Un vampiro es un muerto viviente dotado de una enorme fuerza y poder,
que mantiene su inmortalidad bebiendo la sangre de seres vivos.
El origen de los vampiros
Los vampiros o, como les gusta autodenominarse, los vástagos, existen
desde los tiempos más antiguos que recuerda el hombre. Sobre su origen
hay dos teorías principales:
La primera señala a Lilith, Reina de la Noche, Madre de los Demonios y
primera mujer de Adán, como la auténtica y primigenia vampiresa. Creada
por Dios a la vez que Adán, resultó tener un alma demasiado oscura y
retorcida. No engendró más que espíritus del mal, por lo que fue apodada
“Monstruo de la Noche”. Eran famosos sus festines de sangre noche tras
noche e, incluso, se dice que seducía a hombres mientras dormían para
conseguir aumentar su diabólica descendencia, conocida como
súcubos.
Lilith. Imagen de Grigory Lebidko
La segunda teoría señala a Caín como el vampiro original, de ahí que
los vampiros también sean conocidos como “cainitas”. Cuando Caín mató a
su hermano Abel fue desterrado a las tierras de Nod y allí fue condenado
a vagar llevando consigo una maldición. Temería al sol de por vida y
sentiría una sed insaciable de sangre. En su exilio coincidió con
Lilith, que le enseñó a canalizar el poder de la sangre para aumentar su
fuerza como vampiro.
Aunque la historia de los vampiros se remonta milenios atrás, su
máximo apogeo se produjo entre los siglos XV y XVI en Europa,
principalmente en Rumanía y Hungría. De hecho, Transilvania, región
central de Rumanía, es conocida por ser la cuna de los vampiros y donde
pasó gran parte de su vida el más famoso de todos ellos; el conde Vlad
Drakul, más conocido como conde Drácula o, también, como “el Empalador”,
apodo que ganó debido al gran placer que sentía comiendo ante los
cuerpos empalados de sus enemigos. Vlad Drakul fue uno de los más
crueles vampiros de la historia y extendió su mal por Alemania y, más
tarde, al resto de Europa.
Vampiros y murciélagos
Los vampiros se han relacionado desde siempre con la figura del
murciélago. Esta asociación también puede tener su origen en las zonas
transilvanas, donde los murciélagos mordían a seres vivos para succionar
su sangre. Se piensa que transmitían la rabia y por eso los humanos
infectados comenzaban también a succionar y a transmitir la enfermedad
al resto de seres vivos.
Otra leyenda habla de un tipo especial de vampiro-murciélago llamado
azemán, muy frecuente en Sudamérica, que tiene la forma de una mujer
durante el día y por la noche se transforma en un murciélago. Cada noche
sale de caza en busca de nuevas víctimas para arrancarles un dedo del
pie. Cuando la sangre brota, el vampiro bebe hasta quedar saciado y, al
llegar el día, vuelve lleno de vida a su forma de mujer.
Vampiro murciélago. Imagen de Jason Chan
Lo cierto es que algunos vampiros son capaces de transformarse en murciélagos de forma natural, como lo hace un
licántropo.
Esta forma les permite escapar rápidamente de un enemigo o, incluso,
entrar en las casas de mortales sin su consentimiento, cosa que no
pueden hacer cuando están en su forma de vampiro, al no ser que reciban
una invitación formal.
Detectar a un vampiro
Existen signos inequívocos para saber que estamos ante un vampiro. A
los días de fallecer el sospechoso, se abre la tumba y se examina el
cuerpo. El cadáver de un vampiro no se descompone y, a pesar de su
palidez y rostro ojeroso, sobre todo si no se ha alimentado
recientemente, presenta un aspecto casi saludable que persiste por más
que pasen los días.
Los nuevos vampiros siempre vuelven a su tumba durante el día, pero
con los años pueden descansar en casas y mansiones que habilitan para
este fin y donde ubican sus ataúdes.
El beso del vampiro
La forma de generar un nuevo vampiro no es muy complicada si se tiene
el suficiente autocontrol. Solamente un vampiro puede crear a otro
mediante “el beso del vampiro”; cuando una víctima se encuentra ante un
vástago es muy fácil que quede hipnotizada y seducida por éste, entonces
el vampiro busca la arteria carótida de su víctima (los vampiros
prefieren la sangre limpia), a la que accede fácilmente desde el lateral
del cuello, y clava sus colmillos con una gran precisión. De este modo
puede beber de la víctima todas las veces que necesite sin que se
desangre excesivamente. Este proceso puede durar varios días o algunos
minutos, dependiendo del beso, pero suele concluir de la misma forma; la
víctima muere de debilidad. Una vez que ya no queda sangre del mortal,
justo en su último hálito de vida, el vampiro creador llena con su
propia sangre el cuerpo de la víctima. Una sola gota de sangre vampírica
sobre la boca del fallecido es suficiente para que despierte la Sed y
comience a beber. Pasados unos días o, puede que incluso unas pocas
horas, el muerto despierta en su tumba como un nuevo vástago.
