disolución del núcleo originario, y tal sería el caso del cristianismo más radical). {CC 236-238 / → BS14 3-38}
La Esencia determina también las características del Daemon, o guía espiritual del Mago.
Castellum: La Esencia Ordenada. Es el carácter calmado y sereno, que inspira al Mago a hacer grandes obras casi carentes de defectos. Se corresponde con la tierra, lo masculino, la dirección norte o los signos zodiacales de Tauro, Virgo y Capricornio. El Mago teje telarañas de seguridad donde reinaba el caos, trae paz, sosiego y orden. Por todo ello es la Esencia más numerosa en la Orden de la Razón.
Furo: La Esencia Dinámica. Es el carácter fogoso, iracundo y creativo. Se corresponde con el fuego, lo femenino, la dirección sur o los signos zodiacales de Aries, Leo y Sagitario. El Daemon lleva a estos Magos a derribar y crear, a no rendirse nunca. Es el espíritu del caos y el asombro. Son Despertados curiosos y rebeldes que crean una Magia que nunca pasa desapercibida.
Mare: La Esencia Primordial. La búsqueda y el misterio son la seña de identidad de estos Despertados. Se corresponde con el agua o el metal, lo femenino, la dirección oeste o los signos zodiacales de Cáncer, Escorpio o Piscis. Representa la Magia del silencio, la inquietud y lo desconocido. Estos Magos suelen generar extrañas sensaciones en quienes tratan con ellos.
Susurro: La Esencia Buscadora. Esta Esencia es la mezcla de las anteriores, a la que añade un constante intento de buscar nuevas formas de entender la Magia. Estos Magos son más pacientes que los Furo, más imaginativos que los Castellum y menos oscuros que los Mare. Estos Magos son amantes de lo místico y de la experimentación, y raramente logran el mismo efecto dos veces. Son espíritus inquietos incapaces de reposar.
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