La visita del vampiro. Imagen de Bastien Lecouffe Deharme
No todos los “besos de vampiro” acaban con un nuevo vástago. Si el
mortal no es desangrado y no muere, pero ha bebido la sangre de un
vampiro, sigue viviendo normalmente aunque adquiere una nueva fuerza y
vitalidad. Le afecta menos el paso del tiempo y su aspecto es de lo más
saludable, pero se crea una dependencia con el vampiro de manera que
podríamos decir que pasa a ser su “esclavo”, creando también un vínculo
sexual, y haciendo todo lo que el vampiro le pida por un poco más de su
sangre.
Nueva “vida” para el vampiro
El nuevo vampiro conserva el mismo aspecto que tenía cuando estaba
vivo, aunque los más observadores notarán una mirada distinta, más
primaria, cruel y salvaje. La mirada de un depredador cuyos sentidos son
ahora más agudos. Su cuerpo no proyecta sombra alguna y desaparece su
reflejo en el espejo. También empiezan a destacar sus alargados
incisivos, normalmente contraídos hasta el momento de la caza, las
orejas ligeramente más puntiagudas, el mal aliento y, en algunos casos,
el vello abundante en las palmas de las manos.
Al cuerpo del neonato llega, también, la muerte de los órganos. El
corazón no late, los pulmones no respiran y el estómago tampoco hace la
digestión. De ahí que el único alimento que necesita un vampiro sea la
sangre de un ser vivo, y la necesita, precisamente, para impedir que
continúe el proceso de putrefacción de su cuerpo mortal. Esta sangre no
pasa ya por venas ni arterias, si no que se distribuye homogéneamente
por el interior del cuerpo mediante ósmosis. La sangre pasa a ser el
único fluido presente en el cuerpo del vampiro, y por esto lloran
oscuras lágrimas de sangre.
Es algo paradójico que se diga de los vampiros que son inmortales,
porque realmente lo son mientras encuentren sangre que permita que no se
descomponga su cuerpo. Un vampiro también tiene sus propias luchas
internas. Siente una obsesión, por no decir adicción, a la sangre. El
Hambre del vampiro nunca descansa y lo lleva a estar siempre al límite,
en eterno conflicto sobre alimentarse o dejarse llevar totalmente para
saciar la Sed. Es duro convivir con la Bestia dentro que,
constantemente, lucha para ser liberada y cometer los crímenes más
atroces. Sólo los vampiros con gran autocontrol muestran esa poca
humanidad que, a veces, parecen tener.
Cómo acabar con un vampiro y otros mitos
Se piensa, erróneamente, que para matar a un vampiro basta con clavar
una estaca de madera en su corazón. Este acto es necesario pero no
suficiente, ya que clavando la estaca podemos dejarlo bloqueado
temporalmente pero, para que realmente muera, es necesario quemarlo
después en una hoguera o exponer su cuerpo al sol durante varios días.
Las balas, cuchillos y demás armas sólo causan heridas que sanan con
asombrosa facilidad en el cuerpo de un vampiro. Hay otras teorías sobre
cómo dar muerte a un vampiro como, por ejemplo, abrir su ataúd durante
el día, clavar una estaca en el corazón y enterrarlo en una tumba cavada
en un cruce de caminos, pero esta estrategia no siempre tiene el éxito
deseado.
Matar a un vampiro. Imagen de Inna Vjuzhanina
Hay otros símbolos y objetos que también son usados para herir o
ahuyentar a los vampiros como, los crucifijos, el agua bendita y el ajo.
Nada de esto daña realmente a un vampiro, como mucho lo distrae
temporalmente. El sol los debilita y los quema, pero no tan rápido como
se pudiera pensar, aunque quedan muy desorientados y se vuelven mucho
más lentos, perdiendo su celeridad habitual (esa gran velocidad que hace
parezcan un torbellino cuando se mueven). Sólo los vampiros poderosos
aguantan varios días al sol.
También existen algunos mitos que son, simplemente, falsos, como que
los vampiros no pueden cruzar aguas en movimiento. Si esto fuera cierto,
no se habrían extendido por todo el mundo, aunque hay leyendas que
explican que sí pueden hacerlo portando tierra de su tumba en el ataúd.
El vampiro en sociedad
La sociedad vampírica, lejos de lo que pueda parecer, está
perfectamente estructurada y se rige según las normas impuestas por los
vampiros más antiguos. Se organizan en clanes, al frente de los cuales
suele haber un príncipe. Este príncipe se encarga de mantener el orden
en su zona geográfica. Por encima de los príncipes está el Consejo, una
agrupación de los vampiros de las primeras generaciones que se encarga
de mantener cierta paz entre clanes.
Los que apoyan la teoría de Caín como primer vampiro tienen definidas
las generaciones de vampiros existentes en función del nacimiento del
primer vampiro. Es decir, Caín, sería el primer y único miembro de la
generación primera, y su descendencia directa formaría la segunda
generación, así como la descendencia de ésta formaría la tercera, etc.
Se calcula que, en la época actual, los vampiros recién nacidos forman
parte de la 13ª generación.
Sobra decir que el poder de un vampiro es mayor cuanto más viejo es,
no sólo por el control y aprendizaje que acumula durante los años, si no
porque los más viejos pertenecen a las primeras generaciones y tienen
la sangre más pura, siendo su poder inmensamente mayor que el de un
vampiro de generaciones posteriores.
Teniendo esto en mente, los vampiros están clasificados así:
Neonato
Vampiro recién creado y presentado al príncipe del clan al que
pertenece. Existen algunos vampiros recientes que no pertenecen a ningún
clan en concreto. Éstos se denominan Caitiff.
Ancilla
Son vástagos jóvenes pero prometedores por su disciplina y control de
su poder. Son preparados para ocupar el puesto de Antiguos con los
años.
Antiguos
Son los vástagos que están al poder de la sociedad vampírica. Tienen
entre 200 y 1200 años. Se encargan de que se cumplan las normas.
Matusalén
Esta posición la ocupan vampiros cuya edad alcanza los 1200 años. Se
produce un cambio realmente palpable. Pasan a parecer menos humanos, más
ancianos y físicamente están más delgados. La Bestia en ellos ha tomado
el control y no tienen prácticamente humanidad. Son enormemente fuertes
y fieros.
Antediluvianos
Los más antiguos y se piensa que sólo existen en Europa. Son la
descendencia directa de Caín y llegan hasta la tercera generación. Son
tan fuertes, sabios y poderosos que su simple mención genera auténtico
terror entre sus vástagos. Afortunadamente, son realmente raros y
escasos.
Vampiro matusalén. Imagen de Hinchel Or
La supremacía del cazador
Según crece y cumple años, el vampiro aprende a desarrollar la fuerza
y aumentar los poderes. Algunos de los primeros atributos que adquiere
son el carisma y un gran magnetismo sexual, pero son tan sutiles que un
mortal no se da ni cuenta, aunque sienta el deseo de acercarse al
vampiro. Si unimos estos rasgos a su capacidad de manipulación
comprenderemos que un vampiro es capaz de deshacerse de su víctima sin
apenas usar la violencia. Pueden usar la hipnosis y conseguir que el
mortal pierda su voluntad con sólo una mirada.
Tienen también otros talentos que no dudan en usar cuando una víctima
les planta cara. Son muy fuertes y atléticos, poseen una gran celeridad
en sus movimientos y son realmente astutos. Siempre mantienen un estado
de alerta, incluso cuando descansan, por lo que es casi imposible
encontrarlos desprevenidos.
Otra cualidad que les es muy útil para la supervivencia es su sigilo.
Un vampiro puede aparecer en un lugar rápidamente y, pese a eso, pasar
desapercibido. De hecho, puede estar horas camuflado en la oscuridad sin
que ningún otro ser lo perciba gracias a su poder de ofuscación.
Algunos vampiros son capaces de aumentar sus poderes mentales hasta
el punto de comunicarse mediante telepatía. Consiguen, además, inspirar
temor, causar inmovilidad e, incluso, introducir una idea en la mente de
su víctima sin que ésta se percate. Estos vampiros también son capaces
de desvanecerse y hacerse invisibles.
Los escasos vampiros matusalén y antediluvianos poseen, además, otros
recursos realmente demoledores, como la capacidad de transformarse en
cualquier monstruo o animal que deseen, o la llamada “máscara de las mil
caras”, que consiste en hacer creer que eres otra persona o cosa sin
necesidad de cambiar de aspecto. En este caso, quien mire al vampiro no
le vería, sino que vería la imagen que el vampiro pretende mostrar.
Los vampiros y la paz
Durante el periodo de la Inquisición se consiguió mermar
considerablemente el número de vampiros en Europa. Éstos, viendo la
supervivencia de su especie más que amenazada, decidieron ocultarse y
pasar desapercibidos, como cualquier otro mortal. Llegó el momento de la
Mascarada, en el que los vampiros sólo mostraban su auténtico aspecto
cuando estaban de caza, pero siempre evitando que nadie, excepto su
víctima, los descubriese.
De este modo, han conseguido convivir también con los hombres lobo,
de quienes son auténticos enemigos y por los que sienten un verdadero
desprecio. Aunque cuando un vampiro está cerca de un hombre lobo y
viceversa, se huelen, se presienten y se descubren